II: Desconfianza

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Los últimos días los había pasado viviendo como un fantasma, deambulando por la casona sin poder salir al jardín ni asomarme por ninguna ventana, escuchando cosas extrañas y viendo algunas aún más raras

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Los últimos días los había pasado viviendo como un fantasma, deambulando por la casona sin poder salir al jardín ni asomarme por ninguna ventana, escuchando cosas extrañas y viendo algunas aún más raras. Bo y Elián se mostraban amables conmigo, y Selma... no, la gemela de Selma, Vera, procuraba que siempre tuviera algo de comer y ropa limpia, y había conseguido que durmiera en una habitación que solo ella y yo compartíamos. A pesar de esto, me sentía como flotando en agua turbia, incapaz de ver más allá de lo que estaba directamente enfrente de mis ojos, y sintiendo cómo cada minuto que pasaba me asfixiaba más y más hasta que en algún momento tendría que ceder a la presión y abrir la boca, ingiriendo de lleno todo aquello que pasaba a mi alrededor.

La mayor parte del tiempo permanecía en mi habitación, la espalda recta contra la pared, las piernas estiradas sobre el suelo, la mirada fija en la ventana a la que no podía acercarme. Si me dejaba llevar, podía sentir todavía la sangre de Hiro sobre mi piel, y oía dispararse la bala que había alcanzado a mi padre. A veces volvía a envolverme el fuego mientras la Bo que antes había sido Lily me llevaba sobre el caballo hasta este lugar. Pero no era todo eso lo que me tenía tan afligida, sino la noticia de que mi madre estaba viva, y que había sido secuestrada. Ni siquiera la vista de todos aquellos takis adornados con cuernos, ojos completamente negros, y colas podían competir con la idea de que había estado a punto de recuperar a mi mamá solo para perderla de nuevo. Y con ella a Lily, mi única amiga y a quien necesitaba desesperadamente en aquel momento. Vera aparecía por la puerta de tanto en tanto, y se sentaba a asegurarme que todo gran parte de su gente estaba encomendada a encontrar a mi madre y a Lily, y aunque quería creerle, ¿cómo podía hacerlo? Nada era lo que parecía, aunque tenía el rostro de Selma era otra persona, y todo el mundo en la casa escondía algo. ¿Era posible confiar en un montón de farsantes que habían asesinado a mi padre? Sabía perfectamente que no, que no estaba segura con ellos, y que debía escapar apenas tuviera la oportunidad. Solo tenía que buscar el momento preciso para hacerlo, y mientras tanto, obtendría toda la información que pudiera para volver a levantar el reino de Arcia.

Mi voluntad debía ser fuerte. Más fuerte que el muro que esta gente había derrumbado, y mucho más fuerte de lo que realmente me sentía. Una y otra vez la pelea que había tenido con Bo se repetía en mi cabeza. No se me escapaba que había acusado a mi padre de ser injusto, ni las historias de terror que me contó sobre la vida en el Borde. Además, ella y Elián parecían sorprendidos de oír que mi madre y Lily habían desaparecido, casi tanto como yo, y en los ojos de él había visto como se rompía algo por dentro al saber que mi mejor amiga estaba en peligro. Era el mismo tipo de miedo que creía haber visto en los ojos de Bo cuando me entregó a Selma para que me transformara, y en el que había querido encontrar refugio a pesar de que la última vez que nos habíamos visto las cosas no habían salido para nada bien.

No nos habíamos topado mucho, Elián me había dicho que la tenían guardando reposo debido a un accidente que la había dejado con la pierna en pésimas condiciones. Recordaba vagamente que aquel día cojeaba, pero no me había detenido a pensar en ello con todo el caos que nos rodeaba. Las pocas veces que nos habíamos cruzado ninguna de las dos parecía capaz de decir mucho, y ella se mostraba tan tímida que apenas podía reconocerla. A veces me daban ganas de ir a verla, seguramente se aburría mucho estando en cama, pero no eran solo las dudas sobre su gente lo que me detenían, sino la propia incertidumbre sobre si lo que me había dicho el día de la pelea era cierto.

Garza de Jade (Las Alas del Reino II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora