CAPÍTULO 10

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—¿Ahora vas a decirme que ocurre?, ¿Por qué de la nada dejaste de llamar madre a Verónica? Y lo más importante ¿Por qué carajos estas huyendo?

¿Cómo podría explicarle por lo que estaba pasando?, ¿Cómo lograría decirle que todo este tiempo estuve viviendo a base de mentiras?

—Serafina yo...— me callé por un par de segundos —Veras yo...— no me atrevía a decirle la verdad ahora.

—Descuida Félix. No estas obligado a contármelo, cuando quieras contarme, hazlo— se pone de pie —iré a darme una ducha— comienza a caminar hacia una de las habitaciones.

Me quede pensando, o bueno, mi mente se quedo en blanco sin siquiera saber que haría o que le diría a Serafina. Me puse de pie y fui a instalarme otra habitación, desempaque todo y lo metí todo al armario que estaba junto a la cama y, al igual que Serafina, decidí en tomar una ducha.

Al terminar, salí y fui a sentarme al sofá para ver la televisión por un momento —¿Tienes hambre?— escuche a Serafina detrás de mí.

—Aun no, pero si quieres podemos pedir comida a la habitación.

—Buena idea— se sienta al lado de mi —Entonces pediré algo, ¿Qué se te antoja?

—Un Eisbein esta bien— agregue sin despegar la mirada de la TV.

Después de que terminara de pedir la comida, transcurrió algún tiempo para que alguien la llevara hasta la habitación. El timbre de la puerta fue tocada y seguido de eso una voz se escucho una voz —La comida que ordeno está aquí.

Serafina se puso de pie y fue a recibir la comida —Muchas gracias— agradeció y cerro la puerta. Llevo el carrito en el que habían llevado la comida hasta el sofá —aquí esta la comida, ahora hay que comer— buscó lo que ella había pedido y cuando lo encontró comenzó a devorarlo como si no hubiera comido en días.

Tomé lo que yo había pedido y comencé a comer mientras ambos veíamos la TV.

Cuando terminamos de comer ella se acostó en el sofá y tomo su celular —Serafina— la llame. Estaba dispuesto a contarle todo, me había mentalizado sus posibles reacciones y en la mayoría de ellas me idolatraría o tal vez me haría conseguirle una novia alfa.

—¿Qué sucede?— dejo el celular a un lado y poso su mirada sobre mí.

—¿Qué pasaría si te cuento algo extremadamente loco?— mire su reacción y su rostro reflejo un poco de seriedad.

—Depende que tan loco sea lo que me contaras— pone sus pies sobre mis piernas —Si es bastante loco, tal vez me explote la cabeza, pero si es un poco loco no pasara nada— ríe —Ahora dime ¿Qué esta pasando contigo?

—Veras— la mire serio —Cuando llegamos a Alemania me entere que yo no tengo lazos sanguíneos con Verónica.

—Ya veo, entonces ¿la odias porque te lo oculto?— se sienta correctamente.

—No la odio por eso, al contrario, le agradezco que se haya hecho responsable de mí, aunque no era su obligación.

—Entonces ¿Por qué huiste?

—Serafina, escúchame atentamente porque lo que escucharas ahora será increíblemente extraño

—Te escucho, habla.

—Serafina, promete creerme.

—Te creeré incluso si lo que me cuentas sea una mentira.

—Serafina, yo soy un licántropo— solté de golpe.

Ella solo se quedó pensando por un par de minutos mientras veía al vacío —No es verdad— se giró bruscamente a mí.

—Es verdad Serafina— la mire nervioso mientras esperaba un posible golpe de su parte.

Ella solo agacha la cabeza y comienza a reír —Vaya que esto si es una locura— me mira con felicidad.

Yo solo la miro nervioso —¿Serafina?— ella solo se acercó a mi oído.

—¿Vas a ayudarme a conseguir a mi alfa? ¿Cierto?— susurro en mi oído.

—Yo no conozco a mujeres alfas— trague saliva.

La Serafina que estaba frente mío era la misma Serafina que esperaba. Sabia que reaccionaria así, por esa razón no quise contarle nada.

Ella esta loca y aficionada con las mujeres alfas. Su mayor deseo es convertirse en la esposa de una mujer alfa, pero ¿Quién en su sano juicio querría algo como eso? Pues bueno, Serafina sí. Porque está loca, bastante loca.

—Por favor Félix, en tu manada debe haber muchas de esas mujeres.

—Yo no tengo una manada.

Serafina se acerco a mi y pego su cuerpo al mío. —Hazlo por tu mejor amiga. Ayúdame a encontrar a mi alfa.

AléjateIrina se sintió amenazada y en un movimiento involuntario avente a serafina lejos de mí.

Ella cayo al suelo y yo solo permanecí en mi lugar. Volteo a verme y se sorprendió —Tus ojos— se levanto —Se tornaron azules— sonrió y se sentó lejos de mí.

Si bien, el color de mis ojos naturalmente es de color café oscuro, pero supongo que cuando mi lobo sale se vuelven de un color distinto o eso es lo que leí en los libros que Serafina me obsequio.

—Lo siento, no quise aventarte.

—No hay problema, tu lobo se sintió amenazado. Tal vez es porque yo no soy tu mate y al acercarme así a ti él sintió que te estaba atacando.

—Respecto a mi lobo, su nombre es Irina, es una chica de cabellos blancos y es muy hermosa.

—¿Qué?— me miro algo confundida —Pero siempre es un lobo en el caso de los hombres y una loba en el caso de las mujeres.

—Yo también estoy confundido respecto a eso. Serafina, tiene un día y medio que me entere que era un lobo.

—Ya veo, debió haber sido algo fuerte para ti, pero sabes algo, yo te voy a cuidar y apoyar en todo.

—Te agradezco.

—No tienes que, para eso soy tu mejor amiga.

—Claro— le di una de mis mejores sonrisas —Ahora cuéntame, ¿Por qué viniste hasta acá si tus padres estaban molestos contigo?

—No tuvieron porque enojarse, sabes que yo les dije que me gustaban las mujeres desde un principio y romper mi compromiso con ese asqueroso chico no fue algo tan mal.

—Para tus padres si y mucho mas para tu padre quien quedo como un completo estúpido frente a todos sus conocidos.

—Yo había anunciado públicamente que me gustaban las mujeres. Lo que no entiendo es la necedad de mi padre en querer que despose a un hombre que no amo. En todo caso debió hacer un compromiso con una mujer en vez de un hombre— comenzó a reír al igual que yo.

—Tu padre jamás aceptara que te cases con una mujer, no mientras él viva.

—Bueno, pues ese será su problema, porque yo no me casare con un hombre jamás y ahora que se que en verdad existen los licántropos, no descansare hasta conquistar a mi alfa— se cruza de brazos y se hace la importante.

—Bueno y yo te ayudare a encontrarla.

Guardamos silencio y después de un par de minutos sonó el timbre de la puerta. Serafina se levanto a abrir la puerta y, vaya sorpresa, era mi madre con la abuela, mi padre y Charlo.

MI OMEGADonde viven las historias. Descúbrelo ahora