Capítulo 2

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Dos meses antes del accidente...

Era primavera y mi piel se erizaba por las mañanas cuando mis pies se retorcían bajo el suelo frio de la casa. Recuerdo la fea sensación de las mañanas antes de ir a una nueva sesión de fotos. Mi madre seguía llamándome todas las mañanas para cerciorarse que me levantaba y hacia algo productivo. Siempre la misma conversación.

— Cariño, ¿Cómo amaneciste? — debería haberle dicho que mal, como cualquier persona que ama dormir y detesta las mañanas, debería, pero las discusiones por la mañana no eran mi fuerte.

— Mami, te adoro lo sabes —era bueno decir eso antes de decir algo grotesco— son las ...—el móvil marcaba las ocho, pero sabía que estaba mal puesto, veinte minutos después del horario real. Manías, supongo, la puntualidad nunca fue mi fuerte, pero si mi obsesión. — ocho menos veinte, ahora que sabes la hora, vuelve a preguntarme como estoy.

Murmuraba algo casi inentendible, pero alcancé a oír la palabra malhumor y pude imaginar el resto de la frase.

— Está bien, lo siento, tu padre salió el sábado de pesca con sus amigos, ya los conoces. — claro que los conocía, la típica salida de hombres alejándose de sus mujeres porque <<cito textual>>: "ustedes nos vuelven locos, son demasiado complicadas".

Me mantuve al otro lado de la línea mientras la oía quejarse por unos cinco minutos sobre mi padre y luego sobre Luisa, mi hermana menor

— Tiene dieciséis años mamá, es normal que quiera ir sola a la escuela. — intenté calmarla a pesar de sus pocos estables intentos de decirme que seguía siendo demasiado pequeña. Por dios, no lo era. — lo lamento, tengo que irme, llego tarde a la sesión.... — dije las palabras demasiado rápido, de forma abrupta y rogando que no siguiera la conversación.

La mayoría de las veces funcionaba a la perfección.

Como casi todas las mañanas encendí mi reproductor de música y preparé mi café reglamentario de las mañanas mientras oía "Maroon 5" de fondo y evitaba mover demasiado el cuello al ritmo de "Animals". Todavía me dolía un poco y tenía la piel irritada.

El espejo del baño me dio la imagen que temía ver. A cada lado del cuello tenía unos moretones casi azulados que resaltaban demasiado bajo mi piel pálida. Toqué suavemente con uno de mis dedos y me quejé de dolor arrugando la frente y soltando una maldición.

— La puta madre.

No quería maldecir. Quería llorar, gritar, romper algo, escaparme y nunca más volver. Pero no podía, nunca podía.

Esa mañana Andrés había viajado por trabajo a la capital después del incidente que habíamos tenido. Sus palabras exactas habían sido; "no hagas un escándalo por esto y tápatelo bien para las fotos de mañana". Para mí no era más que rutina.

Me permití respirar hondo, absorber la paz y la tranquilidad que sentía al estar sola en esa casa, sin gritos, antes de volver al infierno que se desataba por la semana donde me sentía ahogada, asfixiada y bajo la sombra de él. El hombre que en algún momento llegué a amar tanto como para dejar mis deseos a un lado y amoldarme a los suyos.

Muchas personas se preguntan por qué las mujeres no se alejan de sus parejas cuando las cosas empiezan a cambiar. La respuesta no es tan simple como deseaba que lo fuera.

El sexo con Andrés era << sin duda alguna>> lo que me detuvo a su lado tanto tiempo, cuando digo tanto tiempo me refiero a un año y medio luego de darme cuenta que las cosas no eran como yo quería o como deseaba que fueran desde el día en el que lo conocí.

VorágineWhere stories live. Discover now