Capítulo XVI

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ALEKSEI

¿Adónde vas?
—Voy a salir a correr.
—¿Tan pronto? —me pregunta Caterina tras mirar la hora en su móvil.
—Si, no puedo dormir.
—Acuérdate que hoy tienes lo de la entrevista en la revista.

Mierda, se me había olvidado por completo.
Lo cancelaría sin dudar si no fuese por la falta que le hace esta publicidad al restaurante.
La hermana de Caterina tiene una revista de ocio a nivel nacional, y hace dos meses me prometió un reportaje si finalmente compraba el restaurante del que me había encaprichado en Lisboa.
Obviamente acepté enseguida la oferta. Nadie mejor que yo sabe lo que una buena o mala publicidad puede hacerle a tu negocio.
A la rivé nunca fue lo mismo después del altercado con el Embajador. Una buena publicidad en cualquier negocio es más del cincuenta por ciento y en el caso de la restauración, incluso más.

Los primeros rayos de sol comienzan a calentar las calles de Lisboa mientras yo trazo la línea de lo que considero esencial en la entrevista. El correr siempre me ha ayudado mucho a la hora de pensar con claridad. Siempre ha sido mi vía de escape.
El olor a mar se cuela por cada poro de mi piel y lleno mis pulmones. Acostumbrado a una ciudad con tanta polución como Londres, correr por este parque de Lisboa para mi es como hacerlo en medio de la montaña. Estamos en la zona alta de la ciudad, en uno de los barrios más acomodados de Lisboa y a esta horas donde comienzan a aparecer los primeros rayos de sol, las calles aún duermen. A la gente rica no le gusta madrugar tanto, y mucho menos correr.

Una vez que en mi cabeza finalizo con el reportaje del restaurante, ésta me traiciona y me lleva a ELLA.
Igual que siempre.
Siempre vuelve a ella.
Una y otra vez.
Esta semana está siendo especialmente dura. A pesar de que Samantha y João siguen manteniendo la distancia como pareja, tal y como yo les pedí, el simple hecho de saber que lo son, el saber que ella está enamorada de otro me mata. Y me mata aún más el hecho de tener que verla todos los días.
Tenerla tan cerca pero tan lejos a la vez.
No obstante, no me arrepiento de mi decisión de comprar el restaurante y me aterra reconocer que eso significa que tengo un punto masoquista digno de tratamiento.
Y lo que más me aterra de todo es saber que no me arrepiento porque de esta manera tengo el privilegio de verla a diario y que tan solo con eso, mi corazón está un poco más contento. Contento por haber encontrado a su media mitad, tanto tiempo buscándola y por fin la ha encontrado. Pero mi corazón aún no comprende por qué no estamos juntos. El pobre no entiende que ella está enamorada de otro y que tarde o temprano la tendrá que dejar ir. Mi cabeza intenta explicárselo, pero él es independiente, él sigue sin creer esas palabras que me dijo en mi despacho mirando fijamente a mis ojos. Él sigue pensando que somos el uno para el otro.

El sol comienza ya a calentar y después de una hora corriendo, me paro a un lado del parque para hacer unas dominadas en un parque para mayores.

—¿No es eso demasiado ejercicio para tan temprano?

Suelto la barra al escuchar una voz detrás de mí. En cuanto mis pies tocan la arena me giro en su dirección. Aquí no conozco a nadie, por eso me sorprende que se dirijan a mí, y aún más al verla a ella.

—¿Qué haces por aquí?

—Salía de ese chalet de ahí enfrente y me he acercado al reconocerte.

—Ohm— me quedo mirando la construcción a la que señala y aunque no me gusta reconocerlo, porque me parece algo prejuicioso, algo me dice que esa no es su casa.

Ella de repente comienza a reírse a carcajadas. Mi cara debe de ser de lo más graciosa, porque no para de reír.

—¿Qué? —contestó sonriendo contagiado por su alegría.

Chef en Lisboa ✔️Where stories live. Discover now