35. Mi destino

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—¡Charly!

Doña Ligia entró con los ojos llorosos por la emoción y se lanzó a abrazar a su hijo.

—¡Amá! Cuidado, cuidado, la herida...

—Sí, perdón, es que estaba tan preocupada por vos... Nos tenías a todos muertos del susto.

—¿Y eso por qué? Ni que un pepazo pudiera acabar conmigo, aún queda Charly Flow pa rato —su sonrisa era cansada pero llena de orgullo.

—Ay, mi bebé, ¿qué te hicieron? —preguntó Ligia molesta y triste al reparar en las esposas.

—Nada, estoy bien. ¿Qué tal todo allá afuera?

—Deberías ver cómo está la entrada del hospital, todo lleno de periodistas y las fans locas esas que tenés.

—A ver, esperá, tomame una foto.

Sacó la lengua y estiró el pulgar y el meñique con la mano libre en alto mientras Ligia usaba la cámara de su celular. Luego Charly se metió desde este en sus redes sociales y la subió, junto a un:

Parceros, princesas, su rey está bien. Su apoyo me impulsa a seguir adelante, los amo!!!

Cuando acabó Ligia se sentó al borde de la cama.

—Yeimy...

—No hablemos de ella, ¿querés? —interrumpió, forzando una sonrisa para ocultar lo doloroso que era ese tema—. Yeimy y yo nos lastimamos mucho y sé que nunca podremos perdonarnos, cuanto antes pasemos esa página antes dejaremos de hacernos daño.

No iba a exponer a Yeimy y decirle que la única que no quería perdonar era ella. A fin de cuentas ambas eran las mamás de Erik, y no quería que hubiera tensiones innecesarias entre las dos.

—Creo que ella también entendió el mensaje cuando dijiste que no querías verla.

—Bien.

—Le diré a Erik y Vanesa que no saquen el tema cuando estén con vos.

—¿Y qué pasó con Juancho?

—No sé bien, le detuvieron pero pagó la fianza para salir.

—¿Qué?

Esperaba que no le hiciera daño a Yeimy. Ya había demostrado que era un maníaco y un peligro para la sociedad.

—Vos no te preocupés, tenés a un policía vigilándote, para bien o para mal.

Conversaron de distintas cosas durante largo rato hasta que la enfermera la obligó a irse. Solo de nuevo, sus pensamientos regresaron a Yeimy. Quería saber cómo estaba, pero tal vez sería mejor seguir su propio consejo y pasar página.

Erik y Vanesa fueron a visitarle al día siguiente y estuvieron jugando a juegos de mesa durante horas. Nunca había pasado tanto tiempo con ellos y trató de disfrutar de cada momento, sobre todo porque sabía que cuando le dieran de alta en el hospital ingresaría en la cárcel y aquello no se repetiría en mucho tiempo. Cuando se marcharon le dolía la herida de reírse tanto. Al menos la relación con la familia era lo único que andaba bien en su vida.

Era ya por la noche cuando una enfermera llegó para cambiarle el suero.

—Perdón, ¿podría tomarme una foto con usted? —dijo con nerviosismo antes de irse—. Mi hija es una gran fan suya.

—Claro, venga acá.

Sonrió mientras la mujer hacía un selfie de ambos. Estaba tan contento con el día que por primera vez no tuvo que forzar su expresión.

Será mi perdición (Charleimy)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora