Capítulo 7.

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Su cuerpo aún temblaba al recordar las caricias de aquel fin de semana. Y más allá de que habían pasado varios días ella aún tenía en su mente patente cada caricia, cada beso, cada palabra, cada mirada, cada embestida. Olivia no podía negar que aquella conexión que tenía con Elliot era completamente única e inexplicable, y tampoco podía negar que desde que él había llegado a su vida todo se había dado vuelta, y todo aquello que construyó por años se había derrumbado en un segundo generándole un mar de sensaciones que poco a poco la iba envolviendo, pero también la iba ahogando quitándole poco a poco la respiración.

Las soluciones se iban agotando, y una vez que Olivia se relajó y encontró una alternativa no dudo en tomarla. Necesitaba olvidarse, olvidar todo lo que había vivido con Elliot, olvidarse de él, no podía permitir que ese hombre usurpará su libertad atrayéndola a su lado para siempre, no podía permitir que su corazón se volviera a enamorar de alguien más a causa de una puta debilidad.

Porque sí, con el paso del tiempo se había dado cuenta que estaba enamorada hasta la médula de Elliot Stabler.

Pero no.

No podía ser.

No iba a permitirlo.

Debía olvidarlo como fuera, aunque eso significará un dolor difícil de llevar.

Ya era de noche, y Olivia se encontraba sentada en el suelo temblando y sintiendo una angustia desconocida para ella mientras esperaba a un amigo que llegaría a su casa en cuestión de minutos. Sus manos acariciaron con fuerza su rostro más de una vez, y su mente era una maraña de pensamientos, positivos y negativos que la dejaban sumamente intranquila, los minutos se hacían eternos y su corazón palpitaba a un ritmo más rápido de lo normal. ¿Había tomado la decisión correcta? ¡Sí! El amor era una mierda, y ella no era una mujer que podía darse el lujo de enamorarse, siempre había sido así y nadie cambiaría eso.

El timbre la quitó de sus pensamientos, y Olivia sabiendo que era su amigo tomó las llaves y bajó rápidamente, una vez que llegó al hall principal la sonrisa de Alan logró tranquilizarla al menos un poco, y quitó parcialmente sus miedos. Pasó el lector de seguridad que contenía la llave por la puerta y una vez que esta se abrió la mujer castaña abrazó al joven fuertemente, agradeciéndole una y otra vez por estar ahí. Los dos sabían que las palabras sobraban en ese momento, y con sus corazones latiendo igual de frenéticos, comenzaron a besarse sin importar nada, ni siquiera que algún vecino los estuviera mirando.

—Extrañaba esto. —Susurró Alan en los labios de Olivia mientras caminaban en dirección al ascensor— De verdad lo extrañaba.
—Yo también. —Suspiró ella y lo miró a los ojos, sentía esos labios tan ajenos, pero no le importó— Necesito una noche de sexo salvaje, Alán. Necesito olvidarlo todo porque si no me volveré loca.
—Prometo que así será.

Ambos lo necesitaban, el mero motivo en común, olvidarlo todo y tener sexo sin sentimientos, solo por el hecho de obtener un placer que ambos sabían darle al otro sin tanta excusa y sin tanto prólogo. Subieron en el ascensor entre toqueteos y besos salvajes, y una vez que llegaron al departamento de Olivia toda esa pasión que los dos tenían contenida en su interior estalló, y como si fueran imanes los cuerpos se unieron, quitándose la ropa en cuestión de segundos, sin sentimientos estúpidos de por medio, ahogados en la necesidad de sentirse, de explorar la piel del otro salvajemente, cómo ellos sabían y cómo tanto le gustaban.

Los torsos de ambos ya estaban desnudos, y Olivia recorriendo la espalda trabajada de Alan disfrutó de esas suaves mordidas que él estaba dejando en su cuello y en su hombro, alternando los lugares para empezar a enloquecerla. El grave error que cometió la mujer fue cerrar sus ojos, siendo ese momento el puñal que se clavó en su corazón al saber que estaba lastimando a Elliot, y al recordar su rostro y cada cosa que habían vivido juntos en tan poco tiempo. Quiso llorar, pero sacudiendo su cabeza intentó concentrarse en lo que estaba sucediendo con Alan, eso era lo que debía importarle.

Las traviesas manos femeninas llegaron hasta el botón del pantalón de jean, y desprendiéndolo y gracias a la ayuda de aquel hombre pudo verlo en cuestión de segundos en bóxer. Mordiendo sus labios ella misma se quitó también el pantalón, quedando tan solo en bragas.

—Sigues siendo igual de hermosa. —La elogió Alan mordiendo sus labios, atrayéndola nuevamente a su cuerpo para poder besarla— ¡Eres un fuego!
—Tú también sigues igual de hermoso cómo lo recordaba.
—Estoy completamente encendido, Liv.
—Yo igual. —Suspiró y volvió a besarlo, esta vez las manos de ambos hicieron estragos en el cuerpo del otro desnudándose para continuar la fiesta en la habitación de Olivia.

Luego de que Alan se pusiera el condón la unión entre sus cuerpos fue salvaje, placentera que les arrancó a ambos de sus interiores gemidos guturales, que le indicaban al otro cuánto estaba disfrutando de ello.

Para Olivia fue la mejor y la peor noche de su vida. La estaba pasando bien con Alan, pero la imagen de Elliot y la sensación de estar traicionándolo no se iba con nada. ¡Maldita sea!

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No todo es color de rosa en la vida... ¡Que lo disfruten!🤍

La carta || Bensler.Where stories live. Discover now