Los Tíos.

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— No.

Escuchó al alfa bufar con fuerzas.

—Estás siendo ilógico. Tus amigos los conocen desde que nacieron, los míos solo han visto una foto en donde llevan un glamour y unos recuerdos míos.

Draco se levantó apoyando sus largas manos en el escritorio.

—¡No llevaré a mis hijos a la casa del matrimonio Granger!

Toda ira se fue de la expresión del alfa.

—Bueno.

¿Potter aceptando rápidamente algo que dijo? ¿Acaso se había golpeado en la cabeza? No le dio tiempo a tocarse la frente antes de que Potter volviera a hablar.

—Entonces los llevaré yo.

—¡No!

Potter se cruzó de brazos haciendo que la camiseta remarcara los músculos de sus brazos, hombros y pecho.

—Si no quieres llevarlos tú, los llevo yo. Es lógica, Malfoy.

Le gruñó. —No te llevarás a mis hijos.

Potter se veía visiblemente ofendido, el alfa se acercó hasta apoyar sus manos en el mueble con un golpe duro y se inclinó para mirar a los ojos al omega.

—O vienes con nosotros o los llevo yo solo.

Se miraron a los ojos con enfado y dureza, ninguno iba a dejar ir su punto.

Ese miércoles Draco estaba muy gruñón mientras acomodaba una bufanda en el cuello de Phobos, y Deimos revoloteaba alrededor de ambos con emoción. Estaban esperando a que Potty les enviara un patronus avisándoles de que ya había abierto la Red flu, para así poder ir primero a la casa de Potter y luego a la del matrimonio.

Un rato después un enorme ciervo llegó presumiendo su cornamenta, Draco evitó que los niños lo intentaran seguir al desvanecerse, y minutos después, estaban frente a Potter.

—¿Qué tal? Espero que no os hayáis mareado, chicos.

Potter se agachó para darle un abrazo a los niños como saludo, y luego se dirigió a Draco, serio.

—Draco.

—Harry. —En serio, acabaría vomitando si tenía que volver a llamarlo así.

Phobos levantó sus bracitos.

—¡Phobos!

Deimos también levantó los brazos y su hermano chilló en su lugar.

—¡Y Deimos!

Sonrió contento e intento fingir que no había notado que Potter también estaba sonriendo como un bobo. ¿Qué se le iba a hacer? Sus niños eran encantadores. El auror carraspeó suavemente antes de hablar.

—¿Preferís aparecernos?

—Yo lo prefiero, cargaré a los niños y tú me agarras del brazo o algo.

Esta vez los chicos alzaron los brazos para ser cargados por su madre y poder aferrarse a su pecho. Los adultos fingieron no incomodarse cuando el alfa rodeó al omega por la cintura. Fuertemente, debían recordar que los niños están implicados, era mejor ser cuidadosos.

La mano de Potter era cálida, grande y callosa y Draco, que no estaba acostumbrado a sentir el calor corporal de un alfa, se encontró apoyándose en ese toque. Los niños fueron quienes más notaron el mareo, más quienes menos lo dejaron notar, de todas formas al llegar ambos padres comprobaron el estado de los gemelos.

Vida en gris y azul Where stories live. Discover now