𝟎𝟑. 𝐄𝐮𝐟𝐨𝐫𝐢𝐜𝐚

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❝Eran almas gemelas, no ella y él, sino ella y el dolor❞

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❝Eran almas gemelas, no ella y él, sino ella y el dolor❞

FLORENCIA, ITALIA - FIRENZE AMERIGO VESPUCCI
TIEMPO PRESENTE

Los ojos de él fueron lo primero que divisó la de ella, de un color rojo tan intenso, que eran absolutamente sorprendentes, y sin embargo una tristeza perduraba tras ellos. Anna lo notó de inmediato -¿cómo no iba a notarlo? había cargado con esa misma tristeza y soledad asfixiante durante los últimos dieciocho años.

Cuando Caius vio sus ojos mientras ella pisaba el suelo, todo su ser dejó de funcionar, no tenía palabras, ni pensamientos, nada que pudiera competir con el oscuro odio que obviamente ella sentía por él.

Sus miradas eran intensas, nadie hablaba una palabra, ni siquiera se daban un respiro. De no haber sido por el oído del vampiro, el silencio habría sido total.

Y así permanecieron durante un par de segundos, que fueron, sin embargo, los más largos que Caius había tenido que soportar.

—Anna...—finalmente exhaló, pero fue interrumpido por ella arrancando su mirada de la de él y solicitando que llegaran al castillo lo más rápido posible afirmando que podía oler la pena en su ropa, y era molesto.

Así que se dirigió al coche y ocupó un lugar en el asiento trasero, donde con una postura impecable, y una expresión tan fría como el hielo esperó a que se pusieran en marcha.

Caius estaba perdido, no había esperado mucho, pero. Almas gemelas o no. Ver a una chica que normalmente se podría describir como poseedora de un corazón con una capacidad más infinita que el propio universo, parecer tan fría, y despreocupada. Le inquietaba, lo que ahora le parecía una eternidad había visto una parte de su ser humano en la chica, que ahora había sido sustituida por la más fría de las actitudes que jamás había experimentado.

Aun así, subió al coche y decidió ocupar el asiento del copiloto, sin que le gustara especialmente el sentimiento de odio que irradiaba hacia él, ya que le resultaba inquietante, sobre todo viniendo de ella: una chica que, a pesar de todas sus rencillas, siempre había guardado un cariño hacia él en lo más profundo de su alma y, por tanto, de sus ojos. Por primera vez en más de 3.000 años tuvo miedo. Asustado de que ese cariño que una vez había sido, ahora desapareciera para siempre.

VOLTERRA, ITALIA - CASTILLO DE VOLTURI

La única cosa que Anna notó mientras caminaba por los pasillos del castillo, rodeada de guardias y por último pero no menos importante; Caius. Era que eran más anchos de lo que recordaba, tal vez porque había tenido una sensación tan intensa de casi ser tragada por completo pero las paredes la última vez que estuvo aquí, el pensamiento la hizo burlarse y murmurar un pequeño "patético" oh cómo odiaba a esa niña débil. la niña cuya compasión culpaba de haberla traído aquí.

Volvió a mirar a Caius que la seguía en completo silencio, parecía tan apático como ella. Anna era perfectamente ajena a la guerra que se libraba en su cabeza, a la culpa que sentía. La desesperación, y por nada del mundo la compartiría con ella, porque sabía que a ella no le importaría, y eso era probablemente lo peor de ser él en esos momentos mientras caminaban por los pasillos.

Llegaron a la sala del trono en un tiempo récord. Aro estaba sentado en su trono esperándolos cuando entraron. Caius envió una última mirada a Anna antes de retirarse a su propio trono.

—Bienvenida, mi querida Anna—exclamó Aro.— La inmortalidad se convierte en ti.

—Gracias maestro—respondió Anna con una voz tan fría que hizo que incluso Jane bajara la cabeza en señal de obediencia a la recién nacida

—Oí que creaste todo un espectáculo en Forks—Dijo Aro con una voz ligeramente divertida. Oh, cómo amaba el vampirismo y lo que Anna había hecho era un ejemplo perfecto de vampirismo en su máxima expresión.

Anna levantó una ceja y sonrió amenazadoramente.

—¿Y porqué te importa? Cubrí mi rastro, ¿no?—habló con valentía, lo que hizo que los guardias de las habitaciones abrieran los ojos de par en par, nadie le hablaba así a Aro, ni siquiera el propio Caius.

Aro soltó una risita—. Me gustas—dijo entonces.—Encajarás bien aquí con nosotros.

—Aro—dijo entonces Marcus. Como si quisiera recordarle algo al rey vampiro, pero Aro simplemente levantó la mano y le asintió.

—Todo estará bien. ¿No es así Caius?dijo volviéndose hacia su otro hermano, quien dio un movimiento de cabeza como para confirmarlo.

VOLTERRA, ITALIA - CASTILLO DE VOLTURI, SALA DEL TRONO

Latidos, muchos. A Anna le daban ganas de saltar y abalanzarse, pero mantuvo su expresión imparcial. Se quedó esperando a que los humanos entraran detrás del trono de Cauis parecía casi tan impaciente como ella, y eso le gustaba de él, le excitaba ver que era, como ella, un monstruo que ansiaba la sangre, el dolor y la muerte.

Los turistas entraron en la sala, y Aro hizo su dramático discurso, antes de que todos los vampiros se abalanzaran, y allí mismo, en medio de la sala, estaba una chica, que no gritó, no intentó correr. Sólo miraba fijamente, y Anna supo entonces que ella quería esto: quería la muerte. Y Anna se la concedería.

Rompió el cuello de la joven con los dientes y dejó que la sangre corriera por su garganta, fue eufórico, el sabor, el alivio, casi tan eufórico como la dolorosa sensación de que el propio cuello de Anna se abriera y rezumara sangre. Le encantaba el dolor, se deleitaba con su sensación, le daba ganas de torturar y matar una y otra vez, no por la sangre sino por el dolor que ella misma sentía.

Incluso en la muerte, el dolor y Anna iban de la mano: ella lo necesitaba, lo buscaba igual que él la buscaba a ella. Eran almas gemelas, lo sabía. No ella y Caius, sino ella y el dolor, por lo que sólo podía esperar que el plan que tuvieran para devolverle las emociones no funcionara, porque ella deseaba ese dolor físico, lo anhelaba, más de lo que nunca había anhelado nada, y si recuperaba su humanidad, tendría que separarse de ella, y ahogarse en la culpa. Así que lo sabía: no dejaría que la destrozaran.








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Anna ya es parte de los Vulturi y ahora que Anna y Caius están juntos creerán que todo será color de rosa... Pero no queridas, con Anna y Cauis nunca será así, ¿o sí?








—Sam<3

𝐇𝐄𝐀𝐋𝐈𝐍𝐆 (𝟐) | 𝐂𝐀𝐈𝐔𝐒 𝐕𝐔𝐋𝐓𝐔𝐑𝐈Where stories live. Discover now