Capítulo XV

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SAMANTHA

El ambiente en la comida fue bastante extraño.

Por lo que intuí, Caterina y Aleksei habían discutido, pero desconocía en qué momento sucedió. Cuando volví del agua con João, ÉL ya no estaba en su toalla, así que supongo que fue entonces. Caterina nos dijo que su novio se había subido al restaurante para hacer una llamada de trabajo, pero en cuanto le vi, supe a ciencia cierta que había tensión entre ellos. Esa era su casa de "te sonrío para intentar que los demás no noten nada, pero estoy enfadado de la hostia".

La morena también intentaba disimular muy bien porque seguía riéndose a carcajadas por cualquier tontería que decía João. Yo sabía que el mi novio era gracioso, pero tampoco era para tanto. De hecho, me atrevería a decir que ella se reía más exageradamente de lo necesario solo para darle celos a su novio, o incluso a mí.

Vete tú a saber.

Durante el día de hoy había llegado a la conclusión de que Aleksei definitivamente no sabía elegir a sus novias. Caterina era una Patricia más de la vida. Mismo monstruo con distinto pelaje. Una rubia y la otra morena, esa era la única diferencia palpable que las diferenciaba.

Ambas niñas pijas, mimadas, caprichosas, superficiales y prepotentes, que no ven más allá del físico y de la cartera de Aleksei. Me preguntaba por qué le atraían ese tipo de chicas. Y no entraba en mi cabeza como algún día le pude gustar yo.

Yo, alguien tan radicalmente diferente a ellas. Ellas extrovertidas, yo totalmente reservada; ellas seguras de sí mismas, yo llenita de inseguridades; ellas con sus vidas y familias perfectas, yo con mi mierda de vida y mi inexistente familia. Diferentes. Mujeres totalmente contrarias.

Al menos a Patricia se la había conseguido quitar de encima, sin embargo, había vuelto a caer en el mismo error. Aunque parecía que de momento con Caterina estaba manteniendo su patrimonio a salvo, ya que ella no formaba parte de los negocios.

En un momento dado de la comida, la tontería de los portugueses llegó a tal extremo que Aleksei y yo nos miramos, y ambos pusimos los ojos en blanco a la vez. Se nos escapó la risa por la coincidencia de nuestros gestos y pensamientos, y como era de esperar, esto llamó la atención de nuestras parejas.  No sé cómo, pero conseguimos argumentar que nuestras risas habían sido producto de lo que Joao acababa de decir.

Un pellizco de nostalgia me estrujó el estómago.

Aleksei y yo nos entendíamos sin hablar. Nos entendíamos incluso estando enfadados el uno con el otro.

La sobremesa se alargó mucho, yo creo que a nadie le apetecía volver bajo el sol abrasador del mediodía y en esta zona del restaurante se estaba de lujo. La temperatura era perfecta, el gin tonic que nos habían preparado estaba espectacular, y las vistas de la playa y el mar de fondo, eran ideales.

La pareja de amigos seguía rememorando sus aventuras en el adinerado "Colegio do Bom Sucesso" mientras Aleksei y yo los escuchábamos con fingido interés, pero sin intervenir.

Por suerte, cuando empezaron a relatar cómo convencieron a sus padres para que les pagaran un año sabático en un apartamento carísimo del centro de Londres, los camareros del restaurante nos invitaron a irnos y tuvimos que volver a nuestras toallas.

El cacareo de los dos portugueses fue constante. Fueron varias las ocasiones en las que intenté dormirme un rato, pero las risitas de gallina clueca de Caterina me lo impidieron. De vez en cuando intentaba seguir sus conversaciones, pero era incapaz, enseguida me desconectaba. Sus conversaciones me parecían insoportables, siempre hablaban de lo mismo, borracheras, caprichos de niños pijos y hablar mal de la gente. A criticar no les ganaba nadie. En alguna ocasión escuché como Aleksei, con un chasquido de lengua, llamaba la atención a su novia y ésta reducía un poco la intensidad de su crítica.

Era algo que no me sorprendía en absoluto, esa era una de las virtudes que más me gustaban de él, de él y de Vladimir. Muy mal se tenía que portar alguien con ellos para escucharlos hablar mal de esa persona.  Su madre siempre decía que eran igual que su padre, que eran abogados del diablo porque siempre encontraban una justificación o un motivo oculto para defender la actitud de cualquier persona. En todo el tiempo que convivimos en su piso de Paris, la única vez que le escuché maldecir y criticar abiertamente a alguien, fue cuando una de aquellas noches de pesadillas me confesé con él y le conté cómo había sido mi infancia (por llamarla de alguna manera). Comenzó conteniéndose al contarle lo del abandono de mis padres, supongo que en su cabeza dio por hecho que ellos tenían un motivo de fuerza mayor para abandonar a su hija de aquella manera, pero cuando comencé a relatarle los abusos y violaciones, entró en cólera. Jamás había escuchado tantas palabras malsonantes juntas y mucho menos aún, salir de su boca. Me dijo varias veces que estaba a tiempo de denunciar, que hechos de semejante gravedad y tan continuados en el tiempo, no prescribían en Francia. Pero en ningún momento me lo plantee, en ese momento era feliz trabajando en el restaurante, viviendo con él y aunque aún no estábamos juntos, sentía como algo muy bonito estaba naciendo entre nosotros, y no quería que mi pasado, volviese a atormentarme esta nueva vida.

Dos horas después, los anfitriones de la cita a cuatro decidieron que era el momento de volver a Lisboa. Al día siguiente nos tocaba trabajar y ya estaba comenzando a atardecer.

El momento de la despedida, sucedió sin más.

Bueno, la verdad es que el hecho de acercarme a Aleksei lo suficiente como para darle dos besos en la mejilla, nunca podría suceder sin más. Sus ojos azules traspasaban los míos cuando llegó el momento, su mano en mi cadera desnuda me sujetaba con firmeza, y el susurro de su boca en mi oreja, me provocó escalofríos.

—Hasta mañana, Samy.

—Hasta mañana—contesté cogiendo aire e intentando sonreírle.

Sé que Aleksei no se merecía cómo le había hablado esta mañana cuando le llamé estúpido tan gratuitamente, me sentía mal por ello. Además, sé que tenía razón cuando me dijo que con quien me tenía que enfadar era con mi novio y con su forma de tratarme en público.

Por eso, en cuanto entramos en el coche comencé a provocar que lloviera en mi relación con Joao, y tan solo unos minutos después, estalló la tormenta.

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Instagram: noemarwriter

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Chef en Lisboa ✔️Where stories live. Discover now