Ellos: Son la lujuria, el placer, el deseo, el dominio, el poder y... el pecado.
No los mires directamente.
No los toques.
No les dirijas la palabra sin su permiso.
Respétalos como los reyes que son.
Ella: Es el sarcasmo, la espontaneidad, la bellez...
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●ADVERTENCIA ●
Este capítulo posee escenas subidas de tono, solo quería avisar. Aunque se que eso lejos de afectarlos les gusta porque todos somos unos lectores pornosos, no lo nieguen.
La verdad no se para qué dije que iba a actualizar martes y sábados cuando se que no voy a aguantar sin subir el capítulo antes del día sabiendo que lo tengo hecho. Asíque olviden lo que dije, voy a actualizar cuando los capitulosestén hecho, puede ser cada tres días, dos, un díadespuésdel otro, quién sabe, depende de mi inspiración.
Ahora si, damas y caballeros, unicornios y unicornias, muggles y no muggles, con ustedes, el gran y todo candente, ¡ Capítulo!
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El auto poco a poco va disminuyendo su velocidad, alzo mi mirada la cual anteriormente estaba puesta en mi celular para tratar de no pensar en el hecho de que voy a ir a su casa, y me doy cuenta de que nos detenemos frente a una enorme verja.
La enorme mansión de colores grises me deslumbra. Un enorme jardín delantero se extiende ante mí cuando las rejas se abren de manera automática.
Hay árboles, arbustos bien cuidados, algunas flores y una fuente que adorna el centro de este donde hay dos ángeles abrazados. Bello, extravagante, pero bello.
Pero por supuesto, ya la había visto antes, fue aquí donde acompañé a Ada, la esposa del rector, que por el apellido me amputo un dedo a que es su abuelo. Porque padre, no tiene pinta.
El auto para frente a la puerta y ambos bajan para después tenderme una mano y yo hacer lo mismo.
Daniel posa su mano en lo bajo de mi espalda y me guía hacia la puerta que es abierta por una muchacha joven vestida de sirvienta.
Ellos le dedican un asentimiento de cabeza a modo de saludo y ella se sonroja. Vaya, parece que alguien cayó en el efecto de los hermanos Walker.
Admiro las paredes del pasillo que lleva a la sala. Todas están pintadas de blanco y hay algunos cuadros y adornos que me llaman la atención, pero sobre todo uno.
Me detengo, haciendo que ellos también lo hagan. Me acerco a un cuadro donde se ven dos niños, sonriendo a la cámara, ensuciados de barro hasta las trancas, pero aun así con una felicidad genuina plasmada en sus rostros. Tras ellos hay tres hombres trajeados sonriendo junto a una mujer vestida de manera elegante. Guau, es bello.
