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Llorar es de débiles.

     El que te vean llorar es una muestra de que te abriste a alguien, es una muestra de debilidad.

     Mientras se mantenía conduciendo, Mathew Cavalier se preguntó por enésima vez si la mujer volvería a cometer la misma locura que casi los mató a ambos, incluso cuando ya no era posible, debido a la seguridad avanzada que apenas se le ocurrió activar en el vehículo.

     Pero observándola por el rabillo del ojo, sólo la vio jugando con esas manos sangrantes. Todavía solllozaba, todavía temblaba, y todavía se encogía de miedo ante cualquier movimiento suyo que pareciera peligroso para ella:

     Es decir, todos.

     —Mi nombre es Mathew. ¿Cómo te llamas? —le preguntó después de un largo, largo silencio. La pregunta también era un tipo de manera para... hacerle olvidar cualquier otra locura que posiblemente tenga en mente.

     A las personas se les engaña más fácilmente cuando están distraídas, ¿no?

      Ella no respondió.

      Ella no respondió en lo absoluto por todo el camino...

       Ella respondió cuando observó que, efectivamente, él cumplía con su palabra: Mathew la había a llevado hacia las autoridades.

     —A-Ale-ejandra —susurró, y temblaba más ahora mientras mantenía sus ojos abiertos, sin parpadear, en el establecimiento que se iluminaba con palabras notorias de "POLICÍA" al otro lado de la calle—. M-mi n-nombr-re e-es Al-Alejand-dra.

     Él asintió, desactivó la seguridad del auto y salió, sin preocuparse por la lluvia, porque simplemente ya no llovía. Esperaba que ella imitara su acción, que saliera también, pero para su sorpresa, Alejandra se mantuvo adentro, todavía con la mirada asustada en el lugar que la ayudaría.

     —Vamos —instó él con suavidad, abriendo su puerta, y ofreciéndole su mano por si sentía que no tenía la estabilidad suficiente para caminar por sí misma, teniendo en cuenta que cuando la vio por primera vez se cayó, dos veces, y parecía tan frágil que posiblemente un soplo del aire frío podría desestabilizarla—. Van a ayudart-

     No pudo decir más ante la desesperación que ella en su rostro demostró.

     Antes, Mathew creyó que temblaba mucho, pero antes no era nada a comparación del ahora.

     —E-ellos n-no van a-a ayu-udarm-me. Ellos... —Una respiración profunda—. Ellos v-van a-a entre-egarme a-a ellos d-de nuev-vo.

     Eso le confundió.

     —¿Ellos? —Asentimiento—. ¿De nuevo? —Otro asentimiento, este más rápido que el anterior. La mujer casi era una bolita allí, en el asiento de copiloto, tratando de esconderse de quienes consideraba que le harían daño, parecía. Él negó con la cabeza—. No van a hacerte daño.

     Y ella explotó, con las lágrimas deslizándose por sus sucias mejillas:

     —¿¡CÓMO LO SABES TÚ!?

     Mathew se quedó sin habla.

     Pero si ella parecía tan destrozada, tenía que ser por algo, ¿no?

     —Mira, no sé qué te pasó, y sé que no confías en mí para decírmelo. Lo entiendo —dijo después de suspirar—. Pero quiero ayudarte. Tengo amigos. Mi padre tiene amigos. Mi hermano tiene amigos. Mi- Son buenos amigos —Esperaba que no estuviera sonando escalofriante al acentuar el "Buenos". Muchos de esos 'buenos' amigos no eran buenos en lo absoluto—. Pueden ayudarte.

Loco por La Loca (En Edición) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora