❝𝗡𝗘𝗜𝗚𝗛𝗕𝗢𝗨𝗥❞ DREW STARKEY ©

15. cena

─no lo sé, señora Stuart, no quiero molestarla─ me excuse, poniendo mi mejor cara apenada. La señora Stuart nos había invitado a cenar, pero claro que no quería quedarme en la misma habitación que Drew luego de ese subidón de picardía que me habia tomado en el callejón.

Ni siquiera podía mirarlo a los ojos.

Por otro lado, lo notaba bastante tenso desde nuestra particular charla. Sonreía con cordialidad hacia la señora Stuart pero, respecto a mi, solo me miraba fijamente por unos largos e interminables minutos. Ni siquiera le importaba no ser disimulado.

─tú nunca serías una molestia, cielo!─ la anciana caminó hacia mi, tirando de mi brazo y obligándome a tomar asiento junto a Drew. Contuve un suspiro y me limité a sonreírle agradecida, porque, a pesar de lo insistente que la señora Stuart podía llegar a ser, ella era lo más cercano a una abuela que tenía ─además me ayudaste mucho hoy y mereces una recompensa─

─claro, señora Stuart, lo que usted diga─

─ya te dije que me digas abuela Agnes, cariño─ me regañó, señalándome con la cuchara de madera con la que estaba preparando un estofado de verduras, para después desaparecer por el Marco de la puerta, dejándome sola en un silencio sepulcral con Drew.

Me removi incómoda en mi asiento, queriendo huir de las sensaciones que me producía tenerlo tan cerca. No comprendía en qué momento nuestra relación de vecinos se habia vuelto un vínculo con más tensión sexual que cualquier cosa. Pero no iba a negar que me encantaba.

Estaba sorprendida de lo mucho que había cambiado desde la llegada de Drew. Antes solía tenerle terror a relacionarme con los demás, mucho más el tener un contacto tan estrecho con alguien, mi familia y la señora Stuart siempre habían sido la única excepción. Pero ahora me sentía otra persona, alguien más libre y, quizá, más feliz.

Di un pequeño respingo cuando una gran mano se posó en mi rodilla desnuda, a causa de los jeans con roturas que llevaba.

─no creas que hemos acabado─ murmuró, lo suficientemente bajo como para que solo yo pudiera oírlo. Me estremecí al sentir su voz ronca y su aliento tibio.

─en serio? Creí que ya había sido suficiente demostración de lo gallina que puedes ser─ respondí, queriendo mantener el control de la situación. Inhala y exhala.

─en serio crees que eso fue todo?─ inquirió, subiendo lentamente su mano por mi pierna. Tragué saliva, porque jamás me había sentido tan deseosa antes. Y entonces pegó su boca a mi oreja ─Lucille, no tienes ni idea de las cosas que quiero hacerte─

Apreté con fuerza mis manos en dos puños sobre la mesa, soportando las ganas de echarme sobre él y darle aquel tan ansiado beso. Quería, al menos, un mínimo contacto de labios, necesitaba sentirlo con urgencia. Pero, por supuesto, logré contenerme.