Love is a polaroid ━ Gojo Satoru

O6 ; I'm gonna mess this up

━━━━━ Impulsivo precavido

Un par de años antes

Gojo Satoru era parte de una familia compuesta por un solo miembro, él mismo. Lo más cercano era esa extraña diversidad de linaje ajeno que casualmente podría estar coincidiendo con la suya. Raros los casos, excéntricos, intransigentes y poco esperados, los que echan raíces a su alrededor ya sea para quedarse también. Nadie se queda tanto tiempo, porque es difícil confiar en algunas mentes por el mínimo porcentaje que muestren al pensar diferente a él. Lo cual era hasta gracioso porque su mejor amigo era el resultado del terror y el odio acumulados en un sistema que el propio Getou Suguru terminó aborreciendo.

«Mi corazón no sonríe en un mundo así».

Auch. Era un reverendo dolor en la tripa recordar hazañas y quiebres pasados, que se encargaban rememorar fallas trágicas. Además del trajín que conllevaba el cargar con un cuerpo invisible, pistas poco decifrables y un sabroso mal acompañamiento de miradas repelentes que los altos mandos le echaban al director Yaga.

Es que, éso, y aquello, y luego estaba el dolor de espalda, su abstinencia al azúcar, ser maestro, volar de un lado a otro, molestar a sus senpais, emancipar las buenas vibras de los mismos (porque alguien tenía que hacerlo), encargarse de que nadie más muriera y una lista mucho más larga de víctimas que sí terminaban muriendo quién sabe cómo en manos de un ser misterioso, que obviamente tenía nombre y apellido pero le dolía más pronunciar ambos vocablos que recordarlo.

Qué terrible era todo. Por ese tipo de ocurrencias tenía mal sueño.

Además de aceptar un par de estudiantes tan excéntricos ese nuevo año. Al principio, eran sujetos de prueba. Después, retuvo sus nombres con perfecta memoria. Un panda, el muchacho Inumaki Toge y la prepotente Zenin Maki que le traía un mal sabor de boca, no por ella, pero por otra bolsa de memorias que no prefiere traer de nuevo. Creía que tener a Megumi y verlo casi todos los días era la nota pegada en la nevera que le hacía un énfasis constante: es la viva fotocopia de su padre. Pero se había equivocado, Maki aspiraba ser como Fushiguro Tōji, y eso no sabía si era peor o un buen augurio.

¿Qué más? Todavía sobraba un pequeño espacio, hasta consolador. Un estrecho delirio que le sumaba cosas especiales, nuevas aptitudes que él aunque era consciente de tener, las estaba poniendo en práctica hasta que recibía una bofetada digna de elogio, entonces volvía a ser parte de una realidad muy llamativa. Ojos negros, pelo frondoso y las cejas tupidas que se fruncían por un largo rato desde que llegaron al lugar.

—Por favor dime que veremos la nueva de Jurassic Park.

—No. Veremos la repetición que dan de “Analizame”.

Se percató de un seño tan templado que no vaciló en sonreír agazapado para terminar de acalorar el humor contrario. Tamako para esas alturas seguía siendo un hueso duro de roer. Obvio llora, obvio grita, tiene sus momentos de silencios tan cómodos como un mueble encontrado en oferta y a veces se daba la oportunidad de mostrar una sonrisa en miniatura que se podría ofrecer a alguna exhibición de museo clandestino. ¿Reír? Jamás. Se reía de sus desgracias, eso sí, pero jamás se reía jovial. Esa cosa como que no existe o no está disponible, además de que lastimosamente ella no venía con un manual de usos para estar advertidos de la altura prominente de una de sus cejas, los labios arrugados y la pequeña espalda siendo vista aún más pequeña cuando cruza los brazos.