14. Amor

69 4 0
                                    

Con sus ideas y sentimientos claros, Volkov y Horacio estaban listos para reconocer y aceptar aquello que tanto negaron y pospusieron... Su amor. La conexión de ambos hombres era evidente a simple vista. Un detalle que captó el extraño juez desde la distancia. El juicio había sido un reto para su comprensión, ya que salía de los escenarios comunes. Nunca pensó encontrarse con una pareja que desafiara sus preconceptos sobre la humanidad. Una máxima del pensamiento que tal vez no sonaba muy racional, pero al parecer era natural para la mayoría de seres... La contrariedad.

El sentir y pensar algo, pero realizar lo contrario a ello. Una cuestión sencilla, pero extremadamente confusa para el juez. ¿Por qué no conseguir lo que se desea? ¿Por qué ocultarse detrás de una máscara? ¿Por qué no ser feliz? De igual modo, él no podía juzgar la libertad. Su función era pronunciarse sobre las acciones efectuadas dentro de dicho libre albedrío. De esa manera, debía determinar qué almas merecían reencarnar o perderse en el vacío primordial. Para no causar discordancia con los humanos, siempre había empleado los conceptos de cielo e infierno respectivamente. Es más fácil usar esos términos que extenderse explicando el orden real de las cosas... "¿Quién de esos dos tendrá una nueva oportunidad de ser?" se preguntó el juez, mientras limpiaba el vaso donde previamente el ruso había tomado varios tragos de Vodka.

Con gran interés, dejó sus tareas para prestar atención a la conversación de sus dos invitados. Como pensó cuando aceptó la propuesta del hombre de cresta, este era el verdadero momento del veredicto. No habían engaños, mentiras o terceros de por medio, solo ellos dos y sus corazones en juego. Finalizada su observación personal, sus ojos en forma de cruz, comenzaron a brillar con intensidad, el juicio a penas comenzaba.

- Bueno... Viktor, ¿te parece si vamos a las mesas de la sala superior? ¿Dónde está el gran piano de cola y el candelabro gigante? Creo que es un lugar más apropiado e íntimo para... ¿una cita? - Pregunto con duda el joven Inspector, mientras se alejaba un poco del cuerpo contrario, sin soltarlo del todo.

- Si tú lo deseas Horacio, no tengo problema.... Vamos a donde tú quieras en... nuestra... nuestra cita. - Confirmó el ruso, quien con firmeza agarró la mano del menor para guiarlo a las escaleras laterales.

Al llegar a su destino, los dos oficiales notaron una diferencia radical, con respecto a la primera vez que entraron a dicha sala. La mayoría de las mesas estaban ocupadas por maniquíes, los cuales estaban adornados y vestidos de diferentes maneras. Algunos lucían lujosas joyas y trajes, otros prendas casuales o deportivas. Incluso, algunos hasta lucian adorables pijamas. En un principio, el escenario les pareció turbio. No obstante, al revisar el cronómetro, esté indicaba media hora menos. Así pues, la recién establecida pareja decidió sentarse e ignorar su alrededor. Total, esto no era lo más descabellado que habían visto hasta el momento.

- Este sitio está lleno de sorpresas, ¿no? - Inquirió Horacio, mientras se acomodaba en su silla.

- Si, es que yo ya me estoy encariñando con el lugar. Me parece de puta madre el servicio. Nunca te aburres, ehh. - Bromeo el ruso con una gran sonrisa. Este no podía dejar de observar a su compañero. Se encontraba emocionado, nervioso y feliz. ¿Porque nadie le advirtió de lo que se perdía? ¿Así de bien se siente amar?

- Te entiendo jajajaja Ahora, seguro de la nada la marioneta del piano comienza a tocar jajaja ja ja... - Antes de siquiera acabar su carcajada, sus oídos percibieron una dulce melodía proveniente del piano. Los dos oficiales quedaron estupefactos al descubrir que dicha música era interpretada por el maniquí.

- Bueno... ¿Por qué no me sorprende? - Dijo Volkov tratando de romper el hielo.

- Hostias... si.. si tienes razon. Esto ya es... Bueno, fuera de mis expectativas...

- No se preocupe Horacio, el "pelucas" ya se debió quedar sin trucos - Al terminar su afirmación, las luces de la sala disminuyeron de intensidad, creando una atmósfera tenue y privada. Un ambiente perfecto para una salida romántica.

- Retiro lo dicho. - Con ello, los dos hombres comenzaron a reír. Sus sonrisas iluminaban sus rostros, mientras sus ojos buscaban los contrarios. Sin darse cuenta, ambos hallaron confort en las manos del otro, reforzando su vínculo en aquel instante de euforia.

De esa manera, la cita que nunca tuvieron en vida dio inicio en el más allá. Entre melodías nostálgicas, Viktor y Horacio abrieron sus corazones. Anécdotas y pequeñas historias llenaron los silencios. Diferentes recuerdos apartados por el dolor salieron a relucir. Sus gustos y preferencias, cuestiones tan simples y complejas se hicieron presente en su tan esperada charla. Creencias, sueños, deseos y arrepentimientos sacaron sus lágrimas, logrando entrar aún más en cercanía. Ninguno de los dos podía contener sus emociones. Sus corazones latian en sincronía, mientras se preguntaban "¿cómo había vivido sin tí?".

Sin poder soportar la distancia, Viktor tomó la iniciativa. Este se levantó de su asiento y movió su silla junto a Horacio. El ruso quería rodear con sus brazos al más bajo, sentirlo y respirar su aroma. Quería morir a su lado, llenarlo de todo el afecto que alguna vez le negó por su terquedad. Quería brindarle, en aquellas escasas dos horas, todo el amor que se merecía en vida. De esa manera, siguieron hablando. Se contaron hasta el más mínimo secreto entre mimos y caricias. No había motivo para guardar sus sentimientos y esperar con prudencia. Este era el final de los dos. Lo mejor era dejarse llevar y disfrutar del cariño del otro.

- Viktor... Yo se que no lo quieres escuchar, pero no puedo estar en paz si no te lo digo... Por favor, déjame explicarme. - Dijo con suavidad el Inspector para no romper con la tranquilidad de su unión. El menor se encontraba envuelto en un fuerte y cálido abrazo. Desde su posición, podía sentir las lentas respiraciones de su amado. Así mismo, Volkov acariciaba con dulzura y afecto su espalda, mientras dejaba breves y cortos besos sobre su frente. Horacio se sentía apreciado por el ruso, ya que lo trataba como una pieza de cristal entre delicados roces.

- No volvamos a lo mismo Horacio... no tienes nada que decirme. No tienes porque sentir culpa... Aquello ya pasó. Por el contrario... mmm... durante estas 3 horas... este bueno, yo... yo he estado pensando y creo que... en este caso, yo... yo soy quien le debe una disculpa... - Dijo el ruso llamando la atención del menor, quien inmediatamente se separó un poco para comprobar los ojos grises que tanto había anhelado.

- ¿Cómo dijo?

- Lo que dije Horacio, es que... Bueno, yo... yo le debo unas disculpas... Siempre estuvo para mi, tratando de hacerme ver el mundo de otra forma, pero yo fui quien lo alejó en primer lugar... Mis... dudas y temores... Mi inexperiencia... me hicieron cometer el mayor error de mi vida... distanciarme de tí. Si... alguno de los dos ha de arrepentirse de algo... Soy yo. Yo me arrepiento de no haberte amado cuando tuve la oportunidad... Me duele haberte dejado ir.... No sabes cuanto me lastima, pensar en el daño que nos hice... yo...yo - En ese instante, Viktor Volkov se sintió libre. Después de tanto esperar, por fin pudo expresarse y ser escuchado por la persona que logró resguardar y valorar su pesado corazón. Su alma gemela, Horacio Perez. Sin más entre lágrimas y un fuerte agarre por parte de su amor, soltó sus crudos sentimientos. - Horacio yo te amo... Te amo y te pido perdón.... No... No sabes cuanto me duele, lo que nos hice... Perdoname... Простите меня... Прости меня любовь моя...


~~~~~ 

PD: Простите меня... Прости меня любовь моя  = Perdóname, perdóname mi amor !!! 

Eso es lo que dice el Rusky <3 

El JuegoWhere stories live. Discover now