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Agüita 🤭
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Y tan pronto como dijo aquello, se marchó de allí. Cuando él se dio la vuelta para mirarla no encontró más que un niño queriendo hacerse una foto. Sonrió, se frotó las manos nuevamente, y con tranquilidad, comenzó a andar entre la gente.

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Una semana después, salían del cine tomadas de la mano. Habían pasado un buen rato con una nueva comedia de estreno, se habían reído de lo lindo y lo más importante, habían estado juntas. Se mostraban encantadas de su cercanía, se robaban algún beso y se miraban con ojos iluminados. Amelia sugirió ir a tomar algo y Luisita aceptó encantada. Cuando se sentaron en aquel bar miraron a su alrededor como si de pronto la vergüenza hubiera hecho mella en ellas.

- Bueno - dijo queriendo mantener el clima de bienestar que tenían hasta ese momento – no ha estado mal para una cuarta cita – sonrió.

- ¿Cuarta? – Inquirió la rubia mirándola y entendiendo la mirada pícara que le devolvía – creí que era la tercera.

- No, de eso nada. Ds la cuarta, que las estoy apuntando – dijo claramente bromeando.

- Amelia, acompañarte al supermercado porque te pusiste muy pesada por teléfono no puede considerarse una cita – razonó.

- ¿Quién lo dice? – cuestionó.

- Pues no sé, pero seguro que no es una cita.

- Ya. cariño, ¿acaso existe un código correcto de citas? No - se contestó – por lo tanto, es una cita.

- Amelia.

- En serio, hubo de todo – sonreía – estuvimos juntas, tuvimos una conversación interesante.

- Si hablar sobre si es mejor elegir pechuga antes que muslo te resulta interesante...

- A ver, es que, entre pechuga y muslo – dijo mirándola de arriba abajo y mordiéndose el labio – para mí es muy difícil elegir entre una u otra, así que sí, era muy interesante saber tu opinión.

- Mira que eres tonta – no pudo más que reírse y darle un golpecito en el brazo.

- Y lo más importante: nos besamos, por lo tanto, fue una cita – concluyó.

- Está bien, tú ganas – cedió Luisita y la morena sonrió orgullosa – no sé como siempre te sales con la tuya.

- Umm, soy así de perfecta – elevó los hombros.

- Y muy creída – continuó.

- Eso también pero es parte de mi encanto - afirmó guiñándole un ojo.

Durante un buen rato, estuvieron tomando unas copas en aquel bar, hasta que viendo que se les hacía tarde,  camino a casa. Como pasaba casi siempre que quedaban, Amelia la acompañaba hasta su edificio y en la puerta se despedían con un beso.

La diferencia, esta vez, era que el beso no terminaba, que las ganas volvían a sus cuerpos y que de nuevo, revivían aquel día en la discoteca cuando casi perdieron la cordura.

Amelia había profundizado el beso hasta el punto de acorralar a Luisita contra la pared, bajo el hueco de la escalera. La rubia sin querer ser menos la abrazaba contra sí misma sin permitirle alejarse. Las manos comenzaron a vagar por sus cuerpos buscando piel que colonizar, las respiraciones, como aquella vez, comenzaron a sonar algo más inquietas y cuando Amelia dejó su boca para pasar al cuello, succionando cerca de la yugular, Luisita no pudo reprimir un gemido.

- Amelia - dijo sintiendo los mordiscos que iba dejando en su piel.

- Dime – dijo entretenida en su cuello.

La Reina RojaWhere stories live. Discover now