Capítulo cuarenta y uno: Paciencia

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Lisa había descubierto que hacer ejercicio también en sus días libres tenía un montón de ventajas. Había ganado un nuevo kilo en músculo, su resistencia física había aumentado y estaba descubriendo lugares alucinantes en los que perderse un rato. Además, prefería oír su propia respiración, los graznidos de las gaviotas y los motores de los barcos, a las sesiones de sexo matinales de Wonho y su chica.

Lizzie había venido a pasar unos días con él.

Desde el primer momento, Lisa quiso guardar sus cosas y mudarse a alguna otra parte para que pudieran disfrutar de su intimidad; y no solo por ese motivo, ya que tras cinco semanas siendo la invitada de su amigo, había llegado el momento de que buscara su propio lugar. Sin embargo, tanto Wonho como Lizzie le hicieron prometer que no se marcharía. Ella incluso llegó a confesarle que se sentía más tranquila sabiendo que Wonho tenía una amiga como ella tan cerca. Así que, cuando no estaba en el trabajo, se dedicaba a correr y descubrir todos los restaurantes y puestos callejeros donde se cocinaba de toda la comida coreana.

Cerca del puerto de pescadores había encontrado unos dumplings dulces que te hacían la boca agua con solo olerlos.

Esa mañana compró uno de frutas rojas con salsa de mango y nata, y se sentó en el muelle a observar cómo los barcos regresaban a tierra. Seguía sumida en un estado de ánimo confuso y fastidiado. Echaba de menos a Jennie y el paso del tiempo no aliviaba esa sensación, al contrario. Todos los días luchaba contra el deseo de ir a buscarla para suplicarle que terminara con aquella agonía y le dejara volver a casa. Pero no podía. No le quedaba más remedio que ser fuerte y esperar, rezando para que ella diera el paso de ir a buscarle.

Para cuando terminó los dumplings y todos los barcos arribaron a puerto, ya era más de media mañana.

Jisoo le llamó entusiasmada poco antes del almuerzo. Tae y ella habían encontrado un coche clásico en un desguace a las afueras de Seúl y querían que se acercara al taller para verlo. Así que, sin nada mejor que hacer, pasó el resto del día con ellos.

Eran poco más de las nueve de la noche cuando llegó a casa. Lizzie y Wonho se encontraban en el sofá. Acababan de hacer palomitas y tenían un DVD sin carátula sobre la mesa.

—¡Justo a tiempo! —exclamó Wonho—. Venga, Lice, siéntate con nosotros.

—Paso, estoy cansada. Sigan con lo suyo.

—Vamos, Lisa, no has interrumpido ninguna cita. Ven y siéntate con nosotros. He preparado mojitos —dijo Lizzie con voz cantarina.

Lisa frunció los labios sin estar muy segura. Al final esbozó una sonrisa y saltó por encima del sofá hasta caer en medio de los dos.

—Vale, me han convencido. No puedo decir no a un mojito.

Wonho le dio al play y en la pantalla apareció un atardecer muy rojo sobre un lago, junto al primer nombre del reparto: Ryan Gosling. Rio para sí misma al recordar la conversación con Taehyung en el estudio de tatuajes. Dejó de sonreír.

—¿El diario de Noah? —inquirió.

—Sí —respondió Lizzie con ojos brillantes—. ¿Ya la has visto?

—No, pero tengo un amigo al que le encanta —replicó con un tonito burlón.

—La peli está bien, Manobal —comentó Wonho—. Aunque acabarás odiando a Ryan Gosling.

—No digas eso —refunfuñó Lizzie—. Su personaje es adorable.

Wonho puso los ojos en blanco.

—¿Qué te decía? El chico es guapo y se pasa toda la película haciendo cosas que vuelven locas a las mujeres.

—¿Como qué? —se interesó Lisa.

Quizá fuese el medio mojito que ya se había bebido, pero empezaba a sentir curiosidad por la película y el puto Ryan Gosling, o Noah, porque así se llamaba en la historia.

—Bailar sin música, tumbarse en medio de una carretera para mirar las estrellas, construirle una mansión, escribirle cientos de cartas. Y esto ya es la leche, un paseo en bote por un lago lleno de cisnes bajo la lluvia. De jodidos cisnes.

—Patos. Patos blancos —le corrigió ella.

—Sí, eso. —Abrió mucho los ojos—. Y de vuelta a casa la empotra contra la pared y echan el polvo de sus vidas. Los chicos normales no tenemos posibilidades por culpa de tipos como estos. Mis recursos solo dan para patitos amarillos en la feria.

Lisa se echó a reír con ganas, hasta el punto de doblarse hacia delante, abrazándose las costillas. Wonho acabó contagiándose y también rompió a reír.

Lizzie los miraba con una sonrisita divertida en los labios.

—Es una historia de amor preciosa. Deberían aprender en lugar de reírse.

Lisa no parpadeaba mientras en la última escena unas aves sobrevolaban el lago y los créditos ocupaban la pantalla. Wonho se había quedado durmiendo hacía rato, con la cabeza colgando hacia atrás, pero ella, pese a estar muy cansada, no había podido dejar de mirar la película. Dios, si hasta se había emocionado con el final.

—¿Qué te ha parecido? —le susurró Lizzie.

Ella se encogió de hombros.

—La verdad es que me ha gustado.

—Pues claro, los chicos siempre tienen muchos prejuicios con estas películas…

—Claro por eso Wonho se quedo dormido. Pero supongo que los chicos no son los únicos que pueden aprender de esto.

Lizzie rio bajito y le dio un codazo cariñoso.

—Muy bien, ¿y qué has aprendido?

—No sé, es una de esas historias que te infunden esperanza. La relación entre ellos es… Es un poco a lo que todo el mundo aspira, ¿no? A encontrar a alguien que nos quiera de ese modo, siempre, por muy difíciles que se pongan las cosas.

Lizzie sonrió y asintió al mismo tiempo. La miró de reojo.

—¿Y cómo es tu historia? —preguntó ella. Lisa le devolvió la mirada con reserva—. Tranquila, Wonho no me ha contado nada. Pero es evidente que no lo estás pasando muy bien y yo soy una metomentodo. ¿Te dejó ella o la dejaste tú?

—No es tan simple.

—Nunca lo es.

—Digamos que… Me pidió algo que yo no estaba segura de poder darle y rompió conmigo. Vivíamos juntas y tuve que marcharme. Por eso estoy aquí. —Sonrió sin humor— Poco después me di cuenta de que había sido una imbécil. He intentado arreglarlo, hablé con ella, pero han pasado dos semanas desde entonces y no he vuelto a saber nada.

—¿La quieres?

—Sí.

—Volverá contigo, ya lo verás.

—¿Cómo lo sabes?

—Es un pálpito. Ella es tu Allie y tú digamos que su Noah. Ya lo has visto, si dos personas están destinadas a estar juntas, eso es lo que ocurrirá. —Se inclinó y le dio un beso en la mejilla— Ten un poco más de paciencia.

Permanecieron en silencio mientras los créditos de la película seguían desfilando por la pantalla. Lisa se llevó la mano a la nuca.

«Paciencia.» Costaba un poco tenerla cuando se sentía morir con solo pensar en ella. Cuando su nombre se estaba convirtiendo en algo imposible de pronunciar sin notar dolor. Inspiró hondo, convenciéndose a sí misma de que podía hacerlo. Tendría paciencia, esperaría todo el tiempo necesario, si ella era el premio al final.

Hilo Rojo [Jenlisa] G!PWhere stories live. Discover now