Amor juvenil

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Los hermosos colores de otoño vestían a los inmensos bosques de "Los viñedos". Las hojas secas cubrían el suelo y el viento soplaba con calma en esas tardes cálidas en las que dos hermanos comenzaban su nueva aventura.-Entonces fui corriendo a la casa, las gallinas no dejaban de perseguirme, les gustaban mucho las donas de fresa. Ya casi llegaba a la puerta cunado, de la nada, Croqueta saltó sobre mí, me caí en un charco y salpiqué todo así ¡splash! 

- ¡Ah! ¡Kevin, basta! – Dijo Eliot, salpicado con agua de charco. Kevin le había demostrado a su hermano cómo fueron los hechos. Demasiado realista para Eliot. – Deja de jugar o no volveré a salir contigo. Ya es suficiente.

Los cuervos revoloteaban sobre los ostentosos campos de cultivo donde, algunos espantapájaros hacían de guardias. Las tenues y opacas tonalidades neutras de los colores otoñales hacían que el hecho de perecer nunca se hubiese visto tan bello.

-No debí venir. –Dijo Eliot. - ¿Qué voy a decirle?

-Mírala a los ojos y dile; "hola nena, vamos a bailar". – Contestó Kevin divertido, sin parar de jugar a "si piso una hoja seca pierdo".

-Mejor no me ayudes. – fue la respuesta de Eliot, abrumado por tratar de contestarse a sí mismo.

-Tal vez debiste traerle una tortuguita, a las niñas les encantan los animales, ¡y a mí también!

<<Tal vez si hubiese traído mi guitarra, podría haberle tocado algo. ¡No! No. Eso es demasiado. ¿Unas flores? No es buena idea.>> pensaba Eliot. No paraba de darle vueltas al asunto, aunque no supiera qué hace, o siquiera, si no se arrepentiría y volverían ambos a casa. << Solo traigo un poco de pay de calabaza de mamá, pero, ¿Y si no le gusta? O, pero, ¿Y si es alérgica? ¡Sería envenenada por mi culpa!... Dios mío, no me siento bien, ¡me hubiera quedado en la cama!>>

- ¡Eliot te estoy hablando! – exclamó Kevin, interponiéndose abruptamente frente al camino de su hermano mayor.

- ¡Qué! ¿Qué quieres?

-Estaba a punto de pisar esto. –Kevin le enseñó curioso a Eliot lo que había encontrado. –Creí que era una hoja, pero creo que es basura. Sea lo que sea está muy bonito y me lo voy a llevar, ¿Me lo cuidas? - Kevin le entregó a Eliot un pequeño rectángulo de papel arrugado, el cual tenía letras, algunos números y unas hermosas decoraciones doradas a los bordes.

Eliot lo tomó, lo alzó con sus manos para verlo mejor. El papel era tan suave pero frágil. En el momento que los delicados y dorados rayos del sol tocaron al trozo del papel, Eliot desató su euforia.

- ¡Kevin! Esto es un boleto para un paseo en barco. Parece ser muy exclusivo. Jamás había visto un boleto así.

¿Entonces sí me lo cuidas? Mis bolsillos están llenos de piedras.

Era perfecto. El boleto citaba; "En conmemoración del 56ht aniversario de los campos de Santa Mónica, todas las entradas son válidas para dos personas." Al leer tales palabras, Eliot recobró confianza en sí mismo.

-Invitaré a Samanta al paseo, seguramente le gustan esta clase de cosas, fiestas elegantes y así y a mí me da mucha curiosidad.

- ¡Ey! Pero yo encontré ese boleto, también quiero ir. –Suplicó el hermano menor.

-Mira. Te prometo que iremos juntos a la fiesta de Halloween de la señora Volkova, solo tú, yo y los gatos que cacemos para vestirlos con trajes graciosos.

- ¿Lo prometes?

-Así será.

Siguieron su camino entre los árboles marchitos, ambos muy contentos. Eliot no tenía tanta prisa por, posiblemente, ser rechazado así que decidió pedirle a Kevin que tomaran el camino largo a casa de Samanta, aquel camino por el que debían atravesar las grandes parcelas de maíz y cruzar el río que conectaba al pueblo con el bosque. Llegaron a las parcelas, pero, algo no andaba del todo bien, había un alboroto total. Los cuervos no paraban de revolotear sobre los cultivos y no cesaban sus angustiantes y escabrosos graznidos. Al final, las aves se dispersaron, dejándolos ver algo sumamente inquietante. Kevin no pudo percatarse de ello porque se distrajo tratando de atrapar una mariposa, pero Eliot no podía dejar de verlo. Allí, al final de la parcela que se encontraba frente a los hermanos, un esqueleto, aparentemente calcinado, los saludaba. No tenía ojos, pero Eliot podía sentir una mirada tan severa y penetrante que le hizo saber al instante que, pese al "saludo", no eran bienvenidos en ese lugar. Eliot tomó bruscamente el brazo derecho de su hermano y dieron la vuelta para regresar a casa, sin embargo, al darse la vuelta, les bloqueaba su camino un hombre muy alto, pálido, de traje y sombrero que no tenía rostro.

Fue así como se perdieron.

Susurros de medianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora