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Un nudo en mi garganta se formó, obligándome a respirar con dificultad.
No podía estar pasando esto, yo no podía ser un ser tan miserable, pero así era, con el corazón ahora en la garganta, mi mirada regreso hacia quien debía de haber sido mi figura paterna, pero gracias a Melín no era sí.

Sus ojos reposaban en los de Severus que estaba a mi lado, ese ambiente era tenso. Aunque sólo podía ver cómo miraba mi padre a Severus, era más que obvio que estaban mirandose con cierta desaprobación. Y tal y como mi madre me había enseñado en un pestañeo mi rostro se volvió imparcial y me llene de indiferencia.

–No es que me agrade interrumpir, pero creo que debería estar descansando– Ambos adultos posaron su mirada en mí. –Pero, por favor, no se detengan, pueden continuar dialogando, pero que sea en otro lugar– Use la voz más calmada que pude, aunque siendo sincera tampoco tenía ganas de discutir, solo volvía a la cama y me cubrí mientras le daba a ambos la espalda.

Un suspiro cansado resonó en la habitación, pero supuse que se irían en algún momento, por lo que no voltee a verlos. Unos segundos después y unos pasos se dirigieron a la puerta, está se abrió y salió la persona que estaba.

Pero un peso en mi cama fue la responsable de mis ojos en blanco y mi mal intento de fingir dormir.

–Lo siento tanto...– El susurro me hizo contener el aliento y sentí mis ojos llenarse de lágrimas.

Una mano tomo la mía y aunque al principio me tense demasiado, me obligué a mi misma a relajarme. Unos leves sollozos llenaron la habitación.

–Perdoname, perdoname, te lo suplico– Sentí mi pecho estrujarse, sabía muy bien que mi padre amaba a mi madre con locura, un sabor amargo sentí en mi boca. Siempre la prefirió a ella, siempre estuvo sobre mi para él.

La apatía se sentía necesaria, pero la lastima y la pena eran mucho más grandes. A fin de cuentas la persona que tenía en frente de mi era nada más y nada menos que mi padre.

–Detente...– no reconocí ni mi propia voz hasta ya pasados varios segundos, y solo fue por qué los sollozos detuvieron, pero dejaron en su lugar unos hipidos.

–¿E-estas desp-depierta?– La voz de mi padre tan entrecortada me hizo estremecer.
–Sí...– ¿Podrías irte? Eso era los que quería decir, pero mis palabras se ahogaron en mi garganta.

–¿Co-como estás?– Sentí como la pregunta quedaba en el aire, pues Severus lo obligó a retirarse.
Regresando el horrible sonido del silencio y el miedo de la profunda soledad cuando las luces se apagaron.

Nadie podía negar que Draco era una persona un tanto difícil, por ello a Harry siempre le había parecido que su pequeño crush sería solo eso, un amor no correspondido. También debía de confesar que siempre amaba discutir con él, amaba el color rojizo que se formaba en sus lindos cachetes cuando esté terminaba gritando.

Draco siempre se le había presentado con un ser inalcanzable, intocable...
Tan perfecto.
Aunque lo hacia sentir sucio, Draco era un todo en su vida, se le estrujaba el corazón solo de recordar las tontas peleas, aunque eran estas mismas las que le llenaban el corazón. Pues por ellas sabía que Draco también lo tenía presente, no de la forma en la que le hubiera gustado pero era mejor que nada.

Harry sabía que la manera en la que empezó su relación era bastante curiosa, pero para él, fue profundamente romántica y muy erótica. No estaba orgulloso, por supuesto que no, prácticamente había abusado de Draco.

Y además aunque su "relación" había avanzado bastante rápido, él sentía que había sido muy natural, podía jurar que ambos habían pasado fantaseando con lo mismo por bastante tiempo. Esto le hacía sentir un poco idiota, pues de haber sabido que Draco también sentía algo por él, se habría lanzado a por él mucho antes.

Luna quiere ser madreWhere stories live. Discover now