Izuku era un chico con una difícil y dura enfermedad mental, tanto, que tuvo que intentarse en un hospital psiquiátrico.
Eijiro también, era un chico tan feliz que tenía un pasado y pensamientos tan oscuros que lo carcomian lentamente.
Internarse en...
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Katsuki.
¿Que mierda fue eso? ¿Por qué sentía las jodidas maripositas de mierda? ¿Por qué me quedé hipnotizado viendo su trabajado y bien formado pecho? ¿Por qué su gemido no-sexual me causó escalofríos? ¿Por qué le vi a los ojos de esa manera y el se quedó viendo los míos así?
Muchas preguntas y ni una respuesta.
Bueno, en realidad si había una puta respuesta.
Iba pensando todo eso mientas caminaba a paso lento para entrar al jodido psiquiátrico.
—¡Rápido! —volvió a gritar el molesto de Senshi.
¿Por qué tuvo que ser el? Que molesto.
—¡Cállate, extra! ¡No me digas como caminar! —grité.
—Bakugou, no le hables así —escuché detrás de mi. Era Kirishima.
—¿Por qué no? Es jodidamente molesto —chasqueea lengua.
—Solo hace su trabajo, aunque de mala gana —hizo una mueca.
Volví a chasquear la lengua y no respondí.
En silencio caminamos hacia las puertas corredizas de vidrio. Dejando que la lluvia mojara nuestros cuerpos
—Deben ir a darse un baño, van a pescar un resfriado, vayan —nos dijo el enfermero de mierda más molesto del puto mundo.
—Senshi, pero n... —pelos de mierda fue interrumpido.
—¿Quieren enfermar? —el pelirrojo negó y yo desvíe la vista, comenzando a irritarme —. Bien, entonces vayan a darse una ducha, yo esperaré fuera del baño —dijo el maldito pelo blanco: Tsukumi, ¿Se llama así? No sé.
—¿No podemos ni ir a bañarnos en tranquilidad? ¿Tiene que estar un maldito de ustedes detrás de mi? —cuestioné molesto.
—Son las reglas. Eijiro no necesita vigilancia, tu si. No te quejes y ve a buscar tus cosas, Bakugou —dijo el que tenía cara de que se quería morir: Senshi.
—Jódete —le di la espalda y me fui.
—¡Blasty!, ¡Espérame! —shitty hair gritó detrás de mi.
No le hice caso y seguí caminando hasta que el me alcanzó.
—Este es mi dormitorio, si quieres puedes adelantarte y buscar tus cosas —luego de unos minutos caminando, habló el pelirrojo.
—Como sea.
Abrió la puerta y yo simplemente entre detrás de el.
—Midoriya no está... —susurró, al parecer pensó en voz alta.
Observé su habitación, la única diferencia entre su dormitorio y el mío era que en el suyo habían tres camas y dos armarios. En el mío habían solo dos camas y un armario bastante grande, qué, lamentablemente compartía con el bastardo ese.
