08

4.7K 558 243
                                    

"Existen miles de religiones, ¿sabías?".

¦
¦

—¿¡Que hiciste qué!?

  Ese era el grito frustrado y escandalizado de Valery, la mejor amiga de la falsa Alejandra, de Alessandra.

    Alessandra siguió caminando por la calle, manteniendo su espalda curva, donde parecía casi formar una joroba de camello. Ella podía sentir la mirada de los demás; los demás posiblemente creían que se había robado el brillante celular que sostenía, dado que, aunque vestía ropa sencilla, aún parecía una vagabunda por su cabellera enredada y temporalmente oscura.

    Le gustaba cuando la miraban.

    —Sólo salí, por un momento —contestó finalmente, levantando los ojos para ver arriba al cielo gris. Estaba nublado, prontamente llovería. Le gustaba cuando llovía—. Después de pasar por tanto dolor necesito complacerme un poco.

    Escuchó a su amiga bufar, pero también escuchó la represalia cuando soltó:

     —Estás en medio de una misión, Alessa. No puedes simplemente salir del lugar de tu objetivo e ir a buscar una pastelería. Supuestamente estás muerta de miedo, ¿recuerdas? —le inquirió, le recordó innecesariamente—. Supuestamente temes salir, temes confiar en cualquiera que no sea alguno de los Cavalier.

    Alessandra bostezó, grande. También emitió un sonido que provocó que los transeúntes la miraran con completo desagrado.

    —Alessandra —llamó Valery, y no era su amiga, se convirtió en su compañera de trabajo, de misión, era totalmente profesional cuando continuó—: Tienes que seguir con tu papel. No pienses en tus necesidades, vas a arruinarlo tod-

    —Qué mal —contestó dulcemente—, porque siempre pongo mis necesidades como prioridad.

    —Aless-

    —Valery, he tenido unos días de mierda debido a mi periodo —Una mujer que iba a su lado frunció el ceño y la miró como si tuviera dos cabezas. Alessandra prosiguió sin darle importancia—. Necesito un postre frío de la mejor calidad, y voy a obtenerlo para consentirme, afecte o no a la misión.

    —No seas egoísta.

    —No lo seré —contestó con una sonrisa enorme, viendo fijamente el local que se mostraba bonito y, más importante aún, lleno de dulces, pasteles y otras delicias—, te compartiré una foto del postre de mi elección.

    Y Alessandra esperó que su amiga dijera algo, dijera algo que demostrara irritación. Sin embargo, no había irritación en su tono a continuación, sólo había una advertencia que ella bien podía interpretar:

     —Tu hombre se va a enojar tanto.

     —Bueno, que se enoje —respondió, después de que su sonrisa se hubiera eliminado—. Tal vez así por fin se atreva a llamarme.

     —No entiendes...

     —Estoy entendiendo que le valgo una mierda. Y que me dejó completamente sola en esto —Una sonrisa volvió a posarse en su expresión—. Tal vez lo entienda cuando me hable. O cuando obtenga algo verdaderamente de mi agrado en mi organismo.

   La sirvienta, más bien, la ama de llaves de la casa de Ethan era buena, realmente buena en su ámbito. Pero no hacía postres y eso era verdaderamente lamentable porque Alessandra amaba los postres.

    —Ale-

    —Bye.

    Alessandra colgó un segundo después.

Loco por La Loca (En Edición) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora