Epilogo

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El clima de aquel día se encontraba algo extraño, la pequeña niña que caminaba tomada de la mano de una mujer bastante rara apretó sus deditos cortos alrededor de la mano adulta ante el sentimiento de confusión y curiosidad causada por lo desconocido. Llevaba días sintiéndose mal, como si su estomago estuviera enojado con ella y amenazara con hacerle vomitar de manera abrupta y dolorosa. La infante de cabellos negros tan largos como su túnica roja caminaba tan rápido como sus piernitas le permitían, estando descalza sus piecitos ni se veían, y es que la túnica era demasiado grande para ella ¡Arrastraba por todas partes! Se manchaba con tierra. No obstante, no le molestaba, la tierra era de todo menos algo malo. Y embarrarse de ella no tenía que ser motivo de escándalo, no tenía que llamarse suciedad a algo tan puro e increíble.

La mujer cuyos cabellos café claro de puntas verdes se balanceaba con cada paso, caminaba un tanto apresurada rodeando el arroyo que dividía a esa parte del bosque. Si bien aquella tierra que años más tarde sería bautizada como Nazaret era más desierto que otra cosa, el bosque verde parecía llevarlas a otra dimisión, pues es que se notaba tan vivo y frio que no parecían estar en el mismo lugar. A medida que caminaban los animales se acercaban para observar, y es que no todos los días se podía contemplar a tres diosas caminar a la par por ahí, bendiciendo con sus pies descalzos el camino que pisaban.

Lyra, la niña de cabellos bonitos y ojos tan rosados como esos diamantes difíciles de conseguir, parecía muy contenta a pesar de la confusión por no saber en dónde estaba, y con cada paso que daba rosas rojas crecían rápidamente, formando un pequeño sendero como evidencia de que ella había estado ahí. A su lado otra niña un poco más alta, de cabellos azulados y mirada filosa; Eva, la hija legitima de la madre tierra, se movía con seguridad ya conociendo los terrenos creados por la voluntad de su madre. Encabezando como una guía estaba esa mujer, la de los vestidos rotos hechos con seda y alas de mariposas. Sobre su cabeza una corona de plumas de aves diferentes, sujeta con lianas y raíces, también con incrustaciones de huesos y piedras preciosas bien pulidas. Más atrás, a dos metros de distancia, una serpiente verde esmeralda y una liebre blanca les seguían el paso, escoltando a sus niñas.

El cielo se pinto de gris oscuro, y conforme se iban acercando se oscurecía mas y mas. Lyra apretó sus labios rojos y pequeños, observando con esos grandes ojos como de repente ya no era gris, sino naranja, un naranja intenso.

¿Qué estaba pasando? No lo entendía.

—¿A dónde vamos, madre? —preguntó la pequeña con voz delicada y aguda.

—Como soberana de las vidas de todos, debes de saber hasta el detalle más pequeño relacionado a tu función —contesto la mayor sin soltar su mano— ¿Sabes lo que es el alumbramiento, Lyra?

La pequeña lo pensó haciendo un puchero, no estaba muy segura. Gael le había hablado sobre el tema pero en ese momento estaba distraída matando hormigas, así que no le prestó atención a su pequeño conejo-ángel.

—No, señora, pero he estado estudiando y... Es un poco complejo para alguien como yo, mis disculpas.

—Por eso es preferible que lo veas, las letras no son suficientes para aprender —la vista de la mujer se dirigió a la segunda niña, la cual de brazos cruzados parecía de mal humor— ¿No es así, Eva?

—Lamentablemente, de los traumas se aprende —murmuró ella, tosca.

—¡Eva! —Reclamó— El alumbramiento es un proceso maravilloso del cuerpo femenino, no te permito que te expreses así.

—Es horrible, empezando porque no dejan de gri... ¿Oyes eso?

Lyra realizó una mueca, claro que lo escuchaba. Esos gritos estaban atormentando a sus sensibles oídos. Caminaron aun mas rápido, y al llegar al sitio ambas niñas vieron con asombro el lugar tan maravilloso. Gaia se les adelanto saludando con inclinaciones y sonrisas a todos los presentes, y es que en espera de su llegada nadie se detuvo a saludarla con demasiadas formalidades. Las niñas se quedaron en su sitio, observando todo el panorama; los arboles más altos del bosque torcidos en un arco estaban completamente vivos, cosa extraña debido a que siempre se encontraban secos. El suelo de arena y césped verde tenía pétalos de distintas flores esparcidos como decoración. Ramas, tres camellos, un caballo blanco, un cachorro de león jugando con una oveja, una ternera negra y una cabra saltarina. Tres hombres, parecían reyes... ¿O magos? Lyra no estaba segura, pero llevaban consigo lo que parecían ser regalos. En el centro de todo estaban dos personajes, y ante sus ropas y apariencia la pequeña Samsara no tuvo que pensar mucho para notar que se trataba del señor sol y su señora luna.

Moonchild: The Life |Jeon JungkookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora