Capítulo II

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El cielo estaba despejado, la primavera casi estaba llegando y el sol resplandecía en todo Daegu. Los cerezos estaban en flor y hacían el cementerio un poco más acogedor. Sin embargo, Mingyu parecía no prestar atención a estos detalles, mas porque eran cosas que, en aquel momento, no tenían importancia.

—Hola hyung —sonrió triste— ¿Cómo has estado? —su voz se quebró y sabía a la perfección que ya no había vuelta atrás. Miró al cielo intentando contenerse y mordió su labio para volver la vista a la tumba de Seokmin—. Se siente tan solo aquí. Se siente tan solo sin ti, hyung. —Dejó el ramo delante de la lápida y se sentó justo al lado, sacando seguidamente el helado que había comprado con la intención de comerlo allí.

Hubiese jurado el mismo día que Seokmin murió que su vida era un completo infierno, que simplemente existía para estorbar en la vida de las personas, que todo acaba mal si simplemente merodeaba alrededor de alguien. Sus ganas de vivir se estaban agotando, no porque las cosas fuesen de mal en peor, porque desde hacía dos años que no había cambios en su vida, sino porque, no tener a nadie y vivir con el miedo de arruinar la vida de alguien más si él entraba, lo mantenía completamente solitario. Podría contar con los dedos de la mano las personas que formaban parte de su vida. Podía hacerlo, porque nadie formaba parte de ella.

—Seokmin-ah, ya no quiero seguir aquí —sacó el helado de nata de su plastiquito y comenzó a comerlo entre lágrimas—. Llevo aguantando solo dos años, nada cambia, todo sigue igual, todo sería mejor si la abuela y tú estuvieseis aquí. Intenté contactar a mis padres, ¿sabes? —carcajeó irónico— cuando pregunté por su hijo, papá dijo que no tenían ninguno —miró nuevamente al cielo como si eso le hiciese parar de llorar—, dijo que no tenía ninguno —repitió con un tono de voz más bajo—. Yah, Seokmin-ah, ¿acaso yo nunca he existido? ¿por qué me veo como si arruinase la vida de todas las personas que están conmigo? Arruiné a mis padres, su carrera. Arruiné la vida de la abuela y vivió mucho menos de lo que lo hubiese hecho si no me hubiese acogido en su casa. Te arruiné la vida Seokmin, ¿por qué siquiera fuiste amable conmigo? Si tan siquiera no te hubieses acercado, tú seguirías aquí —rompió a llorar como si nunca antes lo hubiese hecho. — Tú no estarías muerto hyung, y me odio por eso, te juro que si pudiese cambiaría mi lugar por el tuyo, tú estando aquí, con las personas que te aman, y yo donde tú no deberías estar, porque nadie aquí me necesita —volvió a limpiar sus lágrimas una vez más y prosiguió hablando con la voz rota— porque nadie lo hace —suspiró e intentó calmarse por unos minutos. Guardó el palito del helado y miró el suelo para después acariciarlo.

Mingyu, por lo general, no solía llorar, pero hacerlo allí era la única forma de que nadie te preguntase por qué estabas haciéndolo. Allí era evidente. Miró su hombro al sentir algo en él y sonrió como pudo.

—Gracias hyung, por no irte incluso cuando no estás aquí —puso la mano en este como si lo estuviese tocando, como si lo estuviese viendo de nuevo, como si sintiese su apoyo, como si oyese esas palabras que siempre salían de su boca "no te rindas, no estás solo, yo estoy aquí". Se levantó del suelo y mantuvo el equilibrio por unos segundos. Hizo una pequeña reverencia y miró de nuevo la lápida. Suspiró y se despidió nuevamente.

Cogió el ramo que había dejado un poco apartado y se dirigió a la tumba de su abuela. Aclaró su voz y se secó las lágrimas.

—¿Abuela? —probó de nuevo— ¿Abuela? —Intentó aclarar un poco más su voz mientras iba hacia ella. Echó la vista al frente y sonrió. Anduvo decidido hasta llegar y se puso delante. —¿Abuela? Hola abuela.

Sonrió cuanto pudo. No le gustaba ir llorando a ella, quería que viese que él estaba bien incluso cuando, realmente, no era así. No quería preocuparla, así que, por lo general, era a ella a la que visitaba primero.

You're my hope [Meanie]Where stories live. Discover now