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Y ahí estaba yo, llorandole al cuerpo de papá rodeada de cuerpos de otras personas, llena de sangre ajena y con el corazón hecho trizas. «¿Que debo hacer ahora?¿A quien debo recurrir? ¿Por qué a mí? ¿Por qué a papá? Debo... debo hacer respetar el nombre de papá, debo hacer pagar a las personas que han hecho esto. Hacer pagar a TODO AQUEL QUE ESTUVO INVOLUCRADO EN ESTO. No dejaré a nadie con vida y si debo aniquilar a toda la aldea de la arena... lo haré por tí, papá.
Nadie debió hacer esto y por sus actos, haré con sus cuerpos una torre que te alabe y con sus huesos tallaré tu nombre en todo el país del viento. Yo, tu hija, ____ Tsukinora, asumiré tu legado y haré resonar por todo el mundo tu nombre y el mío.»

Tomé su cuerpo, lo puse en mi espalda y comencé a caminar. En la entrada de la casa encontré la peineta púrpura que me dió Naruto, la puse en mi cabello y seguí con mi camino.

Era tarde. No había nadie en las calles de Konoha y justo cuando llegué a la entrada principal de la aldea me detuvieron dos shinobis los cuales tuve que asesinar para que me dejaran pasar. Por suerte no había nadie más vigilando la zona y todo paso rápido.
Justo al salir de la aldea me detuve, mire hacia atrás pensando en los chicos... en Naruto.

- Lo siento, Naruto, no pude cumplir mi promesa... - dije triste - Pero vendré a verte... de véras.

Sonreí y seguí caminando alejándome cada vez más de la aldea en la que, aunque no estuve mucho tiempo ahí, pude hacer recuerdos que se me quedarán grabados para toda la vida y personas que por más que intenté no podré olvidar. «Gracias y adiós.»

Después de un rato de caminar, ya me encontraba lejos, muy lejos de la aldea, en una montaña desolada por donde nadie pasaba y por donde el viento corria con tanta libertad. Ahí enterré a papá, me quedé horas incada frente a la tumba en la que yacía el hombre que ayer en la mañana me dijo que estaría conmigo para siempre y que nuca me abandonaría. Le lloré por horas y le pedí, le imploré su perdón por mucha horas más.

- Aquí no te molestara nadie, papá. Vendré a visitarte y te traeré la cabeza de cada una de las personas que te han hecho esto. Tu solo espera y en cuestión de tiempo tendrás como hija a la mejor kunoichi de todos los tiempos.

Me levanté y comencé a caminar en dirección al lugar donde Orochimaru y yo nos encontramos la última vez, todo me dolía, mis piernas temblaban y mi vista se nublaba cada vez más pero seguí avanzando. Quería verlo y pedirle su ayuda, sabía que no me la negaría, al fin y al cabo soy su amiga ¿no?.
No pude llegar más allá de un kilómetro de donde estaba papá ya que caí al piso, no podía levantarme y tampoco podía pedir ayuda... aunque pensandolo bien, en mi estado no creo que me ayude nadie. Estoy manchada de sangre, mi ropa está rasgada y mi pelo está desmarañado. Antes de desbanecerme por completo apreté con fuerza la peineta que me había dado Naruto. Es un bonito recuerdo, quizá no vuelva a hablarle, quizá ni siquiera vuelva a escucharlo de nuevo pero por lo menos me llevaré conmigo su linda sonrisa en mente y su peculiar "de véras" con el que terminaba cada frase. No necesito más...

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Escuchaba una voz grabé a lo lejos, la luz era cada vez más intensa y mi cabeza me dolía y retumbaba horriblemente. Me levanté de golpe y con la respiración entre cortada, estaba desnuda en una cama de metal con una sábana blanca cubriendome y con cables de colores insertados en mi cuerpo. Miré a todos lados y solo pude distinguir, entre la borrosa imagen que me daban mis ojos, a un hombre alto de vestimenta blanca y de pelo largo negro. Me encontraba con Orochimaru, no necesité mucho para llegar hasta el.
Me recosté de nuevo más tranquila al verlo, giré mi cabeza y en el reflejo de un extraña máquina pude verme mejor, mi piel era gris de nuevo y mi cabello era rojo, justo como aquella caótica noche. Pude ver mi rostro, mis ojos eran totalmente negros y mis pupilas eran blancas, tenía una extrañas marcas negras en mis mejillas que iban de mis ojos hasta la comisura de mi boca y mis labios eran más oscuros de lo habitual, al tener mi boca entre abierta pude divisar en ella unos grandes colmillos. Yo era tan diferente, parecía ser otra persona o un monstruo... sí, parecía más un monstruo.
Después de un rato de verme y analizarme poco a poco caí profundamente dormida. Me sentía tan cansada, cómo si no hubiese dormido en días.

La Flor Púrpura del Campo | Naruto UzumakiWhere stories live. Discover now