13. Oportunidad

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Sin perder el tiempo, Horacio agarró fuertemente la mano del ruso, arrastrándolo con su fuerza. Tenía varias cosas en su cabeza, su pecho estaba desbordado de sentimientos y no sabía cómo se iba a expresar. Muchos temas, muchas palabras y un nudo en la garganta. No obstante, no había vuelta atrás. Si realmente nada importaba, sería valiente y dejaría en las manos de su alma gemela todo su ser. No tenía nada que perder...

- Bueno... ¿A dónde vamos Horacio?

- No lo sé... Solo quiero un lugar privado... Alejado de este juego de los cojones. Un lugar tranquilo para pensar y escoger bien mis palabras... - Dijo con calma y suavidad el Inspector. De inmediato, su ritmo fue interrumpido por la falta de movimiento del ruso, dado que este había detenido abruptamente su paso.

- Horacio... no tiene porqué... escoger... sus palabras conmigo. Yo... Yo quiero que tenga la seguridad... que... que...que no lo culpo. No lo culpo, Horacio... Y ciertamente, no lo odio. Yo solo quiero que tenga eso claro. - sentenció con nerviosismo y cariño el ruso.

Volkov trató de ser concreto con sus palabras. Sabía que el menor le fastidiaba que diera muchas vueltas al conversar. Ademas, queria ser preciso, pues no soportaba la idea de Horacio lleno de remordimiento y pena. Deseaba transmitirle seguridad y sobretodo, su amor y devoción. Por su lado, cuando el Inspector escuchó aquella declaración, no pudo evitar las lágrimas que comenzaron a invadir sus ojos. Si bien quería mantener control de la situación, se encontraba muy frágil. ¿Cómo era posible que aquel hombre lo estuviera consolando, cuando él prácticamente ocasionó su muerte? ¿Como no podía culparlo? Sin darse cuenta, unos fuertes brazos envolvieron su cuerpo, llenándolo de calidez y tranquilidad. Sin pensarlo, Horacio regresó el gesto, disminuyendo aún más la distancia.

Necesitaba comunicar la magnitud de su amor.

Luego de un tiempo, los dos oficiales se separaron para observarse con detenimiento. Volkov no podía despegar su mirada de aquellos curiosos ojos bicolor. Estos siempre han estado cargados de miles de palabras silenciadas, lo cual siempre le generó un instinto protector con relación al menor. No quería que sufriera con discreción. Quería ser el dueño de su confianza y vulnerabilidad, para así levantarlo con paciencia y cuidado. Por otro lado, ahora que lo pensaba mejor, era imposible no enamorarse del Inspector, cuando solo le brindaba cariño y afecto. Sin reconocerlo, un leve sonrojo adorno su rostro, pues le daba vergüenza admitir sus pensamientos y atracción hacia el joven.

Por el contrario, Horacio tomó la cintura del más alto, para no despegarse del todo. Amaba los pequeños detalles de Viktor. Por ejemplo, la leve sonrisa que escapa de sus labios, cuando descubre algo placentero o nuevo. Una simple expresión que deja ver la inocencia del hombre a su lado. Además, sus ojos grises son un espectáculo visual, ya que estos siempre parecen guardar los más grandes secretos del universo. Por otro lado, siempre se había quejado del "mucho texto" del ruso, pero en el fondo, le encantaba escucharlo hablar por horas. Aquello le recordaba el nivel de intimidad que habían alcanzado juntos. Antes que su amor platónico, Volkov era su confidente y amigo más preciado.

Así pues, en ese instante de exploración mutua y recolección emocional, una idea cruzó por la mente de los dos oficiales, logrando un cierre personal...

"Que suerte tendré de terminar mi existencia a tu lado". 

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