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Buenas noches!

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Dentro, Luisita se había sentado recogiendo sus piernas, apretando las rodillas contra ella y sin ser capaz de cerrar los ojos ni un instante. Aquello era una pesadilla, debía serlo y sabía que no lo era.

María llegó aquella mañana a Luna Security con la misma calma de siempre, con su café de siempre, su sonrisa de siempre y sus buen rollo de siempre. Y como cada mañana, lo primero que hizo al llegar a su despacho fue mirar el informe del día anterior. Y mandó un mensaje a su jefa para advertirle que ya estaba en la oficina.

Una vez leído el informe y tras firmarlo, lo dejó a un lado junto a un par de carpetas que más tarde llevaría consigo al despacho de Luisita. Abrió el correo electrónico y echó un vistazo a los balances bimestrales que le habían enviado desde el departamento de contabilidad.

- María menos mal que estás aquí – dijo uno de los empleados entrando de manera intempestiva al despacho.

- ¿Qué ocurre, Miguel?

- Pues es que estaba haciendo un control de rutina y generando nuevos algoritmos – decía nervioso mientras sacaba algunos folios de la carpeta que traía – y me he encontrado con esto – señaló un punto exacto del informe – este algoritmo no estaba y nosotros no lo hemos creado.

- ¿Quieres decir que…

- Que alguien ha entrado en el sistema – continuó sin dejar que María terminara de hablar – he investigado un poco más y el código se creó hace dos días.

- ¿Dos días? ¿Cómo es que no nos hemos dado cuenta?

- Porque quién lo ha hecho sabe lo que hace – continuó – es muy, muy, MUY bueno en esto – siguió diciendo – se saltó casi todos los cortafuegos, accedió al sistema de cámaras sin que el sistema lo detectara y cuando lo hizo, se escabulló sin dejar casi ningún rastro, solo este comando y lo he descubierto de pura casualidad.

- ¿A qué cámaras accedió? – dijo nerviosa sacando su teléfono.

- Eso es lo raro, que aunque pudo acceder a cualquiera solo se centró en una cámara del parking, luego el sistema detectó la incursión y se auto bloqueó – contestó nervioso.

- ¿Qué cámara del parking, Miguel? – apremió llamando por teléfono sin obtener respuesta.

- Pues, a ver – revisó los documentos – la que está más al noroeste. Es una cámara fija y juraría que estaba inutilizada.

- Vale – tendió la mano para que le diera el informe – averigua todo lo que puedas de ese algoritmo, quién y para qué lo ha programado. Después elimínalo del sistema y quiero un informe detallado de cómo han logrado acceder hasta ahí.

- Ahora mismo – contestó saliendo raudo del despacho.

- ¡Joder! – se lamentó María llamando insistente al teléfono de su amiga.

“Hola, soy Luisita. En este momento no puedo hablar contigo. Llámame más tarde o deja un mensaje”.

- Venga, Luisita, contesta – protestó, colgando el teléfono y marcando de nuevo obteniendo, exactamente, la misma respuesta.

Llevaba en pie desde las seis y media de la mañana. No había dormido absolutamente nada, ni tan siquiera había logrado cerrar los ojos un instante. La culpa, los remordimientos y el miedo a no saber qué le pasaría a Luisita o qué podría ocurrirle a su madre no la dejaban tranquila. Tumbada en el sofá, con lágrimas en los ojos intentaba buscar una solución a todo aquello cuando recibió un mensaje de texto con una ubicación.

La Reina RojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora