Capítulo 18

342 29 0
                                    

CAPÍTULO 18

CORTAR LAZOS

No pensé en nada más, no me importó ver la sangre saliendo de mis manos, mis compañeros que estaban en el baño salieron al instante de escuchar el ruido y me miran preocupados viendo los vidrios en el suelo y la sangre derramada

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

No pensé en nada más, no me importó ver la sangre saliendo de mis manos, mis compañeros que estaban en el baño salieron al instante de escuchar el ruido y me miran preocupados viendo los vidrios en el suelo y la sangre derramada.

—Amigo ¿Estás bien? —pregunta un chico, el cual solo conozco de vista.

—Sí, todo está bien... gracias, —y sin más que decir me retiro.

Durante todo el día estuve evitando a Diana, Dios, amo tanto a esa chica que no quiero hacerla pasar por esto, sé que algún día me cansaré y no viviré más y no quisiera que ella sufra mi partida, si pasara algún día.

Ya es de noche y estoy en mi habitación, mis padres han estado todo el día tocando mi puerta, y mi móvil no ha dejado de sonar. Solo deseo un poco de paz, sin nadie a mi alrededor viéndome con lástima.

Estoy cansado.

Tomo el móvil en mis manos y este marca las 8:00 p.m. Tengo unas 30 llamadas perdidas y unos 100 mensajes.

Suspiro y me dirijo hacia mi ventana, la abro cuidadosamente y salgo de casa. Estoy de pies frente a la puerta de Diana, me hago de valor y toco el timbre, después de decir quien es, esta se abre.

—¡Alex! —exclama el señor Fred, viéndome un tanto asombrado, —Diana lleva todo el día llamándote, estábamos preocupados por ti.

—Gracias, señor... solo estuve un poco cansado, ¿Está Diana?

—Está en su habitación.

—Gracias.

Me dirijo hacia la habitación de Diana, y si de algo puedo darme cuenta es de que ya no siento esos nervios recorrer mi piel, no siento timidez, siento una seguridad que no sabría explicar.

—Diana, —digo fríamente. Ella está acostada sobre su cama ya en pijama leyendo un libro, sus ojos se llenan de un brillo hermoso y corre hasta mí para envolverme en un abrazo.

—¡Alex! —exclama aún pegada a mi cuerpo, —estaba tan preocupada por ti.

—Diana, —hago una pausa y me separo de su abrazo, —debemos hablar..

—Sí, dime.

—Creo que... —venía listo para decirle todo, pero no puedo, —creo que debemos terminar, —el corazón se me hace pequeño al dejar salir esas palabras.

—¿Terminar? —cuestiona, —pero ¿Por qué? ¿Qué pasó?

—Diana... no quiero esta vida para ti, tú mereces alguien mejor, que no esté enfermo, que esté bien... que te haga feliz.

—Tú me haces feliz.

—No hagas esto más difícil por favor.

—Alexander... yo te amo, —su voz se quiebra y juro sentir dolor en mi corazón.

—Yo sé que me amas, pero no puedo ser egoísta, —tomo sus manos entre las mías, —Diana, yo te amo como a nadie, me haces demasiado feliz, pero mereces a alguien que no esté enfermo, que pueda estar siempre a tu lado.

—Alex... —la interrumpo.

—Mi decisión no cambiará.

La abrazo lo más fuerte que puedo, para luego dejar un beso sobre sus labios, limpio suavemente su mejilla y me retiro sin decir una palabra.

—Yo te amo, —la escucho decir, pero me apresuro a salir a toda prisa.

Llego a casa y mamá y papá están sentados en el comedor, ambos se sorprenden al verme, ya que en ningún momento me vieron salir.

—Alex, ¿En qué momento saliste de casa? —pregunta mamá.

—Hace un momento, —digo fríamente, y me dirijo a mi habitación.

Han pasado días y mi vida solo ha sido ir a la escuela y regresar a casa, no he visto a Diana desde aquella noche y creo que es lo mejor, por otro lado tengo a mi mejor amigo que me ha sido de mucha ayuda y compañía para no sentir mi vida más miserable.

Mis padres siguen insistiendo con las estúpidas quimioterapias y continuo negado hacerlo, solo quiero morir y acabar con toda esta porquería.

Me he negado a ir a las visitas médicas ya que no tiene ningún sentido que siga asistiendo, en algún momento todos se darán por vencido y me dejarán en paz.

—Alex, sigo pensando qué tal vez si estás siendo muy duro contigo mismo, —dice Anthony mientras lanza el balón encestando en la canasta.

Estamos en la cancha del barrio jugando como solíamos hacerlo antes.

—No quiero seguir hablando sobre el tema, —tomo el balón y me dirijo hacia el césped para luego dejarme caer sobre él.

—No pienso seguir insistiendo, sé que no quieres hablar sobre eso pero, estás actuando mal estás echando a perder tu vida porque crees que vas a morir y no es así.

—Anthony no voy a coger las quimioterapias.

—Sé que nadie puede obligarte, pero date al menos una oportunidad.

—¿Oportunidad para qué? Anthony.

—De saber lo que pueda pasar, sé que no quieres cogerla solo por hacer sentir mal a tus padres, pero no es eso lo que realmente quieres.

Tal vez él tenga razón.

—Debo irme, —le digo, y me retiro.

Tal vez todos tengan razón, pero aún no me siento preparado para todo lo que me está pasando.

Tal vez todos tengan razón, pero aún no me siento preparado para todo lo que me está pasando

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
El chico de al lado ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora