(01) ♤El Tratado♤

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Mi despertador no paraba de sonar, el maldito sonido de esa porquería retumbaba en mis oídos como un terremoto. Le lancé una almohada y me levanté malhumorado observando el reloj que yacía destruido en el suelo. Chasqueo la lengua y recojo las partes rotas para arrojarlas al basurero de malas ganas.

Hoy era la gran mañana en la cual volvería a incorporarme a mi último año escolar, pero con la gran diferencia de que ahora los Ramigüis estudiaran con nosotros. Y todo por el estúpido tratado de paz que hicieron con el gobierno.

Me cambié y tomé mi mochila cerrando de un portazo la puerta de mi habitación mientras los cuadros que estaban en las paredes del pasillo temblaban por la fuerza del golpe.

Caminé hasta la cocina y pasé por la sala de estar, en donde divisé a mi padre sentado, viendo las noticias en la gran pantalla plana que estaba en la pared.

—Los Ramigüis finalmente serán uno de nosotros. Al fin tenemos el gran privilegio de estar cerca de estos magníficos seres—habló la reportera a través de la TV.

Paso detrás del sofá en donde papá permanece sentado, pero su grave voz provocó que detuviera mi caminata abruptamente.

—¿Ya te irás a la escuela?—preguntó de espaldas.

—Sí, solo iré a tomar el desayuno—masculle mirando la televisión con desdén.

En ese momento aparecieron varias imágenes de los humanos y los Ramigüis trabajando juntos y actuando como si fueran amigos de toda la vida. ¿Quién diría que hace tan solo unos años éstos se odiaban a muerte?

—¡Logan!—chilló mi madre bajando de las escaleras y mi padre se cae del sofá al oír tal grito ensordecedor—¡La apertura del reino Ramigüis será el 02 de Junio!—exclamó con alegría, demasiada a mi parecer.

Sí, mi padre es Logan Parks, el más aclamado actor de cine en todo el mundo. Una leyenda de Hollywood. Normalmente suele ser una persona tranquila y amable, pero cuando tiene sus momentos de histeria, es mejor que se creen una fortaleza porque la guerra comienza con solo su primer grito.

Y mi madre, pues ella.... Bueno, es muy animada y ama a los Ramigüis como si ya los hubiera tratado un millón de veces, y apuesto a que ni siquiera a visto uno en persona en toda su vida.

—Pero faltan cuatro meses para eso—murmuró mi padre un poco ido.

—¡Pero esos meses pasan volando, cariño!—volvió a soltar otro grito de felicidad.

—No entiendo que le ven a esas cosas—gruñí y mamá me miró como si fuera el idiota más grande del universo.

—¡Son los Ramigüis más increíbles!—volvió a chillar y me cubrí los oídos al instante.

—Me dejarás sordo si sigues gritando—reclamé y ella resoplo fastidiada.

—Eres un aguafiestas—musitó sentándose en las piernas de mi padre.

—Jamás pensé ser lo contrario—volque los ojos yendo hacia la cocina.

Llegué a mi destino y noté que el lugar no estaba vacío.

Genial, también me toca lidear con el parásito de mi hermana.

Caminé hasta la barra en donde estaba mi desayuno y me senté sobre un taburete para comer en silencio. La castaña frente a mí me miró con el ceño fruncido, masticando de manera lenta su cereal mientras apretaba la cuchara y me observaba con los ojos achicados. No le presté atención. Ella es muy rara.

—¿No saludaras?—interpeló con enojo.

—Hola, Rachel—masculle llevándome una cucharada de cereal a la boca.

Experimento Suelto [Bilogía Experiment #2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora