Interrupción

143 29 0
                                    

Sebastian se abrazaba al desmayado cocinero acomodándolo en su regazo se sentaba, sintiendo como los bebés dentro suyo se movían más calmados, esta era una extraña sensación que le emocionaba un poco. El hecho de que sus pequeños reconocieran a su padre de esa forma era simplemente adorable, así que no podía enojarse con este hombre, lo amaba demasiado y sus pequeños lo sabían además entendía que le ocultara algunas cosas, era quizás una hipocresía el reprochárselo ya que el mismo le tenía uno que otro secreto muy importante que le guardaba entre ellos el hecho de ser un demonio.

—Sebas... Tian... —Murmuraba el cocinero cuando recobraba la conciencia abriendo los ojos lentamente miraba el rostro serio de su amado mayordomo que lo abrazaba— Ahhh perdóname por no haberte dicho.

En medio de un lastimero sollozo le hablaba a pesar de haber sido golpeado, de nuevo, era el que pedía perdón muy ansioso abrazándose a su mayordomo.

—Eres tan idiota... Tu buscas que uno te trate así... —Murmuraba Sebastian no dejando de abrazarlo a la vez se dejaba estrechar entre los brazos del rubio que se calmaba—Ahora tendrás que contarme la verdad y no omitas lo sucio que puede ser, si me cuentas tal cual pasó te perdono y nos casamos.

—¿De verdad ya no quieres casarte conmigo?

—Pues no... Porque me engañaste, dijiste que tu y el señor Diederich solo se habían besado pero no... Él te tocó tus cositas, esas cositas que son mías.

—¿Eso es lo que más te molesta? ¿Qué me haya tocado?

—Es suficiente para mi porque todo lo que eres es mío, pero tú no digas nada... El señor que se puso celoso solo porque andaba cerca de mi joven amo.

Con sarcasmo le hablaba quedándose callados por unos segundos para fijar sus miradas entre si, entonces de repente sus labios se unieron en un apasionado beso que era complementado con atrevidas caricias.

—Eres mío... ¿Verdad? —Agitado Sebastian le cuestionaba entre besos.

—Si... Pero cálmate me duele un poco la cabeza.

El demonio lo miraba con enojo al sentir ese rechazo, levantándose del suelo se disponía a marcharse.

—No me sigas... —Le advertía siniestramente — Busca a tu gordo para que te agarre tus cosas.

El rubio cocinero se sobaba la cabeza ya que no era mentira que le dolía no era para menos después de tanto golpe, podía haberlo seguido pero se sentía mal así que solo se quedó en el suelo recostado entonces empezó a recordar un hecho en particular del pasado.

Recuerdo de Bard, algunos meses atrás en Alemania.

—Usted es muy amable pero...

El cocinero no terminó su frase cuando fue acorralado por el robusto alemán quien a pesar de ser de menor tamaño parecía con gran facilidad someterlo, apenado desviaba la mirada.

—Sé que tal vez no estás acostumbrado a tratar con un hombre de esta forma pero no puedo evitarlo me agradas.

—Debo confesar señor Diederich que actualmente me siento atraído a un hombre así que no es tan descabellada esta situación para mi.

—Pero dijiste que estabas soltero.

—Si lo estoy... Soltero pero enamorado... Ya que este hombre dudo que se fije en mi. —Dijo en tono lastimero.

Ambos se quedaron en un incómodo silencio mientras se miraban fijamente como entendiendo la triste situación que sufrían de manera mutua.

—Yo sé que se siente amar y no ser correspondido. —Murmuraba el alemán con un dejo de melancolía en su voz.— Mucho más cuando se casa y te hace a un lado.

Ese demonio... Tendrá un bebéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora