Q U A R A N T O T T O

556 46 15
                                    

Los ojos, dicen ser la puerta del alma.

A veces, las personas deben aprender a leer las miradas. Mientras algunos lo ven como algo inútil, los más expertos jugadores lo usan como defensa. ¿Acaso no es por ello que la mayoría de los jugadores de póker usan gafas oscuras?

La mirada puede ser la puerta del alma y las emociones.

Es por ello, que Alessandro se veía aterrado ante la presencia de su amigo.

Miraba en sus ojos algo oscuro —nada bueno se presagia de aquella mirada—. Lo estudiaba de cerca, como si no lo reconociera, como si enfrente de él, no hubiera más que un desconocido cualquiera. Donato jamás lo había mirado de aquella forma. Ni cuando le contó sobre sus sueños de Gianna, ni cuando lo encontró desnudo en su habitación.

Habían sido cosas tan comunes, que no había sentido que lo juzgara.

Hasta ahora.

Podría decirse que aquel había sido su único amigo, su único confidente..., la única persona en que podría confiar. Ahora sabia que no era para nada así.

Su amigo le estaba ocultando cosas.

Alessandro jamás le culto nada —excepto su relación con Gianna—. Había sido transparente en todo momento sobre sus sentimientos, sus curiosidades y con sus mas íntimos secretos; ¡por que él era su amigo!

En cambio, el le ocultaba todo, a pesar de que aquello conllevaba a tratarse de él mismo.

¿Qué seria tan especial que no podía compartirlo con él?

El cambio de humor y de actitud de Alessandro fue palpable para las dos chicas y Donato mismo, pero ninguno de ellos trataba de preguntar sobre el asunto. Habían entrado al mismo cuarto en donde hace tan solo unas pocas horas Gianna y Alex se habían entregado en cuerpo y alma. Parecía irreal que todos estuvieran ocultos ahí, esperando a que el sequito de chicos peligrosos saliera de aquella "Reunión" en la que se habían enfrascado.

Gianna temía por aquella misma.

Y eso le resultaba tan frustrante a Alessandro, por que nadie le decía, absolutamente nada.

Viendo su rostro compungido, Donato tomo un fuerte suspiro y se preparo mentalmente para tratar de forma delicada con Alex. A pesar de todo lo que se venia en camino, no queria desacreditarlo o dejarlo a oscuras. Pero es que era tan inocente, que le resultaba muy dificil hacerlo.

—¿Cuánto tiempo crees que dure la reunión?—Pregunto Donato a nadie en específico.

Gianna negó.—No lo se, normalmente se tardan hasta al atardecer, incluso al anochecer. Suelen ser largas y cuando terminan, la mayoría de los chicos han bebido suficiente bubón para salir a trompicones y sus choferes los tomen para llevarlos a casa.

Beca rio.—Para ser adultos, todos se comportan como verdaderos idiotas. ¿Si quiera mi tío sabe que están aquí?

Gianna asintió.—Por supuesto que lo sabe, no es estúpido, lo que no entiendo es por qué no dice absolutamente nada. Por lo regular me llama y me dice que soy bienvenida pero que debo despedirlos, este silencio es...

—Abrumador.—Completo Alex mirándola.

Gianna le devolvió el gesto y endulzó su semblante. Podía sentirse aprendida, pero estar a su lado, estúpidamente la calmaba. No debía de haber calma en aquella situación. Ninguna.

Donato carraspeó.

—Si es tan raro como lo mencionan, ¿creen que sea algo muy malo? A decir verdad solo vine por Alex, trataba de llevármelo lejos—lo miro expectante—. Tan interésate sea el sentido de que estes aquí, había venido por ti para salir y dar un paseo. Algo así como Venecia.

Votos Prohibidos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora