1

9.3K 299 43
                                    

Era mi primer día en Outer Banks después del accidente

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

Era mi primer día en Outer Banks después del accidente. Ya habían pasado tres años casi sin darme ni cuenta. Parece que, cuando algo te lleva hasta lo más profundo, el resto de cosas pierden importancia, como por ejemplo el tiempo. Para unos, la espera a que el dolor pase se hace interminable, los días parece que no pasan, que las agujas del reloj giran en dirección contraria, que no te sale ni media arruga. Y es entonces cuando se desesperan porque dicen por ahí que el tiempo lo cura todo. Y para otros, como en mi caso, el dolor no cesa pero aprendes a vivir con él. Y sin darte cuenta, en el proceso han pasado días, meses, años... y tú solo parpadeaste una vez. 

Por cuestiones del trabajo de mi padre, habíamos tomado la decisión de mudarnos a Outer Banks por un periodo indefinido de tiempo. En principio sería solamente el verano pero parecía que se alargaría durante algo más. Ya de por sí no me apetecía mucho, me habían tenido que sacar de casa un poco a la fuerza. Tenía la sensación de que sería el peor verano de mi vida y seguía un poco cascarrabias por tener que pasarlo alejada de mis amigos y porque sabía que ir a Figure Eigth iba a ser de todo menos divertido. Mi padre estaría todo el día trabajando con Ward prácticamente, mi madre saliendo con mi tía... y yo con Kiara. O eso suponía. Llevaba tiempo sin ver a la gente de allí y era prácticamente como si no les conociese, además ya éramos todos mayorcitos y dudaba con creces que me fuesen a integrar en sus grupos. Asumía que estaría completamente sola. Y todo sin contar las estúpidas cenas de los Kooks, las del Club de la Isla... No es que no me gustase formar parte de ello, es que me aborrecía. O al menos cuando tenía quince. Puede que ahora que me entretenía más en las charlas familiares cambiase algo.

Y, por cierto, odiaba los aviones. Otra cosa más que sumar a mi lista de fatalidades. Daba gracias a que me había podido quedar dormida desde el principio del vuelo porque así parecía que el tiempo pasaba mucho más rápido. Los temblores del avión empezaron a agitarme suavemente, haciendo que mi conciencia se despertara. Quise ignorarlo durante un tanto y seguir durmiendo pero noté la mano de mi padre sobre mi hombro, intentando despertarme. 

—Elara, despierta. Estamos aterrizando. 

Abrí los ojos con suavidad, entrecerrándolos ligeramente ya que la luz que entraba por la ventanilla me molestaba. Me reincorporé en el asiento y miré a mi alrededor, como si estuviese todavía intentando descifrar dónde me encontraba. No sabía cuántas horas había dormido pero estaba claro que muchas; cuando cogimos el avión era de noche y ahora ya había salido el sol. Calculaba que sería la una de la tarde. 

—Buenos días— rió él. 

—Mhm— fue la única respuesta que obtuvo de mi parte. 

Al fin bajamos del avión. El personal que había contratado mi padre, nos ayudó a llevar todo el equipaje (que no era poco) hasta nuestra mansión en Figure Eight. Teniendo en cuenta que no sabíamos cuánto tiempo íbamos a quedarnos allí, nos lo habíamos llevado todo. Había montones y montones de cajas y maletas que transportar. Mi madre estaba un poco obsesionada con hacer que todos los lugares en los que nos quedábamos se sintiesen "como en casa" así que se había llevado casi toda la decoración de nuestra vivienda en España. Solía quejarse de que la mansión de Outer Banks era muy fría. Pero sin duda, lo más importante de todo para mí era mi fiel acompañante: Bailey. Mi perro. Era un Border Collie blanco, gris y negro que ya llevaba en nuestra familia unos cuantos años. 

Limerencia || Rafe CameronWhere stories live. Discover now