Reto después del desastre

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Aberración 

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Aberración 

Lo vi todo desde la ventana trasera. El coche incrustado en la carga del camión. Y sumaldita patente. Le ordené al Cojo que detuviera el auto y me acompañara a ver,pero él solo lanzaba excusas, alternando su mirada entre mi reflejo en el retrovisory su reloj de pulsera barato, reduciendo la velocidad sin detenerse. Me acerqué hacia suasiento y solté dos palabras en su oído. Lo tomé firme de los cabellos que adornanpenosamente la parte trasera de su cabeza y nos miramos a través del espejo. Cojito, para elauto o te re cago la vida; no me quieres ver contando lo que ambos sabemos, susurré. ElCojo Martínez se detuvo resignado.

Corrí. El auto aplastado estaba rodeado de gasolina. El conductor del camión estabade pie frente a mí, con los ojos bien abiertos y la vibra de un niño regañado, Yo no... le juroque no quise... ¡Le juro que no lo sentí venir!, gimoteaba en la oscuridad. Me acerqué a él. ElCojo gritaba que tuviera cuidado, él me vio venir y se tapó intentando desaparecer. Loabracé. Besé su cabeza, lo miré a los ojos y lo perdoné. Puedes irte tranquilo, anciano, tedisculpo... PER-DO-NA-DO. Sus labios dibujaron una sonrisa sincera que se desfigurórápido cuando mis dedos se enterraron en sus ojos y se los reventaron. El viejo solo atinó alanzar aletazos al aire y revolcarse en el suelo empapado. El Cojo miraba varios metros másallá, con esa cara pechoña que aborrezco. ¡¿Y si vienes y me ayudas antes de que llegue lapolicía?!, grité mientras le apretaba la garganta al viejo hasta silenciarlo. El Cojo vinocorriendo con su marcha defectuosa, ¡Vámonos rápido, hijita!, usted sabe cómo se pondrásu... Mi dedo índice dispuesto en forma perpendicular a mis labios fue suficiente para queagachara la cabeza y callara apretando las manos huesudas. Ayúdame a sacarlo de ahí, dijesin levantar la voz.

Juntos abrimos una de las puertas traseras e ingresé a buscarlo. Solo había un charcode carne y huesos triturados, nada con forma definida. Mati, ¿estás ahí?, excavé entre susvísceras buscando alguna parte aún viva, Mati, soy yo, Flor, ¿sigues con vida? Un gritoapagado, como sumergido en el agua, me alertó y excavé con más fuerzas lanzando sus restoshacia la calle. El grito se oía cada vez más claro y resultaba familiar. Sin poder mirar lo quehacía, iba palpando con mis manos hasta que lo encontré. Su cabeza, aunque separada delcuerpo que ya no existía, seguía despierta.

¡Florencia! A quien menos esperaba encontrarme, dijo luego de que le quité suspropios restos de los ojos y la boca. Imbécil, ya habrá tiempo para que me cuentes en queandas metido. Vámonos antes que se arme escándalo, sentencié.

Salí del auto con la cabeza de Matías entre mis manos y el Cojo seguía con su carita desanturrón minusválido. ¡Oye, Cojo! Él necesita un cuerpo para moverse, lo miré fijo yrespondió, P-pe..pero señorita, no puedo, su mamá me dijo qu...

¡Cállate, Martínez, aberración de mierda!

El grito de Mati volvió todo al silencio. El Cojo Martínez se sentó en el sueño a miderecha, cerró sus ojos y se quitó la cabeza, dejándola con cuidado junto a mis pies. Meacerqué y le puse la cabeza de Mati, asegurándome de que quedara firme y no se cayera conel ajetreo. Tomé la cabeza del Cojo que lloraba y la enterré entre la carne molida dentro delauto.

Será un intercambio temporal, dijo Mati cojeando.

 

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