Capítulo 2.

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—¿Siguen aquí? ¿Por qué no se marchan? —protestaba la tía abuela de Juliana en la puerta de la cocina, mirando a los turistas que cantaban al otro lado del restaurante.

—Están pasándolo bien —respondió Juliana esbozando una sonrisa.

Su tía se volvió hacia ella con las manos en las caderas.

—Ya veo que te hace mucha gracia.

—Lo siento, no puedo evitarlo.

Pero no eran solo las canciones de los turistas lo que hacía sonreír a Juliana. La verdad era que desde que llegó a Monte Saint—Michel dos días antes no había dejado de hacerlo.

Iba a quedarse con su hijo.

Había pensado que era un sueño imposible, pero ese sueño se había hecho realidad. Podía quedarse con su hijo para siempre, pensó, haciendo un alegre bailecito.

«Somos una familia, cariño. Tú y yo».

—¡No bailes en medio de mi restaurante! —exclamó su tía Odette, escandalizada. —¿Estás borracha?

—Borracha de felicidad, tatie —respondió ella, dándole un beso en la mejilla.

—Mi hermana no debería haberse marchado a América —protestó su tía, intentando disimular una sonrisa. —¡No te han enseñado a comportarte!

Juliana soltó una carcajada. Se alegraba tanto de haber ido a visitarla. Odette Lancel era la propietaria del restaurante de tortillas más popular de Monte Saint—Michel, el pueblo—isla bajo la abadía medieval, una enorme fortaleza construida sobre una roca.

Al principio, Odette no se había mostrado precisamente contenta al ver a su sobrina soltera y embarazada. Había dejado bien claro que, en su opinión, era una tonta por haber quedado embarazada para otra pareja y una ingenua por pensar que podría criar sola a su hijo.

«Un niño necesita a su familia, ma petite», le había dicho. «Tú lo sabes mejor que nadie porque tuviste una infancia feliz. Tus padres se adoraban y te querían con locura».

Recordar a sus padres hizo que Juliana perdiese brevemente la sonrisa. No quería recordar a sus queridos padres o la felicidad de su hogar perdida para siempre.

Por su culpa.

Chiara Carvajal, la elegante mujer italiana a la que había conocido en San Francisco, también había fallecido. Qué tragedia morir de ese modo, pensó. Y, al parecer, su matrimonio no era un matrimonio feliz en absoluto. Al contrario, era un fracaso.

Chiara había muerto con su amante, engañando a su esposa, después de haber engendrado un hijo sin el consentimiento de Valentina Carvajal... ¿para obligarla a divorciarse?

Todo aquello era un desastre y Juliana se alegraba de poder criar a su hijo lejos de los Carvajal, sin dramas, en un hogar lleno de amor.

—El niño necesita a su otra madre —le dijo su tía por enésima vez.

—Ya, pero es imposible. La madre de mi hijo es...

«Guapísima, sexy, poderosa».

Juliana sacudió la cabeza, intentando apartar esas imágenes de su mente.

—Valentina Carvajal está de luto por la muerte de su esposa y no tiene el menor interés en criar a un hijo del que no sabía nada.

—De todas formas, también es responsabilidad suya. Al menos, tendrá que ayudarte económicamente.

—No quiero su dinero —dijo Juliana, irritada.

—¿Por qué no? —le preguntó su tía, con el ceño fruncido. —Tu sueldo de recepcionista no es una fortuna precisamente.

Deseo y Temor |JuliantinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora