34. Gracias, Charly

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—¡Charly!

Yeimy se lanzó hacia él y se dejó caer de rodillas a su lado. Antes de tocar la tierra sus ojos ya estaban inundados en lágrimas.

—Charly, por favor, despertá —suplicó.

Le acarició las mejillas, pero él no reaccionó. Movió su cabeza con las manos esperando que abriera los ojos, que le diera cualquier señal de que estaba bien, y todo fue inútil.

—¡Deme su chaqueta! —gritó al policía.

Tomó la prenda, hizo una bola con ella y presionó la herida para que dejara de salir sangre. No tenía idea de qué hacer en esos casos, solo estaba desesperada. El viento frío de la mañana azotaba sus brazos y su pecho, pero no le importó. Nada le importaba en ese momento excepto Charly. Con una mano apretaba la herida y con la otra le acariciaba el rostro, apartándole el cabello de la frente. Parecía que solo estaba dormido. Se limpió las lágrimas con el antebrazo cuando se dio cuenta de que apenas podía ver a través de ellas.

—Yeimy... —escuchó a Juancho acercarse por detrás, posando la mano en su hombro, y le faltó tiempo para quitársela de encima.

—¡Marchate! —gritó sin girarse—. Marchate, porque como le pase algo a Charly... —ni siquiera fue capaz de terminar la frase.

Juancho se alejó mientras el agente cogía a Charly entre sus brazos y le llevaba a la parte trasera del carro. Yeimy se subió con él, apoyando la cabeza de este en su regazo mientras seguía presionando la herida. Sus manos estaban húmedas y tintadas de rojo.

—Charly, no podés dejarme, te lo prohíbo —sintió las lágrimas recorriendo  de nuevo sus mejillas—. Aún me tenés que enseñar a cocinar, quiero hacer tantas cosas con vos... Charly, por favor, volvé. Vamos a tener hijos y vamos a ser muy felices y vos vas a ser el mejor papá. De hecho seguro que te van a querer más a vos porque sos mucho más divertido que yo —rio levemente— y me pondré celosa y nos enojaremos, pero luego vos me harás algo rico de comer y me pondrás esa carita que ponés siempre que querés salirte con la tuya. Y lo conseguirás, por supuesto, porque sabés que me tenés a tus pies —terminó su frase en un sollozo y se inclino para besarle la frente—. Charly, por favor. Te prometo que siempre te dejaré escoger la película cuando vayamos al cine. Te necesito, por favor, regresá. Lo que te dije... No iba en serio. Vos no sos un mostruo, vos sos el amor de mi vida. Te amo, Charly, por favor, perdóname, te amo —enterró la cara en su otra mano, incapaz de dejar de llorar.

Juancho, por favor, no vale la pena. No te ensuciés las manos por este hampón. Mi pez, no dejés que te provoque, sabés que es un manipulador.

Recordó las últimas palabras que había escuchado Charly de sus labios, todo lo que le había dicho a Juancho para que bajara la pistola mientras su corazón se encogía al ver al hombre al que amaba apuntado por un arma. No le importaba lo que se habían dicho minutos antes, lo único que deseaba al verlo en peligro era correr a su lado, abrazarle y saber que iba a estar a salvo.

Pero nada valió la pena, porque su peor terror se había hecho realidad y Charly se estaba muriendo. Tal vez ya estuviera muerto. Aquel pensamiento le arrancó tantas lágrimas que sintió que se iba a desmayar. Podía vivir sin Charly a su lado, ¿pero sabiendo que él ya no estaba? ¿Que se había marchando creyendo que ella le odiaba? No iba a ser capaz de soportarlo.

Sentía tanta rabia... Hacia Charly, por actuar como un idiota como hacía siempre y haberse puesto en el camino del arma. Hacia ella misma, por no haber podido protegerle. Hacia la policía, hacia el mundo... Y sobre todo hacia Juancho.

—Vaya más rápido —gritó, su voz entrecortada por el llanto.

Una eternidad después el carro se detuvo. Habían llegado al hospital. Gritó para que les ayudaran y pronto unos hombres llegaron y subieron a Charly a una camilla. Corrió tras ellos hasta que una enfermera la detuvo cuando estaba a punto de cruzar una puerta.

Será mi perdición (Charleimy)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora