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La pareja de azabaches caminó y caminó con sus manos entrelazados, sin un tema en específico del que hablar, después de que aquel podcast del moreno terminara, por lo que ambos reían felizmente, sin importarles las constantes miradas que recibían de los vecinos o personas cercanas de la avenida.
Jake maquinaba su cerebro al mil por hora para idear la mejor posición en que esta nueva adquisición formara parte de su escultura, aquella que tenía un gran parecido con él y una idea de transformación abstracta fabulosa ante los ojos de quien es su mejor amiga.
En el momento que ambos aparecieron frente al portón de la casa de los Wheeler, Leonor arrojó al muñeco de sus brazos a los de su amigo, entrando con una gran sonrisa en su rostro y sus orbes ónix brillando intensamente, el dueño de aquella fachada suspiró con el costado elevado ante la imagen que la mayor le ofreció, tomando el periódico y siguiéndola detrás de ella, escuchando sus gritos animados.
—¡Binx, cielo!—se escuchó el llamado que provenía de la veinteañera—¡Mamá está en casa, mi amor!
Después de que aquella dulce voz rompió el sepulcral silencio del cuarto del joven, apareció con velocidad una gran bola naranja de pelos, corriendo y saltando a los brazos abiertos de la azabache, más que listos para recibirlo, besarlo y apretujarlo entre sus brazos en cuanto hicieron contacto.
—¡Mi bebé hermoso!—exclamó cual madre a su bebé la femenina, escuchando los ronroneos que el gato ofrecía por los halagos otorgados—¡Tan bello, tan precioso y divino!
Jake posó aquel muñeco en la mesilla donde creaba sus esculturas, para acercarse a la figura de su mejor amiga adorando a su mascota, ambos se brindaron una ligera sonrisa para que la mayor del dúo imitara al ruloso al lograr que el gato bajara de sus brazos, dando un poderoso salto que lo llevó a quedar frente a la figura de plástico, oliéndola, erizando sus cabellos y rugiéndole con odio.
—¿Bixie?—Jake se confundió cuando el minino soltó un quejido doloroso cuando pasó entre sus piernas, escondiéndose debajo de su cama—¿Qué pasó?
—Oh, bebé—la de mirada ónix se acercó al tembloroso cuerpo del peludo, suspirando con rendición cuando observó que no importara cuanto lo llamara, él no saldría de aquella oscuridad—Bueno, dejémoslo ahí por un rato. Posiblemente se pegó con algo.
