Capítulo 3: ¿Sabes usar una computadora?

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Mackenzie

Este desconocido acaba de salvar mi vida dos veces en 10 minutos. No me regresó mis 20mil dólares pero al menos el empleo que va a darme ayudará a que no me tenga que salir de mi departamento.

Tal vez después puedo pedir un préstamo para abrir mi pastelería, si no pasarán años hasta que pueda volver a juntar el dinero.

—Lamento haberte gritado es que... fue un día de mierda. Acaban de robarme los ahorros de mi vida. Tengo 5 dólares en mi cartera... no sabía qué hacer. —me disculpo sinceramente.

—Tranquila, todos tenemos de esos días. Y lamento lo de tus ahorros.

—Entonces, eres pediatra. —cambio el tema porque quiero dejar de pensar en Dante.

—Si, y espero que seas una persona paciente porque el consultorio por las tardes es un caos. Además de que la sala de espera se convierte en un patio de recreo, hay niños que le temen mucho a los doctores así que tus tardes estarán llenas de llanto de niños.

—Mmm... ¿que hay en tu sala de espera? Además de sillas. —pregunto.

—Bueno... hay legos y mesas pequeñas para que los niños se sienten a jugar.

—¿Hay televisión?

—Nop. Soy de esos tipos anticuados que prefieren que un niño se entretenga con juguetes y no con televisión.

—Bueno, yo sé que hay niños que prefieren la tv que armar legos. Puedes tener ambos.

Asiente de acuerdo.

Termino mi helado después de que... Dylan termina el suyo y siento como que el helado estaba consolándome porque de pronto siento ganas de llorar. Odio esta sensación de tener un nudo en la garganta.

—Debo irme... gracias por no dejar que me atropellen y por el trabajo...

—Espera, te acompaño a tu departamento. —se pone de pie al mismo tiempo que yo.

No le digo que no porque siento que si necesito su compañía durante el camino a mi departamento.

Caminamos a un lado del otro, de reojo voy viendo la forma en que está vestido. No parece ser un tipo de por aquí. No quiero decir que mi colonia es una colonia marginada o algo así, pero está usando unos pantalones caqui y una playera de manga larga de color vino, y sus zapatos se ven bonitos y costosos. Por aquí nunca he visto a un tipo vestido así. Y por supuesto que no ya que es un pediatra.

—¿Y... vives por aquí? —pregunto con afán de indagar un poco sobre él.

—No, vine a comer cerca de aquí con una... amiga. —duda al decir amiga. Como si se tratara más bien de una conquista.

—Oh. Genial.

Llegamos a mi edificio, vuelvo a agradecerle por salvar mi vida y por el trabajo y entro a mi departamento.

Suspiro al cerrar la puerta y lloro. Me pongo mi pijama y lloro. Me lavo los dientes, me acuesto en mi cama, pongo la alarma para despertarme temprano para trabajar y sigo llorando.

Mi alarma suena, me levanto, me baño, desayuno y aún me quedan 20 minutos antes de salir para ir al consultorio de Dylan.

Me miro en el espejo y trato de darme fuerzas a mí misma.

—Ya lloraste lo suficiente. El dinero no regresará por arte de magia. Trabaja duro y no vuelvas a darle a nadie la maldita contraseña de tu cuenta bancaria. —le digo a mi "yo" en el espejo.

Dame un año (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora