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Camino descalza y por primera vez detallo mis pies, están pálidos, faltos de sol, faltos de sentir la vida, ellos sólo saben vestirse con zapatos costosos y pisotear el mundo. ¿Desde cuándo no sentía esas minúsculas partículas pegándose a la planta de mi pié? Me agacho y toco la arena, suave y libre, como yo quisiera ser, había olvidado esa maravillosa sensación.
Trabajé como desgraciada las veinticuatro horas del día por años, para nada, para otros. Lo tengo todo, sí, pero insólitamente no tengo nada. Parece que logré lo que pocos logran y muchos desean vivir mi vida, pero no saben que realmente mi vida es como este fósil de almeja. La abundancia superflua no llenó el vacío, más sí avivó mis ganas de ser lo que no soy.
Me senté para experimentar mejor el juego de mis manos con la arena escurridiza. Por mucho que intentaba sostenerla siempre caía, por un lado o entre los dedos, siempre huía de mí, así como se escabulle la felicidad de mi vida. Lo bueno siempre me evade. Y entonces me di cuenta que nunca aprendí a valorar lo que realmente valía, hoy lo veo aunque antes no entendía. ¡Pero es que si todo tenía un precio!, dar era un reflejo de recibir pues nada es gratis... al menos eso creía. Y esa fue la teoría con la que levanté este imperio y compré todo lo usable una y otra vez. Jamás entendí como cosas baratas podían llenar de satisfacción y felicidad a esa gente conforme y achantada.
Ahora quiero irme como esta espuma fría que me arropa los pies, que va y viene, así como mis entradas y salidas a las empresas donde dirijo el batallón millonario de mi infelicidad. La diferencia es que aquí no hay estrés, ni malagradecidos, ni llorones, ni interesados, ni estafadores, ni falsos amigos, ni ficticios amores, sólo es el vaivén de las olas agitadas por el viento. ¡Y se sienten tan bien!
Ganar tanto dinero me permitió llenarme de todo lo bueno, de los mejores lujos, de las mejores comidas, de la ropa de marca, pero desconocía que ambicionar tanto me convertiría en esto. Ahora sólo quiero flotar, ahora sólo quiero no pensar, ahora sólo necesito escuchar el consejo del mar. Sólo quiero hundirme en el olvido, igual nadie me extrañará, y olvidar lo que tarde aprendí, y saberme feliz aunque no vuelva a sentir.
