1. Fijación

9.8K 240 131
                                    

Aviso +18.

—¿Querés cobrarme algo que no hice pa qué? ¿Pa no dejarme ir? Sos patética.

—Estás cagado del susto, Charly.

Yeimy se había acercado tanto a él que podía sentir su aliento sobre su cuello. La respiración de Charly se aceleró, llenándole de rabia. Odiaba a Yeimy Montoya por haber intentado cagarle la vida, pero odiaba más el efecto que ella aún tenía sobre él. Tamy Andrade era lo único en lo que había pensado en las últimas semanas, la mujer que le había hecho sentir lo que ninguna otra.

Tal vez fuera su manera de jugar con él, de provocarle hasta que no pudiera más para luego alejarse, lo que le había fascinado y la había convertido en un desafío. Tal vez fuera su olor, su piel, sus labios. Hubiera dado todo por que Tamy estuviera tan dispuesta a entregarse a él como lo había estado Yeimy en el pasado.

Pero ya no. Tamy había elegido traicionarle, y no quedaba más que odio entre ellos.

O eso trataba de decirse a su mismo, porque tenerla tan próxima le hacía olvidarse de todas sus intenciones.

Estaba cerca de ella. Demasiado. Tanto, que sus labios rozaron los de Yeimy. Sintió un escalofrío al notar su respiración sobre ellos. Casi como en un reflejo, se inclinó hacia delante y comenzó a devorar su boca. Un beso acelerado, al compás del latido de su corazón, intenso y hambriento.

No tenía sentido. Odiaba a Yeimy. Quería vengarse de ella, hacerle pagar por sus mentiras. Quería destruirla antes de que ella se lo hiciera a él. Pero en ese instante necesitaba seguir saboreando sus labios, sintiendo su piel. Apenas un gesto había bastado para convertirlo de nuevo en un juguete de Yeimy Montoya.

Ella tendría que haberse apartado, haberse marchado de ahí. Despreciaba a Charly y sus besos la asqueaban. Pero por alguna razón se quedó paralizada. A duras penas logró que sus manos reaccionaran y subieran hasta posarse sobre el pecho de Charly. Era tan fácil, solo tenía que empujarle e irse. Pero, como si su propio cuerpo no la obedeciera, sus dedos fueron escalando hasta terminar sobre las mejillas del hombre que tenía frente a ella. El hombre que le había cagado la vida. El hombre del que había prometido vengarse durante 17 años.

Y sus manos sujetaron su rostro con fuerza mientras se acercaba aún más para profundizar el beso. Sintió como los brazos de Charly rodeaban su cintura, y ella entrelazó los dedos detrás de su cuello mientras tomaba impulso y sus piernas acababan alrededor de las caderas de este.

Él la sujetó firmemente por los muslos y comenzó a caminar hacia el escritorio. Sentó a Yeimy al borde y separó sus labios un instante para inclinarse hacia delante y barrer con el brazo todo el contenido de la mesa hacia el piso, dejando que decenas de folios flotaran en el aire y cayeran entre medias del resto de objetos como si un huracán hubiese pasado por aquel despacho. Charly volvió a besarla rodeando con un brazo la espalda de Yeimy mientras apoyaba la otra mano sobre el escritorio, girando y bajando suavemente el cuerpo de esta para tumbarla a lo largo de la mesa.

—No —susurró Yeimy.

Charly se separó lentamente y la miró en silencio, como si la magia del momento se hubiera roto. Rio con los dientes apretados antes de apartar la vista, pero Yeimy le sujetó la mandíbula y volvió a besarle al tiempo que se ponía de pie, girando hasta que el cuerpo de Charly quedó entre el escritorio y ella. Presionó sus caderas contra las de él y Charly se sujetó al borde de la mesa, como si quisiera sostenerse porque sus rodillas no fueran capaces de hacerlo.

La noche previa a la muerte de Manín había sido una de las peores de su vida. Le había asqueado dejarse utilizar por Charly para obtener información. Pero sentir que tenía el poder sobre él, sin estar obligada ni sometida, le producía cosas muy distintas. Sabía, al menos en ese momento, que la mente y el cuerpo de Charly le pertenecían.

Será mi perdición (Charleimy)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora