CAPÍTULO 58 UNA CUENTA PENDIENTE

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Pedro despertó, de nuevo se encontraba en el mismo hospital de la vez anterior, no sabía cuánto tiempo había pasado, lo que sí sabía era que su cuerpo, todo su cuerpo dolía como el demonio, tenía vendajes por todos lados, un pie y un brazo enyesados, el rostro lo sentía inflamado, los párpados los sentía pesados y un ojo apenas si lo podía abrir, el otro permanecía cerrado, otro vendaje cubría su torso, trató de moverse pero el dolor lo hizo desistir, incluso el respirar era un suplicio para él, recordó a su hija Verónica, seguramente eso era lo que ella había sentido, incluso más, porque él no necesitaba oxígeno para respirar, cundo ella, si lo había requerido, se sintió mal por ella, ahora se lamentaba de haber permitido y además incitado a que la lastimaran, pero ya estaba hecho. Ahora ni siquiera podía pedir perdón, sabía que ya era imposible acercarse a ella o a su hermana, aun en el caso de que pudiera volver a escapar, porque lo volvería a hacer, no entendía como es que había regresado a ese lugar, si la última vez estaba ya en su rancho. Sin la sombra de ninguno de los Moran, aunque sabía que esto solo podía ser obra de ellos, ¿quién más?

Se contrajo de dolor, los odiaba, los odiaba tanto que si pudiera acabaría con ellos, con todos. Escuchó la puerta abrirse, con lo poco que alcanzó a ver supo que habían entrado dos hombres, iban vestidos de blanco. Sin dirigirle la palabra le administraron medicamento a través del suero que tenía a su lado, el no intentó comunicarse con ellos porque por experiencia sabía que ellos no hablarían con él, tenían prohibido interactuar con los pacientes provenientes de la isla del diablo, y aunque él no provenía de allá, seguramente iría para allá al salir de ese lugar. Eso si él lo permitía, se dijo a sí mismo. Si algo tenia seguro, era que lucharía hasta el final.

*****
Habían transcurrido dos semanas Pedro se sentía mejor, pero aún le faltaba recuperarse del todo. Ansiaba poder ponerse de pie y marcharse de ese lugar, seguramente lo habían estado sedando porque no recordaba su larga, estadía ahí, salvo pequeños fragmentos, de cuando los médicos acudían a revisarlo.

Hacía dos días de que permanecía lúcido, seguramente le habían quitado parte del medicamento, y con ello también el del dolor, porque lo estaba sintiendo más que nunca.

Sintió que la puerta se abría. Permaneció con los ojos cerrados, no deseaba ver ni escuchar a nadie, dejaría que esa gente hiciera, su trabajo, como lo hacían cada día, sin dirigirle la palabra, al menos se mantenían en silencio, generalmente entraban de a dos o más y lo hacían hablando entre sí, lo que lo molestaba en gran manera, su cabeza no estaba para soportar el sonido de su parloteo.

_ Me alegra que estés despierto. - escuchó aquella voz.

Casi pegó un brinco de la cama, no lo hizo porque no pudo, pero abrió los ojos sorprendido.

_ ¿Qué haces aquí? - gritó.

_ Es una simple visita. - dijo Nicolás. _ aprovechando que soy tu pariente, me dejaron entrar.

<<Como si no supiera que él era uno de los dueños de ese y otros lugares, y que no necesitaba de permisos para entrar a ninguno de ellos>> pensó.

_ ¿Qué demonios quieres? - lo miró furioso. _ ¿vienes a burlarte de mí?

_ No. - dijo serio. _ no vengo a burlarme, es más que eso.

Pedro lo miró alarmado, él se acercó a su cama y lo miró a los ojos.

_ No les bastó con lo que me hicieron. - se removió en su lugar.

_ A mí no. - dijo sin inmutarse. _ porque no fui yo el que te lo hizo. Aún tienes una cuenta pendiente conmigo.

_ ¡Ya pagué! - se sobresaltó al sentirlo tan cerca de él. _ todo ese tiempo encerrado en ese lugar, en donde casi me matan, y esos tipos que también por poco acaban conmigo, me han quitado todo, ¿qué más quieren?

DESTINOS ENCONTRADOS No. 9⃣ /SERIE: HOMBRES DE LA SIERRAWhere stories live. Discover now