[🔮] Día uno: La protagonista es una bruja.

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Bruja: Ser fantástico que se describe en los libros con mal carácter y malas intenciones, especialmente si es vieja y fea.

¿Pero así somos?

No. Ni llevamos sombrero de pico ni volamos con la escoba.

Tenemos mirada soñadora y risa sacada de un cuento de hadas (si, esas que son idénticas a nosotras, la única diferencia es que ellas son las buenas y nosotras las malas).

Eso es lo que yo misma soy. Mujer bruja, de las que no sabe portarse bien, el riesgo me gusta y si te asusta, mejor todavía. Dicen que yo soy profesional, que salgo de noche y me porto mal... Sobrenatural.

Mi gato maúlla para reclamar mi atención y frota su cabeza contra mis piernas, lo más probable es que varios pelos blancos destaquen después en mi pantalón negro. Tener gatos negros estaba pasado de moda para las brujas. Me despido de él hablándole como si de un niño pequeño se tratase y salgo a caminar. Era la tarde del veintiocho de octubre, cada vez quedaba menos para el treinta y uno, o mejor dicho, para que las brujas salieran a asustar a los inocentes.

—¡Oh, perdona! —el cuerpo de un joven choca contra el mío y es rápido en disculparse, si estuviera atenta a mi camino esto no habría pasado, pero tampoco podía quejarme porque parecía encantador.

—No es nada —soy rápida en decir, sus manos toman mis hombros y sonríe de lado, casi de forma avergonzada. Es inevitable que mis mejillas se tornen de color rosa pálido.

—Por lo que veo sigues de una sola pieza —intenta bromear—. ¿Ibas a algún lugar? Digo, porque parecías distraída.

—Siempre soy así —me excuso, atrapando mi labio inferior con mis dientes—. ¿Qué hay de ti?

—Iba a tomar algo, ¿quieres venir? —ladea su cabeza, haciendo que ese sea el gesto más tierno que le vi hacer después de sonreír.

—¡Si! —asiento—. Creo que me vendrá bien.

La hechizada había sido yo, ese chico tenía su encanto, el akelarre podía esperar.

Caminamos hasta la cafetería que estaba al cruzar la calle y fue allí donde la bombilla de mi mente se iluminó. Esperé paciente a que nos sirvieran y también a que surgiera el momento de "tengo que ir al baño".

Fue allí cuando saqué el pequeño frasco de mi bolsillo y lo vertí en su bebida.

¿Usando tus propios hechizos contigo, Celestina?

Supongo que un poco bruja si que soy.

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