10. Verdades

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Cuando escucho la suave voz de Gustabo, su mundo se desplomó. Pogo estaba jugando con sus recuerdos. Aquello no podía ser cierto. ¿Cómo sugería que había atacado al amor de su vida? El payaso estaba desesperado y necesitaba atención. No había otro razonamiento lógico y válido para el Inspector. Aunque, nuevamente, su subconsciente le mostró la realidad, cuando de su propia boca salió una respuesta...

- Si... en la pierna, para desarmarlo. Para que no te hiciera daño...Para proteger a Gustabo de Pogo... Yo quería proteger a Gustabo y te lo dije... Pero ya no eres Gustabo... Gustabo ya no está ahí. Lamento mucho que me haya costado tanto darme cuenta de la verdad...

Horacio no esperaba aquel giro de eventos. Todo era muy inverosímil. Un relato de una traición que no recordaba. No era posible bajo ningún contexto. Algo así era inolvidable, ya que aquellas palabras implicaban haber lastimado a una persona especial e indispensable para él. No tenía sentido. Además, ¿cómo podía decir aquello con tanta tranquilidad? Aquella persona no era él. Estas visiones eran una trampa. Todo este show tenía que ser orquestado por el maldito barman. Por tanto, el chico de cresta se negó a reconocer la aparente verdad.

Él no había sido cómplice de la muerte de Viktor Volkov.

Después de aquel debate interno, Horacio perdió toda atención sobre el mundo a su alrededor. Quería creer en su inocencia, pero nuevamente, algo en su interior lo delataba. Lleno de dolor y melancolía empezó a desesperarse. El inspector deseaba salir de aquella pesadilla. No quería seguir viendo sus recuerdos. Ya era suficiente castigo saber que el amor de su vida, falleció en sus brazos, conectado a un montón de máquinas de reanimación asistida. Sin embargo, su crisis histérica se calmó cuando escuchó gritos y lamentos...¿En qué momento comenzó a apuntar a Gustabo?

- Gustabo, Gustabo no... Levanta las manos, Gustabo... LEVANTA LAS MANOS. - Grito Horacio. Al parecer, el payaso de los cojones había apuñalado a Conway. ¿Cómo no lo vio venir? Solo cometía error tras error.

- Que vas hacer, ¿me vas a disparar? ¿Me vas a disparar? - Desafío Pogo con una sonrisa socarrona.

- Tengo que hacerlo. - Insistió el Inspector decidido y firme. Si este era el final de su hermano, al menos comprendía el porqué de ello. Pogo era una amenaza para la vida pública.

- Que vas a disparar tu, si nunca te has atrevido a nada. - Soltó el payaso entre risas y rencor.

- Mírame ... ¡Mírame! - Exigió Horacio. Si iba acabar con su hermano, lo mínimo que podía hacer era darle la cara. Aunque, Pogo seguía con su monólogo, evitando sus ojos.

- Nunca te has atrevido a nada, ¡PORQUE ERES UN COBARDE! ¡COBARDE! Eso es lo que eres...

La voz de Pogo se desvaneció al instante, al sentir el disparo contundente de Horacio. Como raro, el payaso había subestimado al hermano menor de Gustabo. Este era consciente de sus acciones y consecuencias. Si bien había jugado con candela, al quitarle la vida al perro de Conway, nunca espero quemarse tan pronto. Su plan había fallado por un factor que nunca consideró a profundidad, Horacio. Jamás pensó que el ruso era tan importante para el cresticas. Por lo cual, con un gran golpe a su orgullo, tampoco considero enfrentarse a la ira del menor. Así pues, Pogo había logrado su cometido, pero... ¿a qué costo?

- Gustabo esto no tenía porque haber acabado así. - Dijo Horacio bajando el arma para acercarse al cuerpo de su hermano. Si bien había hecho lo correcto, le dolía en el alma.

- Esto aún no ha acabado Horacio...- Pronunció suavemente Pogo, salpicando un poco de sangre en su rostro.

- Gustabo, Gustabo... escucha, ¿estás ahí? - El menor se sorprendió al oír a su hermano muribundo. Sin pensarlo, soltó el arma para arrodillarse a su lado, sujetando con cuidado su rostro. Este pensaba que el disparo había sido suficiente para arrebatarle la vida de inmediato. Evidentemente, sus cálculos fallaron. Por ello, aprovecho para intentar buscar la conciencia de su hermano en los escasos segundos que le quedaban.

- Horacio, Horacio... ¿Me oyes? - pregunto el rubio.

- Te oigo, escúchame... Esto no tenía porque haber acabado así. - pronunció el Inspector con tristeza y pesar. Otra vez, estaría solo en el mundo. Por segunda vez, lo había perdido todo.

- Horacio... esto aun no acabado, queda una cosa más.

- ¿Qué pasa? ¿QUÉ PASA? - grito Horacio tratando de entender las últimas palabras de su hermano. Sin embargo, al percibir el gran estruendo a su alrededor y la insoportable sensación de hervor quemando su piel, comprendió lo que había sucedido. La Iglesia estalló, debido a varios explosivos de Pogo. Desde el principio, había entrado a una trampa mortal. Un engaño sin escapatoria. Ese era su destino, su final. Ya recordaba todo y entendía porque estaba en aquel bar...

Horacio Perez falleció en aquella misión, consumido por las llamas de la explosión. 

El JuegoWhere stories live. Discover now