Diana es una chica libre, fiestera y muy segura de sí misma.
Todo lo opuesto a Alexander, su muy atractivo, pero tímido vecino.
Ella lleva prácticamente toda la vida enamorada de él, aunque nunca se a animado hablarle, pero unos sucesos los llevarán...
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La lluvia es sin duda el mejor clima por la mañana, al menos para mí. El día de hoy es frío y húmedo, perfecto para tomar una taza de leche caliente.
Me miro por última vez frente al espejo, para acomodar los mechones de mi pelo despeinado.
—¡Coco! Ven aquí. —la voz de Alexander es música para mis oídos.
Lo observo desde mi ventana empañada mientras que él le grita a su perro, es de raza lobo siberiano. —ven aquí amigo. —grita nuevamente y su perruno amigo obedece.
—¿Por qué no vas y le hablas? —comenta Lucas haciendo que me sobresalte. —está mal eso de andar espiando a las personas.
—Shhh, haz silencio se va a dar cuenta. —lo regaño de inmediato y me alejo de la ventana cerrando las cortinas.
—Papá dice que bajes a desayunar. —añade y se retira de mi habitación.
Suspiro con corazones a mi alrededor y luego, bajo a la cocina para desayunar con mi padre y hermano.
—¿Otra vez acosando a Alex? —es el primer saludo que recibo de papá en cuanto entro a la cocina.
—Que chismoso Lucas. —digo mirando a mi hermano de mala gana.
—Él es un buen chico, Diana. —añade papá volteando a verme. —deberías hablarle.
—¿Qué has preparado? —cambio la conversación de inmediato porque no me conviene.
—Panqueques. —me da una amplia sonrisa y se acerca hasta el comedor dejándolos sobre la misma.
—Umm, se ven deliciosos —lamo mis labios y me siento junto a Lucas.
—Buenos días, señor Fred —saluda Rebeca entrando a la cocina.
