Prólogo

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El Sol caminaba alrededor del claro con rapidez. Los bordes de su dorada túnica estaban completamente sucios, llenos de barro y su aura iba aumentando de temperatura poco a poco.

En siete días se cumplirían dieciocho años de la desaparición de su única hija, Rapunzel, a la que había amado desde el primer momento en que vio su cabecita resplandeciente, asomarse. El Sol tenía muy pocos recuerdos de ella, ya que la misma noche de su nacimiento, fue secuestrada y nunca más supo algo de ella. La había buscado con desesperación, la había llorado, había visto la tristeza en el rostro de su madre, que se había sacrificado por ella.

Si Rapunzel hubiese sido como él, nada le hubiera pasado. Con solo imaginarse que alguien hubiese intentado secuestrarlo a él de niño, la risa subía hasta su garganta. Era difícil de explicar y más de entender, pero él había nacido de la nada misma y si había sido capaz de crearse de ese modo, era obvio que tenía un poder inimaginable. Pero, el Sol no quería que pasara lo mismo con su hija. Él quiso mantenerla atada al mundo mortal, quiso que su casa estuviera arriba y abajo. Por ese motivo, había buscado a la humana más hermosa y de mejor corazón y le había propuesto ser la madre de su hijo. Antes de que la mujer pudiera decir palabra, el Sol le advirtió que moriría en el parto, que una mortal no podría sosportarlo. A pesar de todo, la mujer aceptó y pasó un día entero con el Sol, rodeada de su calor. A los nueve meses, el bebé se preparó para nacer, al igual que su madre para morir. El parto fue asistido por él y por su fiel amigo, el Hombre de la Luna y fue la cosa más triste que había presenciado en su vida; el esfuerzo que había aplicado la mujer en el acto, había sido inimaginable, sus gritos de dolor, la bebé asomándose poco a poco, rodeada de llamas, quemando a su madre. Todo eso había hecho que ambos hombres lloraran y más al ver el cuerpo inerte de la mujer, pero luego, sus caras se habían iluminado al ver a la niña removiéndose entre las sabanas. Era la mezcla perfecta de sus padres, tenía el mismo rostro de ella, con sus ojos grandes y esmeraldas, su misma nariz pequeña, sus mejillas rosadas y esa perfecta sonrisa calma. Pero lo que más resaltaba en esa pequeña niña, era su largo cabello dorado, que sin duda era producto de su padre. El Sol decidió llamarla Rapunzel, palabra derivada de la planta del Rampion, que es una especie de enredadera, a causa de su largo cabello. Además de todo eso, la niña tenía otra característica especial, su cabello era mágico y con su poder, podía sanar a las personas.

Ese mismo día, se celebró una fiesta a la que concurrieron muchos seres, felices por la llegada de Rapunzel, pero esa misma noche, mientras el Sol despedía a los últimos invitados, la pequeña desapareció. No había rastro alguno de ella y aunque patrulló la zona, desesperado, no la encontró. Los siguientes dieciocho años, la buscó con desesperación pero nunca obtuvo noticias de ella. Cada noche, cuando él se retiraba, abatido, a los cielos, la madre de su hija se acercaba a llorar con él, lo que hacía incrementar su tristeza.

-¿No estás cansado de caminar tanto?-Preguntó una voz risueña a sus espaldas. Cuando el Sol se dio vuelta, se encontró con el Hombre de la Luna. Era imposible no reconocerlo, a diferencia de él, no usaba un cuerpo humano casi nunca, por lo cual, este no parecía envejecer mucho. Su piel emitía ese brillo plateado, característico suyo y sonreía con esa arrogancia que al Sol se le hacía difícil soportar.

-Hombre de la Luna...

-En serio, tu cuerpo está muy viejo, deberías dejar de usarlo tanto.-Dijo acariciándose el plateado y corto cabello.

El Sol bufó. El Hombre de la Luna era el único ser que parecía no respetarlo, pero llegados a este punto, no era de mucha importancia. A pesar de sus arrugas, su calva en el centro de su cabeza y su cabello y barba canosos y largos, el Sol se sentía muy joven y ni necesitaba de un cuerpo para demostrarlo.

-Dejame hablar.-Dijo el Sol con un tonto cortante. El Hombre de la Luna pareció entender que esto era serio y asintió.-Yo...-Su voz se quebró, le costaba horrores hablar.-No puedo soportarlo más. En siete días mi hija cumplirá dieciocho años, dieciocho años alejada de mí.

-¿Qué queres decir con eso?-Preguntó, con el ceño fruncido.

-El mundo que me arrebató a mi hija ya no puede existir, nada de lo que habite en él puede existir.

-¡Pero, señor! Es muy injusto para...

-¡Ya sé que es injusto para muchos!-Y es cierto, el Sol lo sabía, pero el odio había ido incrementando tanto, que no podía evitar sentir rencor por cada ser que habitaba la Tierra.-Pero se acabó, esto no va a seguir así ¡Todos serán castigados!-Su aura comenzó a calentarse más, de modo que el pasto que el pisaba, se quemó.

-Señor, tiene que haber un modo, tal vez se la pueda encontrar...

-Ya no hay nada que hacer, la busqué y no obtuve ni una pista.

-¿La madre de Rapunzel no la vio en el Mundo de los Muertos?-El Sol dudó, era cierto que la mujer no había visto a su hija en su Mundo. El Hombre de la Luna, al advertir la duda del Sol, replicó.-Si destruyes el mundo, destruirías a tu hija...

-¿¡Y qué sugerís que haga!?-Gritó el Sol, con los ojos llenos de lágrimas.

-Lo que yo sugiero es que me des un tiempo para encontrar a tu hija, tal vez pueda.

El Sol se volteó y dijo:

-No lo harás, pero si queres intentarlo, está bien. Quiero que Rapunzel esté antes del anochecer, dentro de siete días, acá mismo. Si no lo está, será el final de la Tierra.-Dicho eso, el aura del Sol comenzó a expandirse hasta ocultarlo y al instante, ya no quedaba nada más de él.

Ya solo, el Hombre de la Luna se llevó la mano a la cara, abatido. Si él no había podido encontrar a su hija ¿Cómo lo haría? Pero, entonces, cayó en la cuenta de algo, el Sol, al igual que él, tenía muchas obligaciones. El Hombre de la Luna no iba a tener mucho tiempo para buscarla y suponía que el Sol tampoco lo había tenido. Si había alguna posibilidad de encontrar a Rapunzel en siete días, era buscarla sin descanso y era obvio que él no iba a poder. Pero sus Guardianes, tal vez sí... Recordó a cada uno de ellos y al instante, encontró al perfecto: Jack Frost. Él tenía muchas obligaciones al igual que los demás, pero mientras repartía su Invierno, podría buscarla.

El Hombre de la Luna sonrió, sabiendo que aún quedaba alguna esperanza para la Tierra.

Holis!!!!!!! Aquí Vickyta!! Tal vez algunos me conozcan y para otros, soy completamente nueva!

Bueno, este es el prólogo de mi nuevo fanfic Jackunzel! Hace bastante que lo quería subir y por fin lo hago ahora :) Si alguna vez pasaron por mi perfil, habrán visto que también tengo subido otro crossover de The Big Four, si gustan leerlo, sería genial :)

Con respecto a las actualizaciones de este Jackunzel, no sé muy bien como serán, pero supongo yo que van a ser igual que mi otro crossover. Todo depende de mi estado de ánimo y mis ocupaciones con el colegio.

Bueno, creo que no me olvido de nada!!! Ojalá les guste este Prólogo y podamos disfrutar juntos el desarrollo de este Fanfic! Voten y comenten que les parece y obviamente se acepta cualquier crítica, mientras no sean insultos! Bueno, nos leemos pronto! Los quiero ♥

The Daughter Of Sun (Jackunzel)Where stories live. Discover now