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Buenas tardes, hoy capito tempranero

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-Está bien. Tú solo piénsalo, consúltalo con la almohada - dijo mirándola – realmente te necesitamos, Amelia – insistió – en dos días me pondré en contacto contigo para tener una respuesta.

TRES SEMANAS DESPUES

Disfrutaban de una comida de lo más agradable. Al final, se había decidido y la había llamado. No era nada especial, una simple comida, pasar un buen rato y volver a casa, una salida sana, sin intenciones de nada más y la verdad, es que estaba resultado bastante divertido. Clara era muy amable, simpática, chistosa y dulce. Se sentía bien con ella, sí, se sentía bastante cómoda.

-Jajajaja – reía por una de las historias que le estaba contando - ¿Y tú qué hiciste?

-¿Yo? Bah, nada – contestó –  le tiré la copa encima.

-Jajaja, así se hace - le dijo – que se enteren que cuando decimos que nos dejen es paz, es para que nos dejen en paz – sentenció.

-También hay quien es gracioso ¿eh?

-Sí, sí que los hay.

-Va, cuéntame tú – le dijo interesada – cuál es la forma más original en la que han intentado ligar contigo.

-Ehh, pues - bebió de su copa mientras lo pensaba y su rostro cambió de expresión – hubo alguien que usó estadísticas – dijo bajando la mirada.

-¿Estadísticas? – sonrió interesada – esa es buena, ¿cómo fue?

-La verdad es que no lo recuerdo demasiado bien – contestó mirándola un segundo – oye, ¿te apetece que vayamos a dar un paseo o al cine o…?

-Claro – secundó Clara sabiendo que había cambiado de tema descaradamente pero sin querer ahondar más en ello - ¿qué quieres ver?

-No sé – se encogió de hombros – vamos y allí decidimos - contestó mientras pedía la cuenta.

Pagaron y salieron del local, comenzaron otra conversación en la que Clara hablaba y Luisita reía. En un leve movimiento, Clara tomó la mano de la rubia entre la suya. Luisita quedó parada, miró sus manos unidas y simplemente sonrió para continuar andando juntas.

En el otro extremo de la calle, a unos cien metros, Amelia bajaba la mirada, escondida en su coche, mientras una lágrima caía por su rostro al verla de nuevo y una estaca se clavaba en su alma por descubrirla acompañada.

Tras pensarlo mucho y rechazar la idea mil veces entró en aquel pub donde sabía que trabajaba la misteriosa acompañante de Luisita. Sabía que no estaba haciendo lo correcto pero necesitaba verla, hablar con ella, saber con qué persona se estaba relacionando. Era consciente de que posiblemente no estaba actuando con la cabeza, pero sentía que tenía que hacerlo.

Había entrado, desde que las viera, en una lucha encarnizada con sus celos y aunque se había calmado aún tenía la necesidad de comprobar cómo era aquella mujer. Tenía que saberlo, porque no iba a permitir que nadie nunca más volviera a hacer daño al amor de su vida.

Al entrar, el buen ambiente, el olor a alcohol y la música bañaron sus sentidos. Miró a la sala donde ya había gente bailando a pesar de ser temprano aún. Anduvo un par de pasos hasta internarse del todo en aquel lugar y finalmente miró a la barra. Allí, con una sonrisa leve, aquella chica servía un par de copas a una pareja. Se acercó y se apoyó en la madera quedando parada a la espera de que la atendieran.

-Hola, ¿qué te pongo? – le preguntó quedando frente a ella.

-Hola – la saludó – pues ponme un whisky con hielo y una rodaja de limón.

La Reina RojaWhere stories live. Discover now