Capitulo 2🦋

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Eda:
El gusto amargo en la boca raspa mi garganta. Siento los párpados pegados y punzadas en la cabeza, como si alguien me estuviera pelliscando el cerebro con las manos frías.
Me hormiguean los brazos y siento unas manos heladas tomar uno de ellos, no se cual es y tampoco me importa. Siento una molestia en ese brazo, quiero quejarme pero es como si mis labios estuvieran secos y sellados.
- Está despertando, doctor - escucho la voz de una mujer, como si estuviera hablando por el pico de una botella.
- No tiene heridas internas - sentencia un hombre con voz ronca, tal vez por la edad o por el cigarrillo.
Un momento, ¿Doctor? ¿Heridas?.
Me muevo pero dos, cuatro o incluso veinte manos no puedo distinguirlo, me sujetan. Mis labios sueltan un quejido que tenía atorado desde lo profundo de mi garganta, aunque que se escuchó como el maullar de un gatito bebé.
- Tranquila su novio está aquí - comenta la mujer.
¿Murat? ¿Por qué Murat está aquí...? ¿Dónde estoy?.
- Sed... - suplico en un murmullo herido.
- Enseguida atendemos todo lo que quiera pero por favor, quédese quieta mientras la terminamos de analizar - me İnforma y siento otra vez sus manos frías que ahora están en mis hombros - su novio se está encargando de todos los trámites y que usted esté bien atendida. Por cierto, se eligió un churro de aquellos.
Aprieto los párpados por qué su voz comienza a molestarme y empiezo a sentir una luz demasiado blanca que viene del techo... ¿O de las paredes...? ¿Tiene una linterna prendida delante de mis ojos?.
Siento que abren y cierran una puerta. Dos hombres comienzan a murmurar mientras la mujer me sigue tocando los brazos y haciendo no sé que cosa. Siento que en algún momento van a sacar un aparato para meterme una sustancia tóxica. ¿Y si fui atrapada por una red de tratas y ahora están por vender mis órganos? ¿Y si estos son fanáticos de los experimentos y en lugar de animales, prueban con personas? Tal vez me hicieron una óperacion de rostro y ahora me van a llamar Melody Wilson, una super agente en un comando de personas eruditas y experta en la tecnología. Tal vez quieran que me una a ellos en su próxima misión para salvar al mundo de gente malvada que roban, matan, secuestran y no respetan las leyes de tránsito como la velocidad o las señales... ¡Un momento! Acabo de recordar que es lo que pasó antes de despertarme en este lugar extraño. Terminé mi relación con Murat, me quedé toda la noche llorando, llegué tarde al trabajo por ese motivo, Victoria me despidió por llegar tarde... Me chocaron por qué iba pensando en todo lo anterior de camino a casa.
¡Mierda, mierda, mierda!.
- ¡Hay! - me quejo cuando siento una punzada en mi pierna izquierda. A decir verdad comienzo a sentir punzada por toda la zona izquierda de mi cuerpo.
Abro los ojos lentamente pero la luz blanca me deja prácticamente ciega y aprieto los párpados con fuerza. Vuelvo a intentarlo y esta vez me obligó a resistir el ardor de mis pupilas.
Los murmullos terminan y la habitación se inunda de un preocupante silencio.
- Hola Eda - comenta la dueña de la voz que exaspera. Me recibe con una sonrisa radiante.
- ¿Dónde estoy? - pregunto de manera entrecortada y con la voz ronca, como si no la hubiera usado hace mucho tiempo.
- Estás en un hospital tuviste un accidente - comenta la enfermera mientras me cubre con las sábanas del hospital.
La vista va mejorando con el pasar de los segundos y puedo ver todo lo que me rodeaba, con más nitidez. Ahora sé que estoy en una habitación de algún hospital. Las paredes son blancos y los azulejos también. Las sábanas don de color amarillo pastel y no te calientan el cuerpo en lo más mínimo.
Un hombre canoso que en algún momento tuvo cabello negro, se acerca a mi. Lleva una bata blanca y una carpeta que deja en la cama dónde estoy. Me revisa la vista y luego sonríe. Debe tener unos sesenta años, aunque leí en algún lado que ciertas profesiones hacen envejecer más rápido a la gente.
- Su novio ya llegó, vamos a dejarlos solos. Cualquier cosa que necesites, me llamas por este botón - me informa la enfermera dejando un aparato con un botón azul que se conecta no sé dónde.
El médico y la enfermera se van, o eso parece por qué escucho cerrar la puerta. Cierro los ojos y suspiro para calmarme. Se que cuando mi mamá se entere que estoy en el hospital va a llamar hasta los médicos sin fronteras para que vengan a verme. Si tengo alguna herida superficial, va a pedir consejos a un cirujano plástico...
Escucho unos pasos acercándose a mi cama y me pongo en guardia. No sé de quién se trate herida o no, estoy dispuesta a atacar. Fui a clase de auto defensa con Luciana y no voy a dudar en utilizar los métodos que aprendí, aunque solo fueron tres clases.
Abro los ojos de golpe pero me arrepiento en seguida por qué la luz me vuelve a cegar. Deberían prohibir que en los hospitales haya tanto blanco. Hay otros colores que iluminan un lugar sin dejar ciega a la gente, debería escribir en el libro de quejas; Me atendieron bien pero deberían pintar todo de otro color, casi pierdo la vista. Vuelvo a abrir los ojos esta vez más pausadamente y cuando inclino la cabeza hacia la izquierda, me encuentro con un par de ojos color verde que me observaban detenidamente. ¡Las esmeraldas que ví antes de desmayarme! No podría olvidar ese color ni en un millón de años y mucho menos aquellos que solo se ven iluminados con luz artificial... ¡Un momento! No conozco a este hombre.
- ¿Quien es usted? - pregunto intentando llamar a la enfermera, pero no tengo la suficiente fuerza como para apretar un simple botón. El no me responde, solo me observa. Eso me alarma más - Perdón pero... ¿Quien había dicho que era? - pregunté aunque se que el no dijo ni una sola palabra.
- No he dicho nada - dijo con una voz impotente y ronca. De seguro la gente voltea a verlo solo para ver al dueño de la magnífica voz varonil. Seguro es locutor.
- Entonces... - exijo y comienzo a toser por mi garganta seca.
El se aleja por unos segundos y regresa a mi lado con un vaso con agua. Me lo pasa pero aunque intente, no puedo agarrarlo entonces el apoya el vaso en mis labios y me obliga a beber agua de manera delicada, como si le estuviera dando un poco de leche a un gatito indefenso que está en la calle. Una vez que sacie mi sed, deja el vaso en una mesita junto a la cama y vuelve a mirarme intensamente... ¿Acaso no sabe que mirar así a las personas puede considerarse de muy mala educación?.
- Gracias... - murmuró después de aclarar la garganta y esquivar su mirada.
- Soy Serkan Bolat. Se que está pensando que estoy haciendo acá pero quería saber cómo estaba...
Asiento dubitativa. Pienso unos segundos y recuerdo lo que me dijeron la enfermera y el médico.
- ¿Por qué la enfermera dijo que eras mi novio? - pregunto mirándolo de arriba a abajo.
No sé parece en nada a Murat. Lleva puesto un traje negro y una camisa blanca arremangada. No tiene su saco, seguro lo dejo colgado en algún lado. Su cabello es colorado y está perfectamente cortado. Lleva la barba incipiente, dando una sombra en su rostro y un aspecto de hombre oscuro en todo el conjunto. No, definitivamente no se parece en nada a Murat.
El hombre me mira con una ceja levantada.
- Es por qué les dije que era un familiar y ellos creyeron que era su pareja. Fue un mal entendido, si no decía que era un familiar no iban a dejar que la viera - termina diciendo mirándome con ojos preocupados.
¿Por qué querría verme un hombre que ni siquiera conozco?.
- No eres un Psicópata, ¿No? Por qué no te conozco, si sabes eso... ¿No? - comento todo de prisa, haciendo que me quedé sin aire.
- No debería hablar tan rápido... Todavía de esta recuperando del desmayo - comenta acercando su mano para acariciarme pero la deja en el aire cuando se lo piensa un segundo.
- ¿Por qué estás acá? - pregunto mirando la mano y después clavo mis ojos en los suyos.
El se pasa el pulgar por su labio inferior y a mi se me seca más  la boca al verlo.
- No podía irme después de haber... - murmura y se queda en silencio.
Lo quedo mirando unos segundos y después parece todo encajar.
- ¿Eras el del coche? - pregunto abriendo los ojos. El clava los ojos en mi y no pestañea ni una sola vez - Fue mi culpa - digo pensativa.
- No, fue mi culpa. No estaba yendo a la velocidad correcta y...
Suelto una carcajada cuando lo escucho.
- ¿Alguna vez alguien lo hace en este mundo? - pregunto irónica. El me mira con el ceño fruncido - Escucha, no tienes por qué sentirte culpable - suspiro y me duelen las costillas al hacerlo - Hoy no tuve un buen día y ni siquiera mire cuando cruce la calle. Iba con los auriculares Puesto y si tocaba bocina, si siquiera te escuché.
- La pude haber matado - murmura pestañando varias veces. Al hacerlo, sus ojos comienzan a oscurecerse más y más.
- Serkan... - digo poniendo mi mano sobre la suya.
El mira nuestras manos y sus pupilas se dilatan. Se que cometí un error pero no puedo romper el tacto, es como si una fuerza mayor no me dejara hacerlo. Mi corazón comienza a acelerarse cuando lo veo inhalar y exhalar por sus fosas nasales. ¿Será que tiene fobia a la gente? ¿Por qué los hombres guapos siempre son dementes?.
Aparto la mano rápidamente y me obligó a mantenerme calmada.
- Señor Bolat, ambos estuvimos en falta. Yo cruce la mitad de la calle por qué había un volquete y para ahorrar tiempo. Tenía muchas ganas de llegar a mi departamento y olvidarme de todos los problemas. Usted no iba a mucha velocidad, sino no estaría viva en estos momentos - termino diciendo para ventilar la tensión pero me arrepiento de haberlo dicho cuando observo que el comienza a tener la mirada cada vez más oscura, como si estuviera perturbado por haberme atropellado.
- No quiero lastimar a nadie y...
- En todo caso el que me lastimo fue su auto - vuelvo a bromear.
Recuerdo su auto de alta gama, si de mi hermana se tratara ya estaría sacándole una cuanta pasta al asunto. Por suerte el se topo (o choco) con Yıldız misericordiosa.
- Ademas, no voy a hacerle juicio ni nada por el estilo. Ni siquiera me interesa su dinero... Y creo que por su auto tiene bastante.
Al parecer bastante incómodo cuando menciono su situación económica. ¡Incómoda debería estar yo que estoy desempleada y herida tanto física como sentimental!.
- De todas maneras voy a compensarla y si quiere hacerme una denuncia, no me importa... - suspira rendido - Estoy acostumbrado que la gente se quiera aprovechar de mi dinero. En todo caso tendría razón y mi abogado aconseja que le dé dinero antes de perder tiempo en un juicio. Dígame cuánto y lo tendrá.
Niego con la cabeza enérgicamente y me arrepiento rotundamente por el dolor.
- De ninguna manera, Serkan... No necesito dinero - miento.
- ¿Que? - Pregunta extrañado.
- Que no necesito dinero. No todo se resuelve con billetes.
El me miraba con el seño fruncido. Pero no me está mirando a mi, si no a un punto muerto en dirección a mi rostro. Luego asiente pero está vez sus ojos se transmite un poco de orgullo herido... ¿Enserio cree que e dinero lo arregla todo?.
- De todas maneras voy a pagar sus medicamentos y alguna otra consulta con el traumatólogo - sentencia y no me atrevo a cuestionarlo porque en su rostro serio e inmaculado hay un NO definitivo.
El silencio nos invade y tengo que aclarar la garganta varias veces para no decir alguna estupidez. Por suerte, la puerta se abre y entra el médico que estaba a mi lado minutos antes. Tiene una sonrisa radiante en su rostro y varias placas en sus manos.
- ¿Mejor? - pregunta pero no me mira a mi si no a Serkan... Como si yo no pudiera hablar.
- Está todo perfecto - murmura Serkan levantándose del asiento.
- Hace un rato me llamo tu madre y le conté que estabas con tu novia en el hospital... - suelta una carcajada - Pensó que era una consulta con el ginecólogo - Termina diciendo divertido y está vez me mira.
Lo miro confundida y luego de captar,me hiperventilo. Suelto una risa histérica.
- No creo que sea el momento para los bebé... ¿No amor? - digo con voz dulce a Serkan.
El me mira con una ceja levantada pero no contesta. El médico se ríe al ver el rostro serio de Serkan y luego se acerca a nosotros.
- Tengo todas las placas. Eda, necesito que tomes algunos analgésicos y que vengas dos veces por semana - dice dándole las placas a Serkan.
- ¿Tengo algo roto? - pregunto intentando sentarme en la camilla pero fallo.
- Cuidado.
- No tienes nada roto pero te hiciste un esguince de rodilla y te golpeaste muy fuerte la cabeza. Necesito que hagas rehabilitación en kinesiología y que veas al traumatólogo para descartar problemas a futuro - termina diciendo Mientras firma unas recetas. Todas se la entrega a Serkan.
¿Acaso en este hospital desconocen el derecho de la mujer? Claro, como el señor tiene más dinero que yo, tiene que pasar sobre mi.
- ¿Cuánto saldría la rehabilitación? - pregunto.
- No sé, eso deberías hablarlo con la recepcionista. Pero no es más de cien dólares por consulta.
Me atraganto con mi propia saliva.
- ¿Cien dólares? ¿Acaso van a probar nuevos métodos de curación conmigo - pregunto estupefacta. ¿En qué clase de hospital estoy...? ¡Un momento! - Disculpe... ¿Esto es un hospital público? - pregunté sintiéndome la más idiota del mundo.
Ellos me miran y el médico comienza a reírse.
- No... - dice como si fuera la cosa más obvia y yo fuera estúpida - Estás en una clínica privada. La mejor en la ciudad, nos han dicho.
La cabeza comienza a dolerme.
- Ya decía yo... - digo y me siento ignorando el dolor, también ignoro la ayuda de Serkan. Sobre todo la ayuda de Serkan - Lo lamento pero no voy a poder seguir en este lugar. İré a las consultas en un hospital público si no se molestan...
Serkan me detienen y me mira severamente, como si fuera una niña pequeña que no sabe comportarse.
- Señorita, no haga esto.
- No puedo pagarlo - digo sin mirarlo a los ojos. Clavo mi vista en el médico - Gracias por atenderme pero no tengo dinero para pagar tantas consultas, acabo de perder el trabajo y mi vida no es color de rosa en estos momentos. ¿Cuánto es la consulta de ahora? - hablo todo de corrido y sin pestañear.
- Eda, Serkan ya pago todo lo que te hicimos hoy, no te preocupes.
No me atrevo a mirar a Serkan por qué se que me está mirando fijamente.
- Okey... - digo mientras me peino el cabello enmarañado con los dedos de ambas manos, para poder hacer algo más que morderme el lado interno de la mejilla. Se que en cualquier momento me voy a cortar.
- Bueno, tengo que seguir atendiendo... Fue un placer conocerte, Eda - me dice estrechando mi mano y brindándome una grata sonrisa. Voltea a ver a Serkan - Serkan, Cuida a esta señorita y paga sus consultas. No seas tacaño.
Cuando la puerta se cierra, mi orgullo está entre mis pies o en el subsuelo de la clínica.
Aclaro mi garganta.
- Gracias por... - digo pero carraspeó - Pagar todos mis gastos, encontraré una manera de pagarte, no me gusta deberle a la gente.
El me mira pensativo como si estuviera analizando todas las imperfecciones de mi rostro. Bueno, el tampoco es un dios griego... Okey, si es un dios griego pero debe tener defectos.
Me golpeó mentalmente la cabeza contra una pared de acero por pensar en Serkan como un dios griego y me obligó llevar esos pensamientos a la papelera de reciclaje.
Miro la habitación y encuentro mi bolso junto a mi abrigo en uno de los sillones. Me levanto y camino con lentitud hacia mis pertenencias. Mis pies descalzo parecen de plomo y no puedo hacer otra cosas más que arrastrarlos. Mi rodilla duele pero más dolorido está mi orgullo.
Serkan no se aleja ni un segundo de mi lado, como si fuera a romperse un poco más.
Me abrigo y me cruzo la correa de cuero sintético de mi bolso negro que es una mala imitación de un bolso CH (Carolina Herrera).
Volteó a verlo. Sus ojos verdes me impactan con intensidad cuando lo enfrentó y siento que si sostengo la mirada, va a poder leer mi alma... Aunque no diga mucho.
- Fue un placer haber... ¿Chocado con usted? - digo y quería soñar divertida pero su mirada me pone nerviosa, me descoloca.
Le tiendo la mano pero el no hace más que mirarla.
- La llevaré a su casa - sentencia agarrando su saco.
Boqueo como un pez fuera del agua por qué su autoridad me deja perpleja. Cuando por fin encuentro a mi cerebro y lo conecto con mi voz, el ya está listo para irse.
- Puedo caminar y usted tiene cosas más importantes. Gracias pero no - digo intentando sonar tan segura como el, sin una pizca de  dudas en mi voz. Pero fallo en el intento.
- De ninguna manera, señorita. Vamos ahora y no quiero que me contradiga - dice cortante antes de abrir la puerta.
Tiene un trastorno de bipolaridad severa, me digo a mi misma refunfuño como si fuera una cría a la que regañan todo el tiempo. Este hijo de su buena madre se cree que por tener una buena posición económica puede mandonear a quien se le pegue la gana.
¡Jesus! ¿Acaso se ha convertido en ley quien más potable este, más locos e insensible son?.

No te enamores de mi🦋Where stories live. Discover now