El calor en otros tiempos

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En otros tiempos, cuando era imposible sospechar que la Tierra estuviera hecha de algo más que no fuera hielo y nieve, y cuando todavía los demonios caminaban por sobre las planicies creyéndose inmunes a todo mal helado -puesto que desprendían el único calor abrazador que podía conocer esa tierra-, las leyes para todo el mundo eran diferentes de lo que son ahora.

Las relaciones se establecían y desarrollaban de otra manera. Nadie, ningún animal, perdía de vista que estaba hablando con otro igual a él, que sentía y vivía sobreviviendo de la misma forma que todos los demás: con el temor a los demonios arraigado en el pecho, junto al fuego que las pequeñas criaturas le inyectaron en el cuerpo para permitirles la vida, pero al precio de su libertad. Nadie era libre en esa tierra, era imposible serlo con sus sueños y anhelos condicionados bajo la efusividad de las fuerzas demoniacas.

Los demonios vivían a carcajadas, a gritos, correteando; se volvían bolas de fuego y hacían travesuras derritiendo bloques de hielo enormes. Para quienes vivían en las aguas, agua en forma de hielo no les perjudicaba para nada, pero, para quienes vivían en esos mismísimos bloques, significaba quedar a la deriva. Por supuesto había más hielo y nieve, a montones, pero ninguno capaz de erizarles la piel con los recuerdos que se grababan por debajo de la primera capa de hielo, pero perder a manos de los demonios no tenía solución alguna. Quedar a la deriva significaba no encontrarse por aquellos años.

Sucedió cierto día que un pingüino se vio perdidamente enamorado de las criaturas de las profundidades. Eran asombrosas ante sus ojos, casi inmunes a las travesuras de los demonios, sin el temor a quedar a la deriva, o al menos eso era lo que le parecía al pingüino.

Comenzó a entrenar, quería fortalecerse para poder nadar igual que ellos, justo al lado de ellos. Todos los días se zambullía a las aguas heladas cuando apenas atisbaba una aleta por la superficie. Volvía a salir del agua recién cuando sentía que el calor de su pecho ya no podía soportar semejantes temperaturas bajo cero y corría el riesgo de apagarse. No fueron pocas las veces que tuvo que arrastrarse hasta donde le diera la luz del sol, única fuente de calor que no le haría daño mientras recobraba sus temperaturas normales.

El pingüino hizo esto por temporadas enteras, año tras año, hasta hartarse. El amor que les tenía a los animales marinos se convirtió finalmente en odio. Ahora sentía un profundo odio consigo mismo. Sentía más odio que antes por los demonios que implantaron esa llama en su pecho. Malditos seres infernales que no satisfechos con someter a su antojo a cuanta criatura hubiese en el mundo, querían esparcir el odio entre las criaturas al hacerlas a unas más libres que otras. Esto era lo que pensaba el pingüino.

Un día, el pingüino se paró en el borde del continente glacial. Miró hacia lo profundo del mar, tratando de descubrir un signo de vida dentro del impenetrable negro que eran las aguas. Era lo mismo que había hecho durante toda su vida, en el mismo lugar; no había razón para sentirse a la deriva y sin embargo sentía que jamás había estado tan lejos de casa y sin posibilidad de retornar a ella. De pronto sintió que el mar le salía de los ojos y grande fue su espanto y desesperación. Si estaba inundado por dentro, el fuego se apagaría e inevitablemente moriría, pero las olas no dejaban de salir en pequeños borbotones de sus ojos negros.

Qué más remedio había. Se echó sobre el hielo entregado a su destino, resignado a todo y con un sabor amargo en la boca. Invadió su mente el recuerdo de cuando era joven y tenía la infantil y absurda creencia de que él sería capaz de sobrevivir a los demonios, de vencer el miedo y volverse libre. Con eso soñaba antes de verse envuelto por el deseo de ser alguien más. Mientras se le nublaba la vista, ahogada de lágrimas, sonrió por las ironías que el destino le presentaba: tanto aquel recuerdo como aquel deseo habían aparecido sin que lo quisiera, pero se volvieron en su maldita motivación para vivir tantos años.

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⏰ Last updated: Dec 15, 2023 ⏰

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