Teo
Mi gran momento del día, vóley.
Y también escaparme de las locas que me siguen sin descanso de un lado a otro del colegio. La verdad que ya no sé cuantas palabras frías y horribles debo usar para que dejen de perseguirme, cada día se vuelven peores, a tal punto que me hacen pensar seriamente en conseguirme una novia, tal vez con eso paren un poco, sin embargo pensar en tener una relación y comportarme como un novio promedio, hacen que me den arcadas. No me va eso de ser cariñoso y cumplir caprichos como un idiota.
La mocosa entro en mi campo visual, es raro verla tan lejos de la cancha a esta hora y cerca de mi camino secreto para llegar más rápido al entrenamiento. Como si mi vida valiera poco di unos pasos para acercarme a ella, sé que debería darle el espacio que tanto me pidió a gritos, pero no puedo, su mala cara de esta mañana me hace sentir una extraña sensación en el pecho.
A medida que me acercaba a ella, vi como esta caminaba de un lado a otro con su móvil en la oreja. Esta llamada. Puedo esperarla hasta que cuelgue y tratar de acercarme para platicar, si es que quiere solo dirigirme la mirada, lo cual dudo demasiado.
— ¡Basta!
Su grito me hizo abrir los ojos como plato y detenerme en el lugar. Esta molesta. Y por su manera de hablar con sus manos temblorosas y su rostro lleno de ira, me hace pensar que no debería estar aquí y que es momento que me desaparezca.
— ¡Solo me llamas para esto! ¡¿Acaso pensaste en cómo me encontraba estos meses?!
Teo márchate. No puedes quedarte aquí de chismoso escuchando cosas que no debes.
Sacudí mi cabeza y di unos pasos más hacia ella.
— ¡No soy un perro, soy tu hija mierda, me encerraste para librarte de mí y hacer tu vida tranquila, no me vengas con idioteces queres!
Joder...que ahora mismo no puedo dejarla sola, está muy alterada. Debo ser inteligente y marcarle a Alex, él es su hermano y debe saber cómo tratar con ella. Yo no puedo...
— ¡No quiero volver con vos, no puedes dejarme dos putos años en un mismo lugar!
La mocosa colgó la llamada y acto seguido lanzó su móvil contra la pared que tenía al frente, dejándose caer al suelo para abrazar sus rodillas y ocultar su rostro en ellas.
No es momento de dudar. Trague grueso y me apresure para llegar a su lado lo más rápido posible. Estoy actuando por instinto y sé que Isabela va odiar que sea yo quien la encuentre de este modo. Una vez que llegue a su lado, me lance al suelo para tomarla entre mis brazos y hundirla en un abrazo. La verdad es que no sé en qué demonios estoy pesando o que estoy haciendo, y tampoco por qué lo estoy haciendo, lo único que se es que no puedo verla triste, observar sus ojos sin brillo alguno hace que todo mi cuerpo queme y es algo que no me puedo permitir.
—¡Suéltame! — grito golpeando mi pecho.
Son solo unos segundos Teo.
— ¡Que me sueltes, Teo! — insistió.
Es lo que trato de hacer desde que te vi en esas escaleras Isabela y no puedo, joder, que no puedo soltarte.
— Por favor... — susurro con su voz rota.
Los golpes comenzaron a cesar y sentí como dejó caer su rostro contra mi pecho.
—Tranquila. — murmure acariciando su cabeza temeroso a que se asuste y salga corriendo.
Nos quedamos por varios segundos así, con su cabeza apoyada en mi pecho y mis manos acariciándola con suavidad, hasta que de a poco alejo su rostro para observarme.
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Dos metros lejos (EN EDICION)
RomanceIsabela guardo la pelota de vóley que el le obsequió por años, con la esperanza, de algún día, volver a verlo. Teo, que reprimió ese recuerdo en el fondo de su cerebro, no se acuerda de ella. Prometiéndole a su mejor amigo, no acercarse de ninguna...