Capítulo 8.

3.2K 322 9
                                    

Valentina nunca había sentido nada parecido. No sabía que existiese tal placer y había tenido que hacer un esfuerzo sobrehumano para contenerse desde que empezó a acariciarla.

Cuando le quitó el vestido de novia, cuando tocó su cuerpo desnudo, cuando Juliana la tocó por primera vez, envolviendo su miembro con la mano.

Nada la había preparado para aquello.

Mientras le hacía el amor, experimentaba emociones intensas. Aunque era virgen, no había barrera física, solo olas y olas de placer mientras se enterraba en su estrecha y húmeda vaina.

Sentía como si también para ella fuese la primera vez, pero no era solo por el largo periodo de celibato.

Era como si nunca se hubiese acostado con una mujer.

¿Por qué? ¿Era porque Juliana estaba esperando un hijo suyo? ¿Era eso lo que causaba tan abrumadora reacción?

No, era más que eso.

Era ella.

Desde el momento que la vio, tan insegura en el salón del palazzo, había deseado a Juliana. La había deseado por su belleza, por su candidez.

Y ahora era suya para siempre.

Apoyando las manos en el colchón, se enterró en Juliana profundamente y dejó escapar un gemido. El intenso placer hacía que le costase respirar, pero empujó de nuevo una y otra vez, sabiendo que estaba a punto de perder el control, que estaba a punto de explotar.

Cuando oyó a su esposa gritar de gozo, cuando sintió que clavaba las uñas en su espalda, tuvo que cerrar los ojos y hacer el mayor esfuerzo de su vida para no dejarse ir. Quería que durase, maldita fuera, quería llevarla al orgasmo infinitas veces. Quería que su noche de bodas fuese un interminable momento de pura felicidad.

Pero sabía que no podría aguantar mucho más. Juliana recibía sus embestidas levantando las caderas y Valentina estaba tan cerca...

Abruptamente, se apartó para tumbarse y colocarla sobre su torso. Tal vez si cambiaba de postura... Juliana vaciló y Valentina temió que no quisiera tomar la iniciativa. Tal vez era demasiado inexperta y tímida.

Tal vez esperaba demasiado.

Pero entonces Juliana tomó aire y fue empujando poco a poco hasta tenerlo dentro del todo.

Y fue entonces cuando Valentina estuvo a punto de desmoronarse. Había pensado que en esa postura sería más fácil aguantar, pero ver a su esposa moviéndose sobre ella, sus pechos bamboleándose lascivamente de un lado a otro, era casi insoportable.

Con los labios abiertos y los ojos cerrados, su rostro iluminado por la suave luz de la luna que entraba por el balcón mientras le montaba cada vez más rápido, Juliana gritó de nuevo con más fuerza que antes y Valentina se agarró al colchón hasta que sus nudillos se volvieron blancos para no dejarse ir... pero no aguantó mucho más. Unos segundos después, cuando ella lo enterró en su interior hasta la raíz, dejó escapar un grito ronco que hizo eco en las paredes de la habitación.

Valentina explotó y su alma se rompió en mil pedazos. Apenas notó que Juliana se tumbaba a su lado, exhausta. Apenas notó que se abrazaban en una maraña de brazos y piernas sudorosas.

Después, cuando su cerebro volvió a funcionar, recordó dónde estaba. En el palazzo, y aquella era su noche de bodas.

Ella tenía los ojos cerrados y respiraba suavemente. Juliana estaba dormida y Valentina nunca había estado más agotada. No le quedaba nada.

O eso pensaba hasta diez minutos después, cuando se excitó de nuevo al notar el roce del delicioso trasero contra su entrepierna. Ni siquiera cuando era adolescente había sentido aquel deseo incontenible. Por Juliana, su mujer. Para siempre.

Deseo y Temor |JuliantinaWhere stories live. Discover now