Bedsharing

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La vida tenía un ritmo alarmante. Bokuto sentía que cada día estaba trotando por una carretera en línea recta cuyo final no divisaba, ni habiendo recorrido el trayecto suficiente para desgastar sus suelas. Era doloroso continuar, pero incluso si no avanzaba, todo alrededor seguía yendo a una velocidad de vértigo, no habría podido detenerse aunque quisiera. Hasta ahora, no había aprendido a frenar. Las clases, los exámenes, los entrenamientos, el dinero de la beca; pasaban por delante de sus ojos tan rápido, aumentando cada vez.

Pero había momentos milagrosos en los que el compás disminuía y le otorgaba la oportunidad de respirar. Donde la vida, bajo esa perspectiva, no lucía tan frenética. Era un instante en que el silencio vaciaba una tranquilidad peculiar, cediendo el paso a los sonidos que en otras circunstancias no habría escuchado.

No sabía de poesía, pero sabía que Akaashi podría estar altamente relacionado con su significado. Había llegado de improvisto a su dormitorio, luego de una larga jornada de clases, porque su edificio quedaba más cerca que el suyo. Arrastraba los pies y urdía ese ademan que advertía que un dolor de cabeza se avecinaba. Le había pedido un café; en su lugar, Bokuto fue a prepararle un té. Al regresar, se había quedado dormido en su cama.

Bokuto dejo el café en su mesa de noche; donde meses antes la caligrafía de Akaashi en sus frascos de medicinas había abierto la puerta de los secretos cósmicos. Antes, los momentos de silencio fueron imperceptibles, reducidos al lapso en que sus pies pisaban la cancha. Desde entonces tuvo más ocasiones para mirar con calma lo que sucedía en torno a él. Casi había perfeccionado ese arte. Primero debía oír.

Se recostó a su lado, teniendo cuidado de no despertarlo. El crujido de su peso bajo las sabanas apenas se hizo presente. La vida se redujo y se redujo y se redujo hasta que el mundo estaba conformado solamente por su habitación. El resto del dormitorio no existía; ni los libros que tenía que estudiar o los apuntes que debía repasar, regados sobre una mesa ficticia de un universo aparte. Había dejado de correr; ahora estaba caminando a través de la quietud inexplicable que le proporcionaba Akaashi; el rostro de Akaashi, impasible como siempre pero relajado como nunca; las pestañas de Akaashi que barrían el polvo de sus mejillas y los labios de Akaashi que bufaban respiraciones.

Hacía frío. Arrastró la sabana hacia arriba y cubrió lo que pudo de ambos sin moverse de su sitio, dilatando ese intervalo de calma todo lo que fuera capaz. Buscaba todos los detalles que pudiera para recordar después, oasis en medio de la planicie eterna que debía retomar en cualquier momento.

Calló a su mente también. Redujo la velocidad de su respiración también. Cerró los ojos también. Era la primera vez que compartía cama con Akaashi. Por primera vez en mucho tiempo, la vida en realidad se detuvo.

Flufftober - Haikyuu! (Bokuaka)Where stories live. Discover now