Capitulo 44

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Capitulo 44: The Judge

Levanté la vista de los documentos que estaba firmando cuando oí un quejido. Elevé una ceja viendo como Venus tenía la mejilla roja, los ojos bien abiertos y la mirada puesta en la bebé entre sus brazos. Me mordí el labio para no reír, ya es la tercera vez que sucede en los dos meses que lleva Talasea con nosotros.

Nuestra niña tiene muchas cualidades desde que nació, y la fuerza bruta está entre esas. Pero su fuerza no es común, y como deidad en desarrollo eso se vio venir, lo que no intuimos fue que tal habilidad pudiera dañarnos incluso a nosotros. A Venus le dolió el golpe, así como la patada que me dio a mí ayer cuando trataba de cambiarle el pañal que casi me desencajó la mandíbula.

Y no debería.

Dejé mi trabajo de lado un momento para levantarme y avanzar hasta ella. Desde que Venus dio a luz se la ha pasado más pegada a mí que antes, y si no es así yo termino buscándola. Creo que no nos gusta compartir a la niña ni a ella estar separada de uno de nosotros, así que nos resulta mejor estar ambos con ella. Es un verdadero infierno cuando alguno tiene que cuidar a la bebé mientras el otro trabaja, separados. Ahora mientras yo hago lo mío Talasea succiona el pecho de su madre como si no hubiera comido en años, y de aquí cuando yo acabe ambos iremos al limbo para que mi esposa trabaje mientras yo atiendo a mi bebé. Compramos una mecedora, parece que así se evitan mejor los dolores de espalda de mi mujer.

—Trae el cortauñas, hay que aprovechar que está más quieta.

Asentí a su pedido. Chasqueo los dedos y en menos de lo que canta un serafín el bolso de gran tamaño en donde siempre están las cosas de Tili aparece sobre mi escritorio.

Y ahora a buscar entre tantas cosas un mísero cortauñas.

—¿Cómo era? —murmuré. Pañales, el biberón de su alimento y otro con agua, las manoplas para evitar que se lastime con sus propios dedos... De todo menos el dichoso cortauñas.

—Es rojo, Jungkook —ah ya me acordé—. Recuerda que el blanco lo has dañado.

—Se dañó solo.

—Cuando mientes tus pupilas se contraen.

—Maldición.

Lo encontré en uno de los tantos bolsillos, y ya sabiendo que cuando terminara de alimentarse le daría sed dejé listo el biberón con agua. Me coloqué de cuclillas entre las piernas de Venus, ella dejó de mecerse y como la bebé ya tiene sus ojitos cerrados procedí a tomar la manito que rasguña el pecho izquierdo para cortar sus uñas. Ya tengo dos rasguños en la nariz que sorprendentemente no han sanado.

A veces me preocupa, otras me da miedo mi propia hija y la mayoría del tiempo me enorgullece lo dañina que es su fortaleza, por muy malo que suene.

La mujer de cabellos negros y ojos rosados solo se quedó quieta, vigilando mis movimientos. Luego rió un poco cuando sin querer pellizco la piel del dedo de mi hija, me tenso y me lleno de culpa cuando sangre comienza a gotear. Pero es cuestión de segundos para que sane la pequeña herida, y lo peor —o mejor, no lo sé— es que Tili ni se inmuta.

—Soy muy malo para estas cosas —suspiré, más calmado.

—Lo eres.

Terminé con la primera mano, así que Venus despegó a la niña y se subió el escote del vestido. La cambió de posición colocándola en su hombro para dar suaves palmadas en su blanda espalda, y mi bebé dormida abrió un poco su boquita para dejar escapar el primer gas. Adoro ese sonido, es muy tierno porque luego se queja entre sueños. Aprovecho para comenzar con la otra manito.

Pero algo nos detiene.

—¿Qué...? —murmura ella.

Dejo todo de lado frunciendo el ceño, me levanto para mirar a Venus en busca de alguna explicación.

Moonchild: The Life |Jeon JungkookWhere stories live. Discover now