11Escondiendo deseos

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—Despierta gatito. —Rubén pasa la lengua por el pequeño pezón decorado por una de sus mordidas. Retira la sábana que lo cubre y va acariciando con su lengua las distintas marcas que sus besos dejaron, durante el día anterior, a su gatito.

—Déjame, estoy muy cansado. —Empuja la cabeza, que lo molesta de su necesitado descanso. -No quiero moverme aún.

—No te moverás, yo lo haré todo. -Introduce la lengua en el ombligo y continua descendiendo. -Préstame tu lindo cuerpo, me desperté así, por tenerte entre mis brazos. —Agarra la mano del agotado gatito, para que toque su dolorosa dureza.

—¡Joder! —Abre los ojos sorprendido para ver lo que está tocando. —Pero si ayer lo hicimos durante horas.

—Demasiados días sin tocarte. —Se acuesta poniendo su cabeza entre las piernas del hombre y besa el interior de los muslos, le mira con ojitos suplicantes. —Por favor deja que te deguste y te haga mío. —Desliza la lengua por la unión de los dos testículos y sigue lamiendo por el tronco. —Por favor.

—No voy a dejar que te vayas a estudiar fuera, sí voy a sufrir tanta presión, cada vez que nos veam ...ummmmmm...siiii ahí. —Deja de protestar y levanta las caderas, para profundizar en la deliciosa oquedad que aprisiona y succiona su ya despierto pene.

—Solo una ronda rápida, haré el desayuno. —Habla mientras busca el lubricante, condones y unas esposas que coloca en el cabecero de la cama y hace que Rogelio tenga los brazos estirados, dejando su cuerpo a merced de su amo. —Haré zumo de naranja, creps con mermelada y café.

—De acuerdo, puedes hacerme lo que quieras. —Otro gemido se le escapa, cuando los dedos escurriendo lubricante, entran para una pequeña preparación, no muy necesaria, sigue flojo de al actividad de la noche. —¡Métela ya!

Rubén sonríe, solo un par de caricias y Rogelio le anhela, le encanta esa manera de ser de el otro, siempre dispuesto a darle placer, a darle todo lo que necesita por muy agotado que esté.

—Ya veo, tu culo es un cachondo hambriento. —Se separa para abrir el condón y ponérselo.

—¿Por qué lo usas? Hazlo a pelo, como ayer. —Le dice molesto y cierra las piernas.

—Tendré que castigarte por esto. Las mascotas no ordenan. —Le suelta de las esposas y hace que se tumbe boca abajo sobre sus piernas, con el blanco culo ante los ojos de Rubén. —Serán diez tortas, cuéntalas conmigo.

—Pero es que no quiero que uses condones, quiero sentirte a ti. —Objeta molesto Rogelio.

—Seré indulgente por esta vez y te daré una explicación. Pero hemos añadido diez golpes más. —Le informa con voz serena, mientras acaricia el pequeño culo con su gran mano. —Ayer lo hicimos mucho, hoy quiero hacerlo mucho y mañana también. Hacerlo a pelo, supone mucho esfuerzo para tu agujero, no lubricas naturalmente y necesitamos mucho lubricante para no lastimarte. El condón te protege, no te deja tan sucio y protege tu cuerpo. Me lo agradecerás después cuando cagues.

Tras la larga explicación y sin darle tiempo a protestar más, dejo caer la mano, con fuerza, para el primer golpe. Un tembloroso uno, salió de los labios de la mascota. Llevaban ocho, cuando Rogelio comenzó a moverse, tratando de huir de la dolorosa caricia.

—Suéltame, tengo que ir. Se me sale. —Sus mejillas de un rojo intenso, los ojos húmedos y el gesto de preocupación, hacen que Rubén detenga la mano sorprendido. Es verdad que no suelen usar el dolor en sus juegos. Pero esto siempre lo aguanta muy bien y le pone mucho a Rubén.

—¿Tanto daño te he hecho? —Le acaricia el rojo culo, preocupado.

—No, para nada. Es que me estás presionando la vejiga con tus piernas, en cada golpe. Me voy a mear encima. —Le dice avergonzado.

La lujuria lo invade todoOnde histórias criam vida. Descubra agora